25/10/20

Ofitas de Perú (IV)

                     Mina de Topía

En la provincia de Topira, actual Topía en Perú, los conquistadores españoles vieron un templo, frente al cual había un foso que contenía una gran imagen de una serpiente de diversos metales, con la cola en la boca. Un hombre era sacrificado cada año.

Los ancestros peruanos adoraban a las serpientes y las mantenían representadas en sus templos y casas.
La adoración de la serpiente en Perú fue eventualmente reemplazada por la superstición solar de los Incas. Habiéndolo suprimido en su propio país, llevaron a cabo una guerra de proselitismo en los estados vecinos. 

Tupac Yupanqui, el undécimo inca, conquistó a los chacapuyanos y mató a su deidad, la Serpiente. Esa provincia se encontraba al Este de Cajamarca. Luego venció a la Huacrachuca que también adoraba serpientes, y las mantuvieron siempre dibujadas en sus casas y templos.

En la guaca El Toro, un yacimiento arqueológico situado en el distrito de Oyotún, en el departamento de Lambayeque, en el norte de Perú, un equipo dirigido por el arqueólogo peruano Walter Alba (el descubridor de las tumbas reales de Sipán en 1987) hizo un descubrimiento sensacional: un templo megalítico de hace unos 3.000 años donde, muy probablemente, se llevaron a cabo rituales de culto al agua, y que fue levantado por una civilización hasta ahora desconocida.

La monumental estructura está rodeada de imponentes muros. Delante del templo hay una plaza en la que se alza un altar que presenta unos pequeños orificios que, según Alva, son típicos de los altares de agua que se encuentran en otros lugares, y se halla en los manantiales del río Valle de Zaña.
De hecho, la situación del templo es importante, ya que está ubicado en lo que se llama el Tinkuy, es decir, la unión de dos ríos que eran espacios sagrados en las culturas antiguas. La unión del río Nanchoc con el Udima para formar el río Zaña.


15/10/20

Ofitas de Perú (III)


En la ciudad de Chan Chan, al norte de Perú y muy cerca del océano Pacífico, un grupo de investigadores descubrió el que se considera el mayor sacrificio humano no solo del continente americano, sino del mundo entero. Todas las víctimas son menores de edad, de entre 5 y 14 años.

Según ha revelado National Geographic, colaborador en la excavación arqueológica, este curioso ritual tuvo lugar hace 550 años, entre el 1.400 y 1.450, durante la presencia de “El Niño” un fenómeno climático que nace por el calentamiento de las aguas del océano y que provoca fuertes lluvias e inundaciones.
Para el sacrificio, se utilizaron más de 140 niños y 200 llamas jóvenes, que fueron encontrados muy cerca del llamado Huanchaquito-Las Llamas, en un acantilado a 300 m. sobre el nivel del mar.

En un punto concreto del antiguo Imperio Chimú donde ya fueron hallados en 2.011 los restos de otros 42 niños y 76 camélidos. Un descubrimiento que motivó la excavación que ahora ha destapado este ritual a gran escala. Los restos óseos de los cuerpos presentan cortes en el esternón y dislocaciones de costillas, lo que señala que les cortaron el pecho para extraer su corazón. Junto a ellos, un hombre y dos mujeres adultas cuya función en la ceremonia todavía es un misterio.

Todas las víctimas del sacrificio fueron asesinadas y enterradas al mismo tiempo, ya que la capa de barro seco que cubre la fosa, de casi 700 metros cuadrados, permanece prácticamente inalterada.
La mayoría de niños presentan una sustancia roja en el rostro, compuesta por azufre y mercurio, y están enterrados mirando al mar. Posiblemente ofrendaron lo más importante que tenían como sociedad y lo más importante es el futuro, los niños, aseguró Gabriel Prieto, líder de la excavación.

Los expertos han quedado sorprendidos ante la naturaleza de este acto, hasta ahora inexistente en la civilización precolombina chimú. A lo largo de la historia, los sacrificios humanos han formado parte de otras culturas ancestrales como los aztecas, los mayas o los incas, pero jamás en esta zona.

Continuará...

1/10/20

Ofitas de Perú (II)

        Guaca del Dragón en Trujillo (Perú)

La relación próxima entre el hombre andino y las guacas puede comprobarse por la gran cantidad que hay dispersas en el Tawantinsuyu, las mismas que en algunos casos, aún en la actualidad son objeto de veneración. Como centro religioso, las guacas son también famosas por ser el lugar donde se depositaban ofrendas.

En los Andes centrales del territorio del actual Perú, fue el lugar de donde según la mitología inca salió la primera pareja formadora de cada comunidad andina (aillu) después del diluvio universal, de acuerdo al mandato de Apu Kon Ticci Viracocha (en quechua: Apu Qun Tiqzi Wiraqucha), El Hacedor, que les determinó un tiempo y lugar donde deberían resurgir a fin de que se volviera a repoblar la tierra y fueran los padres de las diferentes naciones o comunidades andinas (Manco Cápac y Mama Ocllo fueron una de estas parejas).

Es este lugar de origen (que podía ser una cueva, un árbol, el sitio donde cayó un rayo, un cerro, una mina, un lago, etc.) donde los aillus más prósperos solían construir los respectivos adoratorios de adobe (costa), piedra (sierra) o sobre una isla (lago), lugares que por extensión también fueron conocidos como guacas. También por mandato de Wiracocha, estas primeras parejas fundadoras del aillu retornaban al estado en que salieron a su muerte y se volvían las deidades protectoras (apus) de la comunidad a los que se veneraban.

Los soldados imperiales incas marchaban a la guerra formados por escuadrones de acuerdo a su comunidad de origen y por lo tanto tótems que representaban a su respectiva guaca (el rayo, el cóndor, el cerro, el arcoíris, etc.), por ello una de las maneras más terribles para castigar a los pueblos muy rebeldes era justamente la destrucción de sus guacas y momias, con lo que se rompían los vínculos que mantenían unida a esa comunidad; por la misma razón, cuando se conquistaba un reino de respeto en el que se reconocía de la misma cultura y cosmovisión andina el rey vencido (o un rey aliado de buena fe) era reconocido y llevado con todos los honores a la ciudad del Cuzco, donde a su muerte su momia pasaba a integrar y vivir espiritualmente como un todo con el Ombligo del Mundo, de ahí el estatus de sagrada de la ciudad imperial como mayor centro religioso andino, porque de esta manera la sagrada Guaca Viviente (el sinchi, curaca o Capac, jefe, señor feudal o rey), descendiente de la primera guaca, solo fijaba un nuevo punto de adoración. Tal es el caso del Chimú Cápac o Rey Chimú (descendiente del Señor de Sipán) y de los reyes Lupaca y Zapana de los dos Reinos Collas (aymaras) del Altiplano, derrotado uno, aliado del otro.
En el Cusco, los ceques consistían en líneas imaginarias que partían desde el Coricancha y se dirigían hacia cada guaca, conformando un total de 328 guacas. Cumplían funciones de orden político, social y religioso.
El Coricancha era el principal templo de la cultura inca. Al amanecer del equinoccio, el Sol atraviesa la puerta del recinto oriente y cruza el pasillo de la guaca. Al atardecer realiza el camino inverso. La diagonal del pasillo de acceso señala la línea Norte-Sur. Mediante este sencillo método, y utilizando barro y piedras como materiales de construcción, los astrónomos incas lograban observaciones de gran precisión.

En Colombia, guaca se refería entre los pijaos, a lugares sagrados o con valor religioso, santuarios naturales (cavernas, volcanes, fuentes de agua), templos para ritos y otros lugares sagrados para sus comunidades como las tumbas de sus ancestros; en general espacios en los que se celebraba respeto sacramental.

Algunos cronistas de indias lo describen así:
...Hubo en las Indias gran curiosidad de hacer ídolos y pinturas de diversas formas y materiales y a estas adoraban por dioses las llamaban Guaca. (P. Acosa).

...Llamaban a estos cementerios que ellos tienen por sagrados, Guaca. (Cieza de León)

Continuará...