El
Monte Ararat, sagrado para los armenios aunque ubicado en Turquía,
aparece en muchas tradiciones y leyendas armenias como sede de
misteriosas tribus de Dragones, criaturas que moraban muy cerca de la
cima de esa impresionante montaña, elevada a más de 5.100 metros
sobre el nivel del mar.
Según
esos relatos, los dragones eran seres con una inteligencia muy
desarrollada, y poseedores de una gran destreza en el uso de la magia
y la hechicería.
También
se cuenta que tenían un tamaño gigantesco y una voz atronadora, y
aunque no hay consenso a la hora de definir cuál era su verdadera
apariencia, en general se les describe como enormes serpientes. No
obstante, las leyendas armenias subrayan que los dragones tenían la
capacidad de cambiar su apariencia a voluntad, de ahí que a menudo
no se les distinguiera de los hombres.
Esto
explicaría que en muchos relatos se asuma con naturalidad que hubo
matrimonios entre humanos y dragones, de los cuales nacieron híbridos
con cualidades extraordinarias, como los tres hijos de la reina
Anush, esposa humana de un jefe dragón.
En
la lengua armenia, al dragón se lo llama Vishap, una voz de origen
persa que significa “con saliva venenosa”. Vishap calificó
también a Azhi Dahaka, un dragón de tres cabezas y figura demoníaca
de la mitología persa.
Por
su parte, la mitología armenia hace la distinción entre “el jefe
de los dragones” y otros dragones; porque el dragón engendra y se
multiplica. Razón por la cual antiguas y bellas canciones hablan de
misteriosas historias en las que un dragón y su prole viven cerca
del Massis (Monte Ararat). Y las de un malvado dragón que secuestra
a una hermosa princesa que se llama Tigranuhi, hasta que el hermano
de la princesa, el legendario rey Tigranes combate con la bestia, lo
mata con su lanza y rescata a la doncella.
Otra
historia refiere el caso de la Reina Satenik, la hermosa esposa del
rey Artaxias, a quien hechizó un tal Argavan, jefe de la tribu de
los dragones, y tuvo una relación amorosa con él.
La
historia sugiere que Argavan indujo a Artaxias a participar de un
banquete en su honor en el palacio de los dragones. En plena fiesta y
traicioneramente, atentó contra su invitado real, Artaxias escapó
de la trampa con vida porque conservó a su reina infiel y murió de
muerte natural.
Otras
leyendas armenias cuentan que el dragón o los hijos de los dragones
acostumbraban a robar niños y reemplazarlos con un pequeño espíritu
maligno de su propia prole, que por lo general es siempre malvado.
Una
víctima de estos dragones y Devs (seres elementales) armenios fue
Artavasd, hijo del rey Artaxias, quien fue amigo de Aníbal en su
exilio y fundador de Artaxata. Cuenta la historia que durante su
corta vida, Artavasd, se mantuvo siempre leal a sus extraños
ancestros. Hasta que un día desapareció inesperadamente porque se
arrojó por un precipicio del Massis. Los espíritus de la montaña o
los mismos dragones lo recogieron y se lo llevaron con ellos.
La
más importante entre todas estas leyendas es la de Vahagn, el dios
armenio del fuego, los truenos y los relámpagos quien ameritó el
apodo de “cosechador de dragones” por haber combatido a los
dragones tal como lo había hecho Indra, la antigua deidad védica.
Los detalles de estos combates se han perdido en el tiempo, pero se
cree que en aquellos días los dragones habrían sido los aliados de
Vrtra.
Las
canciones épicas mencionan a Anush como esposa de un dragón y madre
de los hijos del dragón. Ella vivía en un barranco en el pico más
alto del Massis.
Los
registros permiten conjeturar que además del dragón había también
una raza de hombres-dragones, nacidos de la unión de dragones con
esposas humanas. No se tiene certeza de ello, sin embargo no se
sugeriría nada raro ya que la historia de las creencias humanas está
repleta de esos “padres serpientes” de hombres notables.
Igual
que otras culturas del mundo, los armenios asociaron los violentos
fenómenos meteorológicos con el dragón. En un curioso pasaje,
Eghisheh (siglo V) compara la ira de Yesdigerd I a una tormenta y al
dragón en el centro de la misma. Eznik habla de la “ascensión del
dragón” con lo que aparentaban ser bueyes en el cielo, y esta
aserción concuerda con las crónicas armenias del medioevo acerca de
la elevación del dragón, un evento acompañado siempre por truenos,
rayos y lluvias torrenciales.
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