31/12/18

La Serpiente en Mesopotamia (II)


La Piedra Michaux pertenece al período de la dominación Casita de Babilonia, escrita en lengua acadia mediante símbolos cuneiformes, data del siglo XII a.C.
Descubierta en 1.782 por el bótanico francés André Michaux, fue el primer testimonio de la civilización mesopotámica que llegó a la Europa moderna.

La Dinastía Casita se extendió por Mesopotamia en la zona de los ríos Tigris y Eufrates, conquistó Babilonia en 1.531 a.C. hasta que en 1.155 a.C. fueron derrocados por los elamitas.

En la piedra se muestran los seis niveles de la Montaña del Mundo que en orden descendente son el planeta Venus representado por Ishtar, la diosa de la vida, la luna creciente del dios lunar Sin y el disco solar de Shamash, bajando hasta los elementos del abismo oceánico. Una enorme serpiente se yergue por todo el lateral izquierdo inclinándose en la parte superior para mostrar su cabeza por encima de la luna creciente.


Descripción del texto:
Kassite dynasty, about 1125-1100 BC. (southern Iraq).
The cuneiform inscription on this kudurru records the granting by Eanna-shum-iddina, the governor of the Sealand, of five gur of corn land in the district of Edina in south Babylonia to a man called Gula-eresh.
The boundaries of the land are laid out; the surveyor is named as Amurru-bel-zeri and the transfer completed by two high officials who are also named. Nine gods are invoked to protect the monument, along with seventeen divine symbols.
The symbols of the important Mesopotamian gods are most prominent: the solar disc of the sun-god Shamash, the crescent of the moon-god Sin and the eight-pointed star of Ishtar, goddess of fertility and war. The square boxes beneath these signs represent altars supporting the symbols of gods, including horned headdresses, the triangular spade of Marduk, and the wedge-shaped stylus of Nabu, the god of writing.

A prominent snake is shown on many kudurru and may, like many of the symbols, be related to the constellations.

The text ends with curses on anyone who removes, ignores or destroys the kudurru.
The Sealand was one of the wealthiest regions of Babylonia. A dynasty called Sealand first appears in records dating to the middle of the second millennium BC. It controlled the coastline of the south of Iraq and thus the trade routes down the Gulf. The Sealand rulers were defeated by the Kassite kings of Babylon in the fifteenth century BC. and governors like Eanna-shum-iddina were appointed to administer the region.

La serpiente siempre está presente en los kudurrus, quizás como influencia protectora y en cualquier caso sugiere un elemento benefactor.



27/12/18

La Serpiente en Mesopotamia (I)


El tipo más distintivo de objeto de la Mesopotamia Casita es la piedra límite, mojón o kudurru, término utilizado que sirve para designar el mojón o piedra en la que se constata una concesión real, inscrita generalmente en piedra ovalada o con forma de columna.
Eran documentos oficiales de donación emitidas por los reyes o por funcionarios de alto cargo, con el fin de proclamar públicamente que a determinada persona se le concedía determinada porción de tierra junto con la remisión de ciertos impuestos y la imposición de ciertas obligaciones.
Se instalaban en el campo o propiedad que se concedía; en los archivos de los templos depositaban copias de su texto en tablillas de arcilla con el fin de asegurar su conservación oficial.

Característica de estas piedras límite es el tipo de esculturas en relieve en las que varios símbolos divinos, colocados a veces en estrados o asientos, representan a la "deidad entronizada" y sirven para proteger el monumento.
En algunas de ellas, las figuras talladas representan al propio rey, solo o con la persona que recibe la concesión. Protección complementaria se obtenía por medio de complicadas maldiciones, execraciones y bendiciones inscritas en la kudurru para impedir mágicamente que se la moviese de lugar o destruyese.


En esta pieza destaca la serpiente enroscada alrededor del eje. Procede del reinado de Marduk-apal-iddina I (1171-1159 a.C.). El dibujo es la proyección de la parte superior del kudurru (adaptado de El Antiguo Oriente de Mario Liverani).
Los números indican nombres de dioses: 1- Sin, 2- Ishtar, 3- Shamash, 4 y 5- Anu y Enlil, 6- Ea, 7- Gula, 8- Ishkhara, 9- Ninurta, 10- Zababa, 11- Nabu, 12- Nergal, 13- Nusku, 14- Adad, 15- Marduk, 16- Papsukkal, 17- Shuqamuna y Shumalia y 18- Ishtaran, dios de la justicia.

Continuará...

13/12/18

Heracles y la Hidra


Zeus, rey de los dioses olímpicos, yació con la mortal Alcmena engendrando a Heracles. La diosa Hera, celosa por la infidelidad de Zeus, intentó causar la muerte a Heracles en diversas ocasiones a lo largo de su vida.

Heracles llegó a la edad adulta y se casó con la princesa Mégara, con quien tuvo varios hijos. Hera provocó un ataque de locura a Heracles, durante el cual este asesinó a su esposa e hijos. Entonces la sibila del oráculo de Delfos le encomendó como penitencia la realización de diez trabajos que le ordenase su primo Euristeo, rey de la Argólida. Esos diez trabajos más dos adicionales, al considerar Euristeo inválidos dos de los iniciales por no completarse sin ayuda, formaron los denominados “Doce Trabajos de Heracles”.
El segundo de ellos consistía en matar a la Hidra de Lerna, un monstruo con forma de Serpiente de varias cabezas, que habitaba en la laguna cercana a la ciudad, en el golfo de la Argólida cerca de Nauplia, si bien los arqueólogos han confirmado que este lugar sagrado es anterior incluso a la ciudad micénica de Argos, pues Lerna fue el lugar del mito de las Danaides. Bajo sus aguas había una entrada al inframundo que la Hidra guardaba.

La Hidra era hija de Tifón y Equidna y en algunas tradiciones fue madre de Quimera. Fue criada por Hera cerca de la fuente Amimone en Lerna. Se decía que era hermana del león de Nemea y buscaba venganza por su muerte en manos de Heracles, y había sido elegida como trabajo para Heracles, de forma que éste muriese.

Tras llegar a la ciénaga cercana al lago Lerna, Heracles (o Hércules) y su sobrino Yolao se cubrieron sus bocas y narices con una tela para protegerse del aliento venenoso de la Hidra. Heracles disparó flechas en llamas al refugio del monstruo (la fuente de Amimone) para obligarla a salir. Entonces se enfrentó a ella con su espada y empezó a cortarle las nueve cabezas que tenía. Pero cada vez que se le cortaba una, otra renacía en el mismo lugar más fuerte que la anterior. Su sobrino le ayudó quemando el cuello de la cabeza cortada para que no renaciera otra. Al final, la Hidra murió sin cabezas y Heracles mojó las puntas de sus flechas con la sangre de la Hidra para que así fueran mortíferas para quienes hiriese.
Este trabajo fue uno de los considerados como inválidos por Euristeo, ya que Heracles recibió la ayuda de su sobrino para llevarlo a término

La Hidra de Lerna tiene muchos paralelismos en las Religiones del Medio Oriente antiguo. En particular, la mitología sumeria, babilónica y de asiria celebraban las acciones de la guerra y del dios cazador Ninurta, a quien el Angrim atribuyó matar a 11 monstruos en una expedición a las montañas, incluyendo una Serpiente de siete cabezas posiblemente idéntica a Mushmahhu y Bashmu, cuya constelación (a pesar de tener una sola cabeza) fue asociada más tarde por los griegos con la Hidra. La constelación también se asocia a veces en contextos babilónicos con el dragón de Marduk, el Mushhushshu.

Fuente:https://es.wikipedia.org/wiki/Hidra_de_Lerna

9/12/18

Tifonomaquia


Con el nombre de Tifonomaquia se conoce el combate librado entre Zeus y Tifón, en el que estaba en juego la instauración de un nuevo orden, alentado por el Cronida, frente a uno de los últimos ataques de las fuerzas primitivas, caóticas, y al mismo tiempo, indispensables de la naturaleza, representadas en la figura serpentiforme de Tifón.

El esquema de esta contienda se atiene a los patrones que enmarcan otros combates cósmicos entre la serpiente primordial y una divinidad. A raíz de los enfrentamientos surgidos en el seno de una familia divina desencadenados para hacerse con el poder supremo, y cuando uno de sus miembros parece haberse hecho con el trono, hace su aparición un monstruo ofídico, que casi siempre alentado por las fuerzas primitivas subyugadas por el nuevo soberano, desafía la supremacía de éste recién conquistada.

Sobre el combate entre Zeus y Tifón hay varias tradiciones, destacando sobre todo la versión de Hesíodo en la Teogonía y la de Apolodoro en su Biblioteca Mitológica, sin olvidar la curiosa variante que ofrece Nonno de Panópolis en las Dionisiacas.

En Apolodoro, el combate se inicia cuando Tifón comienza a lanzar piedras candentes contra el cielo, lo que provoca que los dioses, asustados, huyan a Egipto metamorfoseados en diversos animales. El momento supremo del relato está representado por el duelo que (en el monte Casio, en Siria) enfrenta a los dos contendientes.

El monstruo logra herir a Zeus con una hoz de acero, lo aprisiona entre sus anillos serpentiformes, le corta los tendones de pies y manos, y los deposita en la cueva Coricia encomendando su vigilancia a la dragona Delfine. No es sino con la ayuda del engaño a Tifón por parte de dioses secundarios, Hermes y Egipán (en Apolodoro) y Cadmo (en Nonno) como Zeus puede sobreponerse, recobrar sus energías, salir victorioso en la contienda y proclamarse el nuevo dios soberano de los cielos y vencedor del caos caracterizado por las potencias ctónicas representadas en la figura serpentiforme de Tifón.

Este aspecto, al igual que otros muchos del combate entre Zeus y Tifón, tiene su paralelo en el mundo oriental, con toda una tradición de mitos en los que el dios de la tormenta no podría haberse impuesto sobre el monstruo sino hubiera sido por el auxilio de otros dioses o en ocasiones, mortales, por ejemplo: Upasiya en el mito hitita, Istar ayudando a Tesub, Ea a Marduk y Seth a Ra.

Las serpientes que conformaban su físico, según podemos ver en las representaciones que del monstruo hicieron helenos, etruscos y romanos, revelan esa identidad.
Tifón era hijo de Gea, de la Tierra, aspecto en el que todas las fuentes concuerdan, exceptuando la rara confusión de Higino cuando afirma que Tártaro engendró de Tártara a Tifón.
Hesíodo lo hace hijo de Gea y Tártaro, considerando su nacimiento como una venganza por la expulsión de los Titanes del cielo por Zeus. El Himno homérico a Apolo nos lo presenta como hijo de Hera sin la intervención de Zeus, pues ésta se negaba a yacer con su olímpico esposo, encolerizada como estaba por el nacimiento no genético de Atenea de la cabeza del Cronida. No obstante, Hera no consigue este monstruoso hijo sin antes imprecar a la Tierra, al Cielo y a los Titanes que moraban en el Tártaro.

Una tercera versión nos la da un escoliasta, para quien Tifón fue hijo de Gea con la intervención de Crono, idea que parece compartir Ovidio, para quien Tifón era un monstruo salido de lo más profundo de la tierra e hijo de la tierra, aunque el poeta no nombra ningún principio masculino. El hecho importante no radica en quién fuera el padre del monstruo, sino en que su madre era la misma Tierra. Este papel de la Tierra al lado de su hijo monstruoso debe de ser particularmente recalcado, pues el sometimiento de Tifón viene a ser, en última instancia, el sometimiento de la propia Gea, aquella diosa madre serpiente que, desde el Paleolítico y como reflejo de la estructura social matrilineal existente, daba la vida, la muerte y la regeneración.

Una vez que Tifón es derrotado, el mensaje que se lanza es claro; las armas del gigante son colgadas por Temis de lo alto del vestíbulo del Olimpo a fin de exponerlas como objeto de terror ante la insensata Tierra, madre de futuros gigantes. (Nonno de Panópolis, Dionisiacas 710).

La sublevación de Tifón significa uno de los últimos intentos de la Tierra por resistir al avance de la nueva generación de dioses jóvenes caracterizados por un dinamismo que se contrapone frontalmente al inmovilismo típico de los dioses ancianos que dieron origen al mundo. Es la furia de la Tierra la que da origen a Tifón, y la derrota de su hijo es la suya propia. En casi todos los relatos se ve el sufrimiento físico de ésta a medida que el monstruo va siendo derrotado. Además, los golpes que Zeus descarga no sólo se dirigen a Tifón, sino que al mismo tiempo azota la tierra alrededor de él. Ésta arde, gime, se abre en grietas debido al fuego que origina el rayo, llora al ver el rostro quemado de su hijo, como lo hará en otras ocasiones, cuando vea derrotados también a otros monstruosos vástagos suyos.

La compasión de la Tierra por sus hijos derrotados también se deja ver en un pasaje de las Argonáuticas de Valerio Flaco: …en torno a ella se ven monstruos enormes de gigantes terrestres en otro tiempo enfrentados por obtener el cielo. Compadecida de éstos, su madre los vistió de rocas, árboles y riscos y los puso en pie a manera de montes que se elevan al cielo.
Hasta el final del combate Gea permanece al lado de su hijo, cuando éste es sepultado bajo el Etna, convirtiéndose así en prisionero dentro de la misma divinidad que lo engendró y de quien adquirió su característica más espantosa: las serpientes que conformaban su cuerpo.
No obstante, la tierra se sobrepone a la adversidad y quizá por su propio bien, la vemos en Hesíodo instando a Zeus, después de la victoria, a que reine sobre los inmortales.

La existencia de Tifón no acaba una vez que es vencido, pues en la Teogonía de Hesíodo se relata cómo, a partir de su cuerpo se crean elementos nuevos. Del cuerpo de Tifón emana una nueva creación que da lugar a los vientos soplantes, algunos benéficos y otros maléficos, sobre todo para los marineros.
De este modo, aunque el monstruo serpentiforme perdió la batalla contra el cielo, siguió estando presente en el nuevo orden del mundo que en Hesíodo surge tras la contienda, lo que viene a poner de manifiesto que, como representante del caos, Tifón era indestructible.

Un monstruo telúrico no puede ser destruido totalmente. En las versiones que no hablan de esta creación a partir de su cuerpo, éste sigue presente bajo el Etna, en el Tártaro e incluso en las armas colgadas en el vestíbulo del Olimpo, su amenaza, aunque menguada, permanece en estado latente como aviso a generaciones futuras y sobre todo como aviso a la insensata Tierra, madre de futuros gigantes.

Donde encontramos una manifestación mucho más arcaica de este mitologema es en el mundo babilónico, el paralelo babilónio “Enuma Elish” Poema de la Creación babilónico: ...“cuando en lo alto”, son las primeras palabras del himno, nos hace asistir a uno de los más feroces y primitivos combates entre monstruos ofídicos y dioses.
La finalidad de este poema es cantar la gloria de Marduk, dios supremo para los babilonios y dios de la tormenta, en su combate contra la diosa madre Tiamat, señora de las aguas saladas y superficiales, representada con forma de serpiente.
Por su parte, Tiamat, deseosa de venganza, engendra una cohorte de monstruos-serpientes llenos de veneno y dotados de poderes divinos.
Entre ellos destaca a Kingu, en cuyo pecho fija las Tablillas del Destino, proclamándose jefe. Después de una serie de avatares en los que se muestra a distintos dioses huyendo aterrados del campo de batalla frente a Tiamat (también otro rasgo común a varios mitos cosmogónicos, por ejemplo Indra/Vritra), el feroz Marduk, sobre el carro-tormenta, es enviado por la asamblea divina contra la diosa madre, no sin antes recibir la promesa de ser aceptado como dios supremo si regresara victorioso de la batalla.

Marduk fue el primer dios que derrotó a la diosa madre y tomó su puesto como dador de vida. Las tablillas que contienen el poema que narra sus hazañas fueron descubiertas en 1.848 d.C. en la biblioteca de Asurbanipal, último rey de Asiria, y están datadas hacia 1.750 a.C., cuando la dinastía de Hammurabi llegó al poder en Babilonia.
Este poema, sin embargo, recoge tradiciones muy anteriores, representando en realidad una síntesis literaria de leyendas y tradiciones arcaicas transmitidas de boca en boca que acabaron por ser grabadas en piedra y conservadas en santuarios y en palacios sumerios y semitas.

Extracto de: “El combate contra la serpiente: el triunfo de la tierra velado bajo la aparente muerte del ofidio”. Diana Rodríguez Pérez

6/12/18

Ofión, el Titán marino


En la mitología griega, Ofión (Oφίων, ‘serpiente’) era un Titán que gobernó el mundo con su compañera Eurínome antes del reinado de Crono y Rea, quienes les derrocaron y arrojaron al Tártaro o al mar, un profundo abismo usado como mazmorra de sufrimiento y prisión para los titanes. 
Según Fedón de Platón (400 a.C.), el tártaro era el lugar donde las almas eran juzgadas después de la muerte y donde los malvados eran castigados.

La primera mención de Ofión se hace en la Heptamychia del filósofo Ferécides de Siros (siglo VI a.C.). En algunos fragmentos se narra un mito o leyenda en el que los poderes conocidos como Cronos (Tiempo) y Ctonio (de la Tierra) existían desde el principio, siendo Cronos el creador del universo. También menciona el nacimiento de Ofioneo, así como una batalla entre dioses con Crono (no Cronos) en un bando y Ofioneo y sus hijos en el otro, donde al final se llegaba a un acuerdo que sin embargo empuja a este segundo bando al Ogenos (Océano) y otorga al primero el cielo.

En el Praeparatio, Eusebio de Cesarea cita a Filón de Biblos al afirmar que Ferécides tomó a Ofión y a los Ofiónidas de los fenicios.
La historia era aparentemente popular en la poesía órfica, de la que sólo se conservan fragmentos. En sus Argonáuticas, Apolonio de Rodas resume una canción de Orfeo:
Cantaba cómo la tierra, el cielo y el mar, una vez mezclados en una única forma, fueron separados unos de otros tras una disputa mortal, y cómo las estrellas y la luna y los caminos del sol no mantuvieron su lugar fijo en el cielo, y cómo las montañas se elevaron, y cómo los estrepitosos ríos con sus ninfas fueron creados, con todos los seres vivos. Y cantaba cómo en primer lugar Ofión y Eurínome, hija de Océano, tuvieron el dominio del nevado Olimpo, cómo por la fuerza cedieron su lugar a Crono y a Rea, y cómo cayeron a las olas de Océano; pero los otros dos gobernaban entonces sobre los titanes, mientras Zeus, todavía niño y con los pensamientos de un niño, moraba en la cueva Dictea, y los Cíclopes nacidos de la tierra aún no le había armado con el rayo, el trueno y el relámpago, pues estas cosas darían fama a Zeus”.

Licofrón narra que la madre de Zeus, es decir Rea, era diestra en la lucha y arrojó al Tártaro a la anterior reina Eurínome.
En sus Dionisíacas, Nono hizo que Rea dijera: “Iré a los mismos confines del Océano y compartiré el hogar de la primordial Tetis; de ahí pasaré a la casa de Harmonía y viviré con Ofión” (en este texto probablemente Harmonía sea un error, refiriéndose a Eurínome).
Ofión es mencionado otra vez por Nono: “Junto al muro oracular vimos la primera tablilla, antigua como el infinito pasado, conteniendo todas las cosas en una, sobre ella estaba todo lo que Ofión señor supremo había hecho, todo lo que el antiguo Crono logró”.

En el libro “Los mitos griegos” Robert Graves intentó reconstruir un mito de creación pelasgo que incluía a Ofión como una serpiente creada por una diosa suprema llamada Eurínome, danzando sobre las olas. Ésta era fertilizada por la serpiente y con la forma de la Noche ponía un huevo dorado sobre las aguas en torno al que Ofión se entrelazaba para empollarlo hasta que finalmente el mundo salía de él. Entonces Ofión y Eurínome moraban en el mundo sobre el monte Olimpo hasta que la presunción de Ofión llevó a Eurínome a desterrarlo a la oscuridad bajo tierra.

En la mitología griega, el Tártaro es tanto una deidad como un lugar del Inframundo, más profundo incluso que el Hades. En antiguas fuentes órficas y en las escuelas mistéricas es también la “cosa” ilimitada que existió primero, de la que nacieron la Luz y el Cosmos.

En su Teogonía, Hesíodo cuenta que Tártaro era una de las deidades primordiales, junto con Caos, Gea y Eros, y padre de Tifón con Gea. También asevera que un yunque de bronce caerá desde el cielo durante nueve días hasta alcanzar la Tierra, y que tardará nueve días más en caer desde ahí al Tártaro.

En la Ilíada, Zeus dice que el Tártaro está tan por debajo del Hades como la tierra lo está del cielo. Al ser un lugar tan alejado del sol y tan profundo en la tierra, está rodeado por tres capas de noche, que rodean un muro de bronce que a su vez abarca el Tártaro. Es un pozo húmedo, frío y desgraciado hundido en la tenebrosa oscuridad.
Mientras que, según la mitología griega, el Hades es el hogar de los muertos, el Tártaro tiene además una serie de habitantes.
Cuando Cronos, el Titán reinante, tomó el poder encerró a los Cíclopes en el Tártaro. Zeus los liberó para que le ayudasen en su lucha con los Titanes. Los dioses del Olimpo terminaron derrotándolos y arrojaron al Tártaro a muchos de ellos (Atlas, Crono, Epimeteo, Metis, Menecio y Prometeo son algunos de los que no fueron encerrados). En el Tártaro los prisioneros eran guardados por gigantes, cada uno con 50 enormes cabezas y 100 fuertes brazos, llamados Hecatónquiros. Más tarde, cuando Zeus venció al monstruo Tifón, hijo de Tártaro y Gea, también lo arrojó al mismo pozo.
En mitologías posteriores, el Tártaro se convirtió en el lugar donde el castigo se adecúa al crimen. 
Por ejemplo Sísifo, que era un ladrón y un asesino, fue condenado a empujar eternamente una roca cuesta arriba sólo para verla caer por su propio peso. También allí se encontraba Ixión, el primer humano que derramó sangre de un pariente. Hizo que su suegro cayese a un pozo lleno de carbones en llamas para evitar pagarle los regalos de boda. Su justo castigo fue pasar la eternidad girando en una rueda en llamas.

Tántalo, que disfrutaba de la confianza de los dioses conversando y cenando con ellos, compartió la comida y los secretos de los dioses con sus amigos. Su justo castigo fue ser sumergido hasta el cuello en agua fría, que desaparecía cada vez que intentaba saciar su sed, con suculentas uvas sobre él que subían fuera de su alcance cuando intentaba agarrarlas.
Radamantis, Éaco y Minos eran los jueces de los muertos y decidían quiénes iban al Tártaro. Radamantis juzgaba las almas asiáticas, Éaco las europeas y Minos tenía el voto decisivo y juzgaba a los griegos.

En la mitología romana, el Tártaro es el lugar a donde se enviaba a los pecadores. Virgilio lo describe en Libro VI de la Eneida como un lugar gigantesco, rodeado por el flamígero río Flegetonte y triples murallas para evitar que los pecadores escapen de él. Está guardado por una hidra con cincuenta enormes fauces negras, que se sentaba en una puerta chirriante protegida por columnas de diamante. Dentro, hay un castillo con anchas murallas y un alto torreón de hierro. Tisífone, la Furia que representaba la venganza, hace guardia insomne en lo alto de este torreón, azotando un látigo. Dentro hay un pozo del que se dice que profundiza en la tierra el doble de la distancia que hay entre la tierra de los vivos y el Olimpo. En el fondo de este pozo están los Titanes, los Alóadas y otros muchos pecadores. Dentro del Tártaro hay muchos pecadores, castigados de forma parecida a los de los mitos griegos.

En la Biblia, la segunda carta de Pedro alude a la tradición romana, llamando Tártaro (ταρταρώσας) a la condición restringida y degradada en la que Dios sumió a los ángeles desobedientes en tiempos de Noé. "Ciertamente Dios no se contuvo de castigar a los ángeles que pecaron, al echarlos en el Tártaro, los entregó a hoyos de densa oscuridad para que fueran reservados para juicio".

Fuente: Wikipedia