23/9/19

Nag Hammadi (IV)


La herejía de los gnósticos Peratas, cuyas blasfemias contra Cristo han permanecido ocultas durante muchos años, expone una narración mitológica, entre las muchas que circulan, tomada de Herodoto, y lo hacen como si fuera desconocida para los oyentes. De esa narración saca toda la sustancia su secreta doctrina a partir de un único libro cuyo título es Baruc.

Dice que el mundo es uno, aunque dividido en tres partes. La primera parte de esta triple división puede ser dividida hasta el infinito por la razón, siendo la triada, según ellos, la primera y más importante de tales divisiones.
La segunda parte de la misma división es como una infinita multitud de potencias provenientes unas de otras. La tercera parte es lo separado. Lo primero es ingénito, esto es, bueno; lo segundo es el autogénito también bueno; lo tercero es lo engendrado. De ahí que hablan claramente de tres dioses, tres logos, tres intelectos, tres hombres. Pues a cada parte del mundo, diferenciada por la division, le atribuyen sus propios dioses, logos, intelectos, hombres y todo lo demás.

Dice Herodoto:
Heracles, al volver de Eritrea con los bueyes de Gerión, vino a parar a Escitia. Su camino lo condujo a una región desierta, en la que se echó al suelo para dormir un poco. Mientras dormía desapareció su caballo. Se levantó y lo buscó por el desierto, pero no logró encontrarlo. Encontró en el desierto a una muchacha semidoncella, y le preguntó si había visto su caballo. Ella dijo que lo habia visto, pero que se lo indicaría, si yacía con ella. Dice Herodoto, que era doncella de la ingle para arriba, mientras de la ingle abajo tenía una terrible forma de serpiente (Naga). Apremiado por la necesidad de encontrar a su caballo, Heracles consintió con la fiera, y la dejó preñada. Después de conocerla, Heracles le anunció que llevaba en su vientre tres hijos suyos, destinados a tener gran renombre. Y le ordenó que una vez nacidos les pusiera los nombres de Agatirso, Gelono y Escita. Entonces recibió de la muchacha el caballo como premio, y se marchó llevandose los bueyes. Herodoto se extiende mucho más narrando el mito.

La doctrina de Justino, traspone el mito para explicar el origen de todas las cosas:
Había tres ingénitos principios de todas las cosas; dos de ellos eran masculinos, uno era femenino. De los masculinos, uno es llamado Bueno, y es el único en ser llamado de esta manera; tiene presciencia de todas las cosas. El segundo es el Padre de todo lo engendrado, no presciente e invisible. El principio femenino, a su vez, es no presciente, irascible, tiene doble mente y doble cuerpo, (en todo parecido a la hembra de la fábula de Herodoto) hasta el sexo, doncella y abajo, víbora, como dice Justino la muchacha se llama Eden.

Ahora bien, el Padre, que no gozaba de presciencia y deseó a Eden (este Padre, aclara Justino, se llama Elohim). Dicen que Eden, por su parte, tambien deseó a Elohim. Por esta unión el Padre engendró de Eden doce ángeles para sí mismo, cuyos nombres son: Miguel, Amen, Baruc, Gabriel, Esadeo.... Luego viene la lista de los nombres de los angeles que Eden engendró: Babel, Achamot, Naas, Bel, Bellas, Satan, Sael, Adoneo, Cavitan, Faraot, Carcamenos y Laten.
Los nombres de los ángeles Paternos remiten a personajes o términos del Antiguo Testamento favorables a la divinidad. De los doce nombres de los ángeles Maternos, seis (Babel Naas, Bel, Bellas, Satán, Sael) se refieren a personajes o poderes hostiles a Dios; Achamot y Adoneo cuajarían mejor en la otra lista.

Dicen que hay veinticuatro ángeles, los patemos asisten al Padre y lo hacen todo de acuerdo con su voluntad, y los maternos lo mismo con respecto a la madre Eden.
El conjunto de todos estos ángeles constituye el Paraíso, acerca del que dice Moises: “Plantó Dios en Eden un Paraíso hacia Oriente”, es decir frente a Eden, para que ésta pudiera ver perpetuamente el Paraíso.
Los ángeles de este Paraíso son llamados alegóricamente árboles, y el árbol de la vida es el tercero de los ángeles paternos, Baruc, mientras que el arbol para alcanzar conocimiento del bien y del mal es el tercero de los ángeles maternos, Naas.
Así es como quiere interpretar las palabras de Moises, afirmando que este dijo esas cosas veladamente, porque no todos comprenden la verdad.

Una vez creado el Paraíso, a partir de la placentera unión de Elohim y Eden, los ángeles de Elohim tomaron tierra de la mejor, esto es, no de la parte bestial de Eden, sino que hicieron al hombre a partir de la zona que quedaba por encima del sexo, la cual tenía forma humana y era una noble región de la tierra. De la parte bestial, vinieron los animales y los demás seres vivos.
Hicieron al hombre símbolo de su unidad y de su amor, y establecieron en él sus respectivos poderes: Eden el alma y Elohim el espíritu. Y fue el hombre como un sello, como un recuerdo de amor, como un símbolo etemo del matrimonio de Eden y Elohim; y este fue Adán. Del mismo modo vino a existir Eva, como escribió Moises, imagen y símbolo, sello de Eden a custodiar eternamente. También en Eva fue establecida un alma que procedía de Eden y un espíritu que procedia de Elohim. Y les fueron dados mandamientos: “Creced y multiplicaos y heredad la tierra”, es decir, Eden (la parte terrenal). Así consta en el texto, según Justino.

Todo su poder, como si fuese su patrimonio, trajo Eden a Elohim en las nupcias. De aquí, afirma que, a imitacion de aquel primer matrimonio y hasta el día de hoy, las mujeres llevan dote a los maridos, por una ley divina y paterna acerca de lo sucedido con Eden respecto a Elohim.

Una vez hubieron sido creadas todas las cosas, tal como está escrito en el libro de Moises: “el cielo, la tierra y lo que en ella se contiene”, los doce ángeles de la madre se dividieron en cuatro principios, y cada una de esas cuatro partes recibió el nombre de un rio: Fison, Geon, Tigris y Eufrates, según dice Moises, prosigue Justino. Estos doce ángeles se combinan en cuatro grupos y gobiernan el mundo circundándolo por completo, habiendo recibido de Eden, en lo tocante al mando, una potestad a modo de satrapia. Sin embargo, no permanecen siempre en los mismos lugares, sino que dan vueltas como si danzaran en corro, pasando de un lugar a otro y recorriendo en tiempos e intervalos precisos los lugares que tienen asignados. Justino identifica los doce ángeles con el Zodíaco, dividido en cuadrantes. A cada ángel o grupo de ángeles maléficos se les asignaba un tipo de mal. (cf. Testamentum Ruben 3; Orígenes, Horn. Jos. 15, 5; Horn. Nm. 20, 3).

Cuando toca ejercer el dominio a Fison, en la correspondiente región de la Tierra se producen hambre, angustia y afliccion. Avara (pheidolon) es la disposición de estos ángeles. (Gen. 2, 1. Para los cuatro rios, cf. Gen. 2, 10-14).
Igual sucede con las partes asignadas a cada uno de los cuatro, de acuerdo con las respectivas potencias y naturalezas: malos tiempos y enfermedades, y así para siempre, según el predominio de las cuatro partes de los denominados rios, recorre el mundo sin cesar un flujo de males según la voluntad de Eden.
Ahora bien, la necesidad del mal vino por la siguiente causa: Una vez Elohim hubo elaborado y creado el mundo gracias a un común acuerdo, quiso ascender hacia las partes altas del cielo para observar si algo marchaba defectuosamente en la creación; y llevó consigo a sus propios ángeles. Era efectivamente de naturaleza ascensional y dejó a Eden abajo, pues siendo tierra no quiso seguir a su esposo hacia lo alto.
Elohim pues, llegó hasta el límite superior del cielo y al ver una luz mejor que la que el había creado, dijo: “Abridme las puertas, para que entre y confiese al Señor, pues creía ser yo Señor”.
Una voz le llegó desde la luz: “Esta es la puerta del Señor, los justos entran por ella”. Y en seguida se abrió la puerta y entró el Padre, sin los ángeles, hacia el Bueno, y vió “lo que ojo jamás vió, ni oído jamás escuchó, ni se le ocurrió a corazón de hombre alguno”.
Entonces le dijo el Bueno: “Siéntate a mi diestra”. Y el Padre le dijo al Bueno: “Permíteme, Señor, destruir el mundo que creé, pues mi espíritu ha sido encerrado en los hombres y quiero recuperarlo”.
Respondió el Bueno: “Nada malo puedes hacer estando conmigo; tú y Eden hicisteis el mundo de común acuerdo; deja pues que Eden tenga la creación hasta que le apetezca; tú permanece junto a mi”.
A la sazón, supo Eden que había sido abandonada por Elohim, y henchida de dolor convocó en torno a sí a sus ángeles y se embelleció adecuadamente por si Elohim se acercaba, la deseaba y descendía junto a ella. Pero como Elohim, fortalecido por el Bueno, ya no descendió más junto a Eden, ésta ordenó a Babel que estableciera entre los hombres adulterios y divorcios, de manera que, así como ella fue separada de Elohim, así también el espíritu que está en los hombres fuera apesadumbrado y apenado con tales divorcios y sufriera otro tanto de lo que sufría la abandonada Eden. Entonces otorgó un gran poder a su tercer angel, Naas, para que castigara con toda clase de azotes al espíritu de Elohim que está en los hombres, a fin de que a través del espíritu fuera castigado este, que había abandonado a la esposa rompiendo los pactos establecidos con ella.
Al ver todo esto, el Padre Elohim envió a Baruc, su tercer ángel, para socorro del espíritu que está en todos los hombres.
Baruc vino y se situó en medio de los ángeles de Eden, es decir, en medio del Paraiso, recordemos que el Paraiso eran los ángeles, en medio de los cuales se situó y ordenó al hombre comer y disfrutar de cualquier Arbol del Paraíso, mas no del árbol del conocimiento del bien y del mal, que es Naas; es decir, les prescribió obedecer a los otros once ángeles de Eden. Porque los once tienen ciertamente pasiones, pero no son transgresores; Naas, en cambio, sí lo es. Este se acercó a Eva, la engañó, y cometió adulterio con ella, lo cual es contrario a la Ley; se acercó luego a Adán y usó de él como de un muchacho, cosa también contraria a la Ley; de aquel vinieron el adulterio y la pederástia.

Desde entonces los males y los bienes dominaron a los hombres, proviniendo ambos de un único principio, a saber, del Padre. Pues al ascender hacia el Bueno, el Padre mostró el camino a los que deseaban remontarse; pero al apartarse de Eden dió inicio a los males que afligen al espíritu del Padre que está en los hombres.

Entonces Baruc fue enviado junto a Moises, y a través de él habló a los hijos de Israel para que se convirtieran al Bueno. Por su parte, el tercer angel (de Eden) oscureció los mandamientos de Baruc por medio del alma edénica que moraba en Moises -al igual que en todos los hombres- e hizo que atendieran a sus propios mandamientos. Por esto el alma se levanta contra el espíritu y el espirítu contra el alma. Pues el alma es Eden, el espíritu es Elohim, y ambos se hallan en todos los hombres, lo mismo hembras que varones.

Naas, la serpiente, ha sido definida como el árbol de la ciencia del bien y del mal (26, 6). Al igual que los Ofitas, Justino identifica a la serpiente con el ángel malo (cf. Adv. Haer. I 30, 5).
Baruc (el árbol de la vida, cf. 26, 6) asume el papel que en otros sistemas gnósticos pertenece al Cristo Salvador. Pero su categoría ontica es muy inferior a la de aquel. Baruc, en efecto, se limita a hacer de mensajero de Elohim, mero instrumento, a su vez, del Bueno (Genes. 2. 16 ss).

Fuentes: Los Gnósticos - Jose Montserrat Torrents - Editorial Gredos.


18/9/19

Nag Hammadi (III)

Los sacerdotes y adelantados de la doctrina Ofita fueron primero los denominados Naasenos, conocidos con el término hebreo "naas", que significa Serpiente.
Después se autodenominaron gnósticos, proclamándose los conocedores del profundo conocimiento. A partir de ellos surgieron variaciones de una herejía que seguía siendo la misma, pues no hacían mas que designar con nombres distintos idénticas cosas.

Veneraban a la serpiente, de ahí que todos los templos bajo el cielo reciban el nombre de Naos, de Naas. En su honor se establece todo templo, iniciación y misterio, de modo que no es posible hallar bajo el cielo un solo rito de iniciación que no tenga lugar en un templo, y en él está el naas, de donde le viene el nombre de templo.

Enseñaban que la serpiente es la substancia húmeda, como opinaba Tales de Mileto, y que nada de lo que existe, inmortal o mortal, animado o inanimado, puede subsistir fuera de la serpiente. Todas las cosas le están sometidas, contiene en si misma la bondad de todas las demás cosas y otorga la belleza a todos los seres de acuerdo con su propia naturaleza y su peculiaridad, como si anduviese a través de todo como surgiendo del Edén. Y dividiéndose en cuatro principios, Edén es el cerebro, dicen, por cuanto está construído y trabado dentro de las membranas circundantes, que son como los cielos.

Afirmaban que el Paraíso es el hombre, pero solo la parte de la cabeza. Ahora bien, el rio que fluye del Edén, es decir, del cerebro, se divide en cuatro principios:

El nombre del primero es Fisón; este es el que circunda toda la tierra de Eilat, donde hay oro; un buen oro es el de aquella tierra. Allí se da también el carbunculo y la piedra verde. Esta es el ojo que, por el honor que le es debido y sus colores, da testimonio de lo dicho.

El nombre del segundo rio es Geón. Este circunda toda la tierra de Etiopía. Este es el oido, una cosa laberíntica.

El nombre del tercero es Tigris, el que discurre frente Asiria. Este es el olfato, pues tiene una corriente poderosa. Y discurre frente a Asiria, pues tras expeler el aire en la respiración, resulta que, inspirando el aire, aspira un pneuma mas rápido y fuerte. Tal es, dice, la naturaleza de la respiración.

El cuarto rio es el Eúfrates. Afirmaban que este es la boca, a través de la cual se realiza la salida de la oración y la entrada del alimento que alegra, nutre y da figura al hombre perfecto y espiritual.
Tal hombre carece de honor en el mundo, pero está colmado de honores en el cielo. Aquí está con los que no lo conocieron y con los que no lo conocen, algo así como la gota que rezuma de una vasija.

Y dicen del agua que está encima del firmamento, acerca de la cual dijo el Salvador: “Si supieras quien es el que te pregunta tú le pedirías a él, y te daría a beber agua viva”.
A este agua acude toda naturaleza y de ella escoge sus propias substancias, y para cada naturaleza sale de este agua lo propio, más que el hierro es atraído por la piedra magnética, o el oro por la espina de la raya o la paja por el ambar.
Si hay un ciego de nacimiento que no ha visto la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, por medio de nosotros recobrará la vista y verá. Como en un Paraíso lleno de plantas y toda clase de simientes, el agua discurre a través de todas las plantas y simientes; y observará como de una sola e idéntica agua seleccionan y absorben el olivo su aceite, la viña su vino, y así las demás plantas según su especie.
Nosotros somos, afirman, los espirituales, los elegidos por mediación del agua viva del Eúfrates que discurre por medio de Babilonia, los que avanzamos hacia lo que nos es propio entrando por la verdadera puerta, que es Jesús el Bienaventurado. Y entre todos los hombres nosotros somos los únicos cristianos. Junto a la tercera puerta, nosotros llevamos a su perfección los misterios, y allí somos ungidos como ocurrió con David, y con Saul, el que convivió con el malvado demonio de la concupiscencia carnal.
Continuará...

11/9/19

Nag Hammadi (II)

En el trabajo de Hipólito, las fuentes son conocidas solo en parte. La reproducción se revela fiel, a veces literal de los textos tomados de Ireneo. El testimonio de Hipólito puede ser recibido tanto en su vertiente doctrinal, como en su aspecto histórico.
Cuando se trata de fuentes que desconocemos, el problema es dificil, pero no puede resolverse con un rechazo apriorístico. Algunos de los documentos reseñados por Hipólito presentan coherencia y unidad estilística, como la crítica ha ido demostrando (exégesis del Himno de Atis, en el libro V; Apophasis Megale, en el libro VI; el Evangelio de Tomás citado en V 7, 21, hallado en Nag-Hammadi). Las fuentes más sospechosas parecen ser las de los Peratas y de los Setianos; pero deberan exigirse argumentos muy serios para rechazar su autenticidad. Y tales pruebas no han sido aducidas hasta el momento.

Es preciso atender a los diversos procedimientos empleados por Hipólito en su trabajo. Sus agrupaciones de sectas, no dicen gran cosa. Procede a veces por extractos (peratas, Apophasis, Megale) a veces, por resumenes (setianos, Justino, Valentin). En ocasiones presenta un resumen-extracto (exegesis del Himno de Atis). Su información es casi siempre incompleta. Elimina, por ejemplo, pasajes exégeticos (Valentin, Marcos), o la doctrina acerca del Dios trascendente (naasenos, peratas, setianos). Sin embargo, pretende dar la impresión de que cada secta constituye un sistema.

Una cuestión especial en testimonio de Hipólito, es la exposición sobre los “naasenos”. En su libro V, Hipólito emprende la recensión de las herejías cristianas, comenzando por los veneradores o adoradores de la serpiente. Entre los sistemas reseñados en el libro V, solo el propiamente dicho de los naasenos (distintos de los gnósticos) presenta un verdadero culto de la serpiente. En los peratas la serpiente forma parte de una amplia alegoría; en los setianos y en el Libro de Baruc su función es decididamente negativa.

La agrupacion de Hipólito se revela, pues, artificiosa; sus herejes especulan sobre la serpiente, pero no todos la veneran. En realidad, el libro V es una colección de exégesis alegóricas del Génesis, probablemente recopilada con finalidad heresiológica por algún eclesiástico anterior a Hipólito.
Fuera del aspecto exegético, las coincidencias entre los sistemas reseñados son menores. Peratas y Setianos, y más tenuemente el Libro de Baruc, pretenden extraer de los primeros capítulos del Génesis una cosmología de corte platonizante.
Hipolito no distinguió entre naasenos y gnósticos, asignó a cada hereje un patrón entre los antiguos griegos, seleccionando luego los pasajes que hicieran verosimil tal atribución; para acabar de denigrar a sus adversarios, les achacó a todos el horrendo culto de la serpiente.

En la teologia mística griega la serpiente es símbolo del conocimiento profundo. La Pitia aparece, a veces, representada con una serpiente sobre las rodillas y, en ciertos misterios, el iniciado pasaba por su pecho una serpiente mientras Filón de Biblos la llama “el más espiritual de los animales” (C. Müller, Fragm. Hist. Graec.,1841-1870, III, 572). Estaba bien dotada de espiritu profético. Casandra poseyó el don de la profecía gracias a los lamidos de dos serpientes y, del mismo modo, consiguió Melampo entender el lenguaje de los pájaros. En cambio, en la tradición semítica la serpiente aparece con tintes negativos: engaña a Eva en el Paraíso, es el Leviatán, monstruo maligno, etc.
Era de esperar que la gnosis anti-judáica glorificara a la serpiente bíblica, que se enfrentaba con Yahwé, el Dios inferior. Del mismo modo se recupera a Cain, a Esau, a los sodomitas...
En el vestíbulo de la tumba de Viale Manzoni, en Roma, perteneciente a una secta probablemente gnóstica, el dragón ocupa el lugar central de la bóveda (véase J. Carcopino, De Pythagore awe Apdtres, Paris, 1956, pág. 116)
Continuará...

4/9/19

Nag Hammadi (I)

Cuevas en la base del macizo de Jabal al Tarif.

La colección más importante de textos gnósticos Coptos es la encontrada en 1.946 en la población egipcia de Nag Hammadi, a unos 100 kms. al Norte de Luxor, junto al antiguo cenobio de Khenoboskion (Jabal al Tarif).
La región donde se encuentra la población de Nag Hammadi, era de gran actividad cenobítica y monacal en los finales del siglo III y durante todo el siglo IV, pues en ella se asentó buena parte de la actividad de los conocidos como Padres del Desierto.

Los Manuscritos de Nag Hammadi o Biblioteca de Nag Hammadi (también conocidos como los Evangelios Gnósticos) son una colección de textos, en su mayor parte adscritos al Cristianismo Gnóstico primitivo. Aunque escritos en copto entre los siglos III y IV e.c., se estima que los originales griegos perdidos de los que provendrían lo fueron entre los siglos I y II. La mayoría de los códices están redactados en la variedad dialectal sahídica del copto.

Los trece códices de papiros, se dispersaron al principio en manos de los anticuarios, pero en la actualidad están recogidos en el Museo Copto de El Cairo y en el Instituto Jung de Zurich. Se ha completado la edición facsimil de la biblioteca, editada bajo los auspicios del gobiemo egipcio y de la UNESCO.
El conjunto comprende 53 tratados, papirologicamente datables en torno al 400, redactados en diversos dialectos coptos y copiados por diversas manos.

Es dificil adscribir todos los tratados, o por lo menos la mayor parte de ellos, a una sola corriente gnóstica, ya se trate de las conocidas, ya se invente una hipotética escuela gnóstica de Nag-Hammadi. Ni por la lengua, ni por el contenido, ni por el contexto referencial es posible discernir unidad en la biblioteca. El origen de la recopilación habría que buscarlo en motivaciones externas, ninguna de ellas verificable en el estado actual de la documentación sobre los cenobios del Alto Egipto en los siglos V-VI.

El material copto-gnóstico puede ser clasificado, desde el punto de vista de su contenido en dos grandes grupos:
-Textos gnósticos cristianos: 
1. Originariamente cristianos. 2. Con adiciones cristianas.
-Textos gnósticos no cristianos: 
3. Con contexto veterotestamentario y judaico. 4. Con contexto filosófico.

El descubrimiento de la biblioteca gnóstica de Nag-Hammadi despertó grandes esperanzas entre los investigadores, por fin se establecía contacto directo con los textos de los mismos gnósticos.
Los descubrimientos de Nag-Hammadi redoblaron el interés por el tema, contribuyendo a engrosar la hueste de los investigadores.
El primer gran trabajo de este periodo, “La gnose valentinienne et le temoignage de S. Irenee”, de F. M. Sagnard (1949), dejó establecida la fiabilidad de Ireneo como fuente para el conocimiento del gnosticismo, fiabilidad que han corroborado los documentos de Nag-Hammadi.

McL. Wilson (The Gnostic Problem,1958, y otros trabajos) ha contribuido a clarificar los problemas y a deslindar los campos. Schoeps y Danielou, por su parte, al poner de relieve los variados temas de la especulación judeo-cristiana, facilitaron la inserción del gnosticismo en su contexto propio.
Hoy ya nadie duda de la influencia del judaísmo sobre el gnosticismo, aunque la intensidad y el ámbito de esta influencia siguen siendo tema de debate, en el que juegan un importante papel Quispel, Bohlig y Grant.

La gnosis judaica es una exégesis del Antiguo Testamento que adapta los dogmas bíblicos a las categorías del pensamiento helenístico, principalmente platónico.
El ámbito principal de esta reinterpretación es la cosmología, con apertura hacia la teodicea y la antropología. La exégesis versa fundamentalmente sobre los primeros capítulos del Génesis.
Por su misma naturaleza, esta enseñanza se dirige a una minoría, por lo que responde a la definición convencional de gnosis. Cronológicamente, este movimiento se inicia en el siglo I, y a través de la mística talmúdica, enlaza con el esoterismo judío medieval.

Los primeros herejes en venerar a la serpiente, imaginando doctrinas bajo la inspiración de este animal, fueron los sacerdotes y adelantados de esta doctrina denominados Naasenos conocidos con el término hebreo, Naas, que significa Serpiente.
Continuará...