El
Creador, el Antiguo, el Dominador y la Serpiente Emplumada son los
seres creadores de la humanidad mencionados en el Libro Sagrado
maya, el Popol Vuh, “Ellos que dan la existencia, cerniéndose
sobre el agua como una luz al amanecer”.
Se
pensaba que los antepasados mayas utilizaban el término «Ellos»
cuando intentaban hablar de los creadores de la humanidad.
Curiosamente, relatan cómo todo llegó a ser y podremos apreciar
claramente la supuesta influencia que tuvieron «Ellos» en la
creación del hombre.
Al
leer el capítulo Uno del libro encontramos lo siguiente:
«Estaban
ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz
(Serpiente Emplumada). De grandes sabios, grandes pensadores es su
naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el Corazón
del Cielo, que éste es el nombre de Dios. Así contaban. Llegó aquí
entonces la palabra, vinieron junto con Tepeu (el Dominador) y
Gucumatz (la Serpiente Emplumada), en la oscuridad de la noche, y
hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz.
Hablaron,
pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo,
juntaron sus palabras y su pensamiento. Entonces se manifestó con
claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer
el hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los
árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del
hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón
del Cielo, que se llama Huracán. El primero se llama Caculhá
Huracán (El Relámpago). El segundo es Chipi-Caculhá (El Surco del
Relámpago). El tercero es Raxa-Caculhá (El Rayo que Golpea). Y
estos tres son el Corazón del Cielo.»
Es
interesante señalar que el Creador, el Antiguo, el Dominador y la
Serpiente Emplumada no sólo crearon al hombre, sino que además:
«Luego
la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la
creación de la tierra. ¡Tierra!, dijeron, y al instante fue hecha.
Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación,
cuando surgieron del agua las montañas; y al instante crecieron las
montañas. Solamente por un prodigio, sólo por arte mágica se
realizó la formación de las montañas y los valles; y al instante
brotaron juntos los cipreses y pinares en la superficie.
Y
así se llenó de alegría Gugumatz, diciendo:
¡Buena ha sido tu venida, Corazón del Cielo; tú, Huracán, y tú,
Chípi-Caculhá, Raxa-Caculhá! Nuestra obra, nuestra creación será
terminada, contestaron. La tierra entonces fue cubierta con las
diversas formas de vida animal.
El
Creador y el Antiguo dice a los animales: Decid, pues, nuestros
nombres, alabadnos a nosotros. Pero ¡los animales no podían hablar
como un hombre! Entonces dijeron sus autores: Nuestra gloria aún no
es perfecta, ya que vosotros no podréis invocarnos. Guaridas y
alimentos tendréis, pero en cuanto a tu carne, se comerá. Este es
tu destino.»
¿Leemos
en este antiguo texto que varias veces «Ellos» trataron de crear al
hombre?. Parece como si estos seres hubiesen fallado al principio y
entonces «Ellos» se sentaran en el «cielo» y lo pensaran una vez
más.
«Vamos
a intentarlo de nuevo, hagamos de ellos los que han de ser nuestros
vehículos y alimentadores.»
Así
que los Creadores estaban decididos a crear al hombre:
«De
la tierra roja ellos moldearon su carne; pero cuando lo hicieron,
vieron que no era bueno. Él era incoherente, no tenía fuerzas, era
inepto, acuoso; había sido dotado con el habla, pero no tenía la
inteligencia; y luego se consumió en el agua sin ser capaz de
mantenerse en pie».
Parecía
como si el Creador, el Antiguo, el Dominador, la Serpiente Emplumada,
«Ellos» que engendran, «Ellos» que dan existencia, no hubiesen
quedado satisfechos con su creación y volvieran a desaparecer para
reunirse de nuevo:
«Una
vez más los dioses entraron en consejo. Se decidió que el hombre
fuera hecho de la madera del tzité (alcornoque), y la mujer de la
médula del zibac (sauce); pero el resultado no fue satisfactorio:
eran meramente maniquís de madera. Y éstas han sido las personas
que han habitado la superficie de la tierra. Existieron y se
multiplicaron, pero no tenían ni el corazón ni la inteligencia, ni
la memoria de sus creadores. Llevaban una vida inútil y vivían como
los animales. No eran sino un intento de hombres. Debido a que no
dirigían sus pensamientos hacia el Corazón de los Cielos, la faz de
la tierra se oscureció, y una triste lluvia comenzó a caer.
Llegaron (entonces) todos los animales, grandes y pequeños
(y los hombres fueron) golpeados en sus propias caras con palos y
piedras. Todos los que les habían servido hablaron, para
atormentarlos; incluso sus utensilios tomaron forma y voz para
añadirse a su miseria. Entonces los hombres corrían de aquí para
allá, desesperados. Buscaron refugio en los tejados, pero las casas
se derrumbaron sobre ellos; trataron de subir a los árboles, pero
los árboles les tiraban abajo; intentaron entrar en las cavernas,
pero las cavernas se cerraron ante ellos. De esta manera se logró la
destrucción de estas criaturas, salvo unos pocos de sus
descendientes que ahora existen en el bosque como pequeños monos.»
La
tercera parte del Popol Vuh continúa la historia de la creación con
el siguiente texto:
«Una
vez más los dioses comulgaron juntos, y el Creador y el Antiguo
hicieron cuatro hombres perfectos: su carne estaba compuesta
enteramente de maíz amarillo y blanco. El nombre del primero era
Balam-Quitze; el del segundo, Balam-Agab; el del tercero Mahucutah;
el del cuarto, Iqi-Balam.»
Y
aquí llega la parte más interesante del Popol Vuh:
«Ellos
no tenían ni padre ni madre, ni nacieron por efecto de los agentes
ordinarios en la obra de la Creación, sino que su venida a la
existencia fue un milagro extraordinario causado por la intervención
especial del Creador: Verdaderamente al fin, los dioses veían a unos
seres que eran dignos de su origen.»
Como
se puede observar en los párrafos anteriores del Popol Vuh, tenemos
descripciones detalladas de cómo unos seres, que no eran de la
Tierra, crearon al hombre.
La
Serpiente Emplumada (Kukulcán o Quetzalcóatl) en el Templo de Quetzalcóatl de Teotihuacán
(México).
Fuente:
Ancient Origins