Como
alternativa económica integral al vigente orden económico-financiero, quizás
sería oportuno reflexionar acerca de la posibilidad de plantearse la necesidad
de disolver la estructura bancaria imperante.
No
se trataría de innovar para reformar lo establecido, ni de destruir lo como
viejo percibido, sino de deconstruir lo conocido para reflexionar sobre lo que
de esencial hay en ello, y hallar así el modo de construir otro tipo de
sociedad con la premisa de la cooperación como regla.
En
tal razón estaría el sentido de la deconstrucción del orden
económico-financiero mundial. En base a este razonamiento, podría reflexionarse
en torno al hecho de que las estructuras bancarias imperantes podrían ser prescindibles.
Deconstruirlas
significaría, en mi opinión, tomar lo que de ellas hay de esencial, depósito y
custodia del dinero, y asimilarlas a las estructuras de los ayuntamientos, de
modo tal que ayuntamiento y entidad de depósito fuesen lo mismo.
Las
sucursales bancarias no habrían de ser en la sociedad de cooperación más que
oficinas descentralizadas del ayuntamiento donde podrían efectuarse depósitos
de dinero. El dinero solo podría depositarse en tu ayuntamiento y ninguna
entidad de depósito de dinero podría sobrepasar el ámbito municipal.
No
habría necesidad entonces de que la sociedad de cooperación contase con orden
bancario alguno, ni privado ni público. Se trataría de promover la disolución
del orden bancario mundial y su sustitución por una alternativa basada en el
ayuntamiento-entidad de depósito como base de la estructura
económico-financiera sobre la que habría de edificarse la sociedad de
cooperación.
La
implementación del nuevo sistema económico-financiero basado en el
ayuntamiento-entidad de depósito, debe a su vez edificarse sobre la premisa de
que esta nueva forma económica-financiera debe articular todos los mecanismos
necesarios que impidan tanto la acumulación de riqueza en manos privadas como
la circulación mundial de capitales inherente a esta.
El
ayuntamiento-entidad de depósito o asamblea de gestión solidaria (Asgeria),
debiera ser en todo momento el responsable de custodiar el dinero. Los
ayuntamientos que pudieran, habrían entonces de destinar una parte del dinero por
ellos custodiados a hacer funcionar la sociedad de cooperación. Para ello
destinarían fondos a desarrollo de infraestructuras o de bienestar social
(educación, sanidad, pensiones, cultura, u otros) que nunca dejarían de estar
custodiados por el propio ayuntamiento-entidad de depósito. Los capitales
custodiados por el ayuntamiento-entidad de depósito solo saldrían de este en el
momento en que debiera financiarse la finalidad a la que el fondo concreto
hubiese sido destinado.
La asgeria como unidad política-económica de máxima cercanía a las
comunidades humanas.
La
implementación de la alternativa económica integral edificada sobre la base de
la asgeria (asamblea de gestión solidaria) conllevaría la superación del
concepto de estado como marco geopolítico. La asgeria sería la estructura
político-económica mínima y también la máxima. No habría de existir pues el
“estado”.
No
se trataría de crear micro estados al modo de las antiguas polis griegas, sino
estructuras cercanas a las necesidades humanas que sustentasen la sociedad de
cooperación, finalidad última de la asgeria. No hay pues intención de minimizar
las estructuras del estado para proyectarlas a la asgeria sino de sustituir la
vigente estructura geopolítica mundial basada en la relación-confrontación de
los estados por otra basada en la cooperación entre asgerias.
Ejércitos,
bancos, multinacionales, poderes políticos o financieros, no habrían de tener
cabida en la sociedad de cooperación.
La
banca nacionalizada está ligada al concepto de estado y poder político. En la
sociedad de cooperación no tiene cabida la posibilidad de acumulación de
riqueza, ni en manos de poderes privados, ni en manos de poderes asociados a
los aparatos estatalizados del estado.
No
existen estructuras de ámbito estatal, solo de municipalidades asociadas en
espíritu de cooperación. Los fondos que las asgerias destinen a desarrollo de
infraestructuras o bienestar social son comunes, pero en todo momento
controlados por la asamblea de cada asgeria. No hay pues margen para el establecimiento
de un poder financiero mundial.
Las
asgerias funcionan financieramente en red, por lo que los depósitos de los
ciudadanos en estos pueden ser transferibles de una asgeria a otra cuando así
lo requiera el interesado. Las asgerias derivan una porción de su presupuesto a
un fondo común destinado exclusivamente a la concesión de microcréditos. Esto
requeriría de la implementación de nuevas normas financieras, ajustadas a la
nueva estructura económica de la sociedad de cooperación.
Habría
que deconstruir nuestra estructura mental para concebir como tendría que
edificarse la sociedad de cooperación, pues esta nada tiene que ver con las
geopolíticas vigentes. Las asgerias no tendrían por qué corresponderse con las
actuales estructuras municipales, podrían variar su tamaño en base a la premisa
de que la misma ha de suponer máxima cercanía al ciudadano y eficacia en el
espíritu de cooperación.
Todos
los recursos financieros estarían en manos de la asamblea de cada asgeria, todos
y las más ricas habrían de destinar parte de sus recursos al desarrollo
estructural de las más pobres.
Ni
multinacionales, ni banco mundial, ni fondo monetario internacional marcando
las pautas económicas-financieras de las asgerias.
El
concepto de desarrollo y justicia social se hace siempre teniendo en cuenta el
marco de la asgeria como referencia, no el estado, potenciándose pues el
desarrollo de la asgeria, y de ninguna otra estructura geopolítica superior a
esta. La acumulación de riqueza (lo que actualmente entendemos por ello) no es
ya posible en la sociedad de cooperación, pues el objetivo de esta es el
desarrollo sostenible y la implementación de la justicia social.
La
estructura bancaria vigente constituye el reflejo materializado del espíritu
humano de codicia. No es la consecuencia de la necesidad de organizar la vida
humana en sociedades complejas, sino que es la consecuencia de la necesidad de
canalizar el deseo humano de acumulación de riquezas. Por ello la sociedad de
cooperación edificada sobre las asgerias no debiera permitir la continuidad de
esta dinámica económica-financiera corrupta.
El
espíritu de cooperación que se canalizaría a través de la implementación de una
dinámica política-económica diferente a la históricamente conocida debiera
siempre manifestarse con perspectiva global, pues la democracia y la justicia
social que se derivarían de este espíritu de cooperación habrán de ser
demandados para todos los seres humanos, o no tendrá este sustancia alguna.
La
visión que preside las vidas del ser humano en la actualidad basada en la
necesidad de crear riquezas para asegurar un supuesto bienestar social es
errónea, tanto que la expresión “creación de riqueza”, oculta la verdadera razón
de la injusticia imperante en el mundo, pues se basa en la riqueza de unos
pocos a costa de negarles las necesidades básicas a la inmensa mayoría de seres
humanos.
Todo
gira así en torno a la desesperada necesidad de generar dinero y más dinero, poniendo
así a los seres humanos en la disyuntiva de tener que condicionar toda su
existencia al hecho de verse irremediablemente abocados a la constante
vivificación de esta nefasta premisa.
Más
si reconstruyésemos al ser humano, apreciaríamos la verdadera necesidad vital
latente en su esencia, la de la cooperación, y a la estimulación de esta
habríamos de otorgar entonces nuestra prioridad como seres organizados en
sociedad. En esforzarnos en vitalizar el espíritu de cooperación en lugar de
fomentar la creación de una riqueza entendida como acumulación de dinero está
la razón de la implementación de la sociedad de cooperación, edificada sobre el
principio de interacción entre ayuntamientos y entidades de depósito de dinero.
La
asgeria como fundamento de la sociedad de cooperación, no el estado ni la
nación cimentados sobre la corrupta estructura bancaria global. Esta estructura
es la consecuencia natural de la mentalidad capitalista que rige en el mundo.
La
revolución debiera tener entonces una naturaleza implosiva, dirigida a
sustituir nuestro afán por acumular riquezas, por otro que consista en
estimular nuestro espíritu de cooperación, auténtica necesidad esencial del ser
humano.
Sin
proponerse la derogación de todos los mecanismos económico-financieros que
permiten la acumulación de riqueza en el sentido capitalista del término, no se
cumplirá la conditio sine qua non, la implementación de una sociedad de
cooperación podrá ser posible. Toda revolución que no implique una metamorfosis
implosiva en las prioridades humanas habrá de ser baldía.
Autor: Jose Angel Hernandez
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