El aire contiene un
componente oculto esencial para la vida. Los antiguos alquimistas en la tradición
de occidente llamaron a ese componente secreto Nous y Prana en la tradición oriental yóguica.
En las sociedades antiguas y preindustriales, el aliento y la
respiración han tenido un papel muy importante en la cosmología, la mitología y
la filosofía, y también han sido una herramienta importante en la
práctica ritual, espiritual y sanadora. Distintas técnicas de respiración han
sido utilizadas en muchos períodos históricos y por muy distintas culturas del
mundo para inducir estados holotrópicos de consciencia con propósitos curativos
y religiosos. Desde la temprana historia, virtualmente todo sistema
psicoespiritual de importancia que intenta comprender la naturaleza humana ha
considerado la respiración como un vínculo crucial entre el mundo material, el
cuerpo humano, la psique y el espíritu. Lo que claramente se refleja en las
palabras que la mayoría de los lenguajes utilizan para la respiración.
En la antigua literatura india, el termino prana significa no solo la respiración
física y el aire, sino también la esencia sagrada de la vida. De modo
semejante, en la medicina tradicional china, la palabra chi se refiere a la esencia cósmica y a la
energía de la vida, así como al aire natural que respiramos con los pulmones.
En Japón, la palabra correspondiente es ki.
El ki tiene un papel de la mayor importancia en las prácticas espirituales
japonesas y en las artes marciales. En la antigua Grecia, la palabra pneuma significa tanto aire o aliento, como
espíritu o esencia vital. Los griegos también consideran la respiración como
algo muy relacionado con la psique. El término phren se utilizaba tanto para el
diafragma, el mayor músculo implicado en la respiración, como para la mente
(como el término esquizofrenia:
literalmente mente partida).
En la tradición hebrea, la misma palabra ruach, denota tanto el aliento
como el espíritu creativo, que se consideran idénticos.
La siguiente cita del Génesis muestra la estrecha relación
entre Dios, el aliento y la vida: “entonces el Señor formo al hombre
(hebreo Adam) a partir del
polvo del suelo e insuflo en su nariz el aliento de la vida; y el hombre
se convirtió en un ser vivo.” En latín, el mismo nombre se utilizaba para el
aliento y el espíritu: spiritus. De forma parecida, en las lenguas
eslavas, el espíritu y el aliento tienen la misma raíz lingüística.
En la tradición nativa y en la medicina hawaiana (kanaka
maoli lapa´au), la palabra ha significa el espíritu divino, el viento, el
aire y el aliento. Está presente en el popular aloha hawaiano, expresión que se utiliza
en contextos muy distintos y en ocasiones muy diferentes. Se suele
traducir como presencia (alo) del Aliento Divino (ha). Si
contrario, ha´ole, que
literalmente significa sin aliento o sin vida, es un término que los nativos
hawaianos aplicaban a los extranjeros rostropálidos desde la llegada del infame
capitán británico James Cook en 1778. Los kahunas, “Conservadores del
Conocimiento Secreto”, utilizaban ejercicios respiratorios para generar energía
espiritual (mana).
Desde hace siglos se sabe que es posible influir en la conciencia
mediante técnicas que incluyen la respiración. Los procedimientos que se han
utilizado con este propósito por distintas culturas antiguas no occidentales
cubren una amplia gama, desde la drástica interferencia con la respiración a
sutiles y sofisticados ejercicios de distintas tradiciones espirituales. De ahí
que la forma de bautismo original practicada por los esenios implicara la
sumersión forzada del iniciado bajo el agua por un largo periodo de tiempo. Lo
que desembocaba en una poderosa experiencia de muerte y renacimiento, en otro
tipo de grupos, los neófitos eran semi-ahogados con humo, mediante la
estrangulación o por la compresión de las arterias carótidas.
Pueden producirse profundos cambios en la conciencia
utilizando ambos extremos del ritmo de la respiración, hiperventilación y la
ausencia prolongada de aire, así como usándolas alternativamente. Métodos muy
avanzados y sofisticados de esta clase pueden encontrarse en la antigua ciencia
india de la respiración, o pranayama. William Walker Atkinson, un escritor
americano que fue muy influyente en el movimiento espiritual/filosófico del
cambio de siglo (1890- 1900), escribió bajo el seudónimo de Yogui Ramacharaka
un extenso tratado de la ciencia hindú de la respiración (Ramacharaka, 1903).
Técnicas especificas que incluyen la respiración intensa o aguantar la
respiración también forman parte de distintos ejercicios en el yoga Kundalini,
el Sidda Yoga, el Vajrayana tibetano, la práctica sufí, la meditación budista
birmana y la taoísta, así como muchas otras.
Indirectamente, la profundidad y
el ritmo de la respiración se ve muy influenciado por actuaciones artísticas
como el canto de los monos de Bali o Ketjak, la música de garganta de los
esquimales inuit y los cantos de los kirtans, bhajans o los dhikrs sufíes.
Técnicas más sutiles, que acentúan una consciencia especial en relación a la
respiración en lugar de cambios en la dinámica de la respiración, tienen un
lugar destacado en el budismo. Anapanasati constituye una forma básica de
meditación enseñada por Buda; literalmente significa “respiración atenta” (del
palianapana: inhalación y exhalación y sati:
atención plena).
La enseñanza de Buda del anapana se basaba en su
experiencia al utilizarla como medio de alcanzar su propia iluminación. Acentuaba
la importancia de no solo estar atento a la respiración, sino de utilizar esta
para ser consciente de todo el cuerpo y toda la experiencia. Según el
Anapanasati Sutta (Sutra), el practicar esta forma de meditación conduce a
eliminar todos los obstáculos (kilesia). El Buda enseñó que la práctica
sistemática de anapanasati conduciría a la liberación final (nirvana o
nibbana).
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