26/6/19

Ophiolatría en Etiopía (IV)


El sitio arqueológico de Tiya en Etiopía es uno de los menos conocidos e investigados del mundo, de ahí que apenas conozcamos unos pocos datos del mismo.
Es uno de los aproximadamente 160 sitios arqueológicos con los que cuenta la región de Soddo, situada en el límite entre los territorios Guraghé y Oromo, a unos 90 km. al sur de Addis Abeba, la capital etíope. Donde se encuentra un grupo de 46 megalitos, la mayoría de los cuales presentan símbolos grabados, patrimonio de la Humanidad desde 1980.

La datación oficial del yacimiento sitúa a sus constructores en algún momento entre los siglos XII y XV d.C., o ese fue el rango temporal resultante de datar varios enterramientos adyacentes a los megalitos, tumbas y menhires que los habitantes de Tiya identificaban con el misterioso nombre de Piedras de Gragn.

Es sabido que el megalitismo es un fenómeno cultural muy antiguo, generalmente asociado al periodo Neolítico, aunque se extendiera hasta la Edad del Cobre, de manera que no parece probable que alguien erigiera megalitos tan tarde como sugiere la datación de las Piedras de Tiya. En el mismo sentido, los símbolos tallados en las piedras no pueden relacionarse ni con el cristianismo ni con el islam, religiones que influyeron en los usos culturales etíopes en los primeros siglos, sino con cultos paganos forzosamente anteriores, o eso se deduce de la profusión de signos de posible carácter astronómico y otros que los especialistas son incapaces de interpretar.
La única excepción la constituye la abundancia de espadas o puntas de lanza, cuya apariencia sugiere cierta modernidad.
Y todo ello sin que podamos descartar que los símbolos fueran grabados después de erigidas las piedras, del mismo modo que, por ejemplo, se cristianizaron muchos megalitos europeos al tallar cruces sobre los mismos.

En cuanto al término Gragn, parece claro que los habitantes de Tiya se referían al apodo por el que era conocido Ahmad ibn Ibrahim al-Ghazi (1.506-1.543, caudillo musulmán) cuyas incursiones en Abisinia –antiguo nombre de Etiopía– obligaron a fortificar las principales ciudades del país. No obstante, Ahmad Gragn (Ahmad el Zurdo) nació y murió mucho después de que se construyeran “oficialmente” los megalitos de Tiya, lo que tampoco ayuda a esclarecer ni el origen del yacimiento ni la identidad de los hombres que fueron enterrados cerca del complejo, probablemente soldados, a juzgar por las heridas que presentaban los cadáveres. Aunque las Piedras de Tiya sean protohistóricas, es probable que los cadáveres hallados junto a ellas fuesen de víctimas de alguna batalla entre etíopes y musulmanes.

Casi todo son incógnitas en relación con este fascinante enclave de Etiopía. En cualquier caso, siempre nos queda la espectacularidad de sus grandes piedras labradas, testigos de un tiempo cuya verdadera historia todavía está por escribirse.

Desde el año 700 a.C. existió una relación entre estas tierras y las arábigas. En Etiopía comenzaron a construirse grandes monumentos religiosos y funerarios de tipología sabea (actual Yemen). Pero, como ya había ocurrido anteriormente, de forma paralela y sincrónica, las etnias de la meseta de Tigray realizaron también grandes construcciones que podríamos calificar de autóctonas.
El resultado fue que ambos pueblos (semitas y aborígenes) interactuaron, mezclándose las dos corrientes. Ese fue, según se pone de manifiesto en los estudios del profesor Anfray, el origen del reino de D`mt, germen del posterior Aksum. Además de la Arqueología (disciplina insuficientemente utilizada en Etiopía), el conocimiento sobre este reino nos ha llegado de la mano de la epigrafía, ya que se han hallado numerosas lápidas y estelas escritas en caracteres surarábigos que han podido ser traducidas.
Estas inscripciones nos informan, por ejemplo, de que al máximo gobernante durante el periodo preaksunita se le llamaba mukarrib (rey-pontífice), pero en el momento en que Aksum toma la preeminencia política y económica, esta denominación se sustituye por la de Negus Nagast (rey de reyes), título que ya se utilizará en la monarquía etiópica hasta el último de sus emperadores: el Negus Haile Selassie, depuesto en septiembre de 1.974.

Hacia el cambio de era comenzamos a tener información sobre la ciudad de Aksum, aportada en primera instancia por un periplo griego, el de Maris Erythrei, ya que los helenos eran los grandes comerciantes de la zona en aquellos momentos. Y del siglo I d.C. ya tenemos referencias y nombres de sus gobernantes: así sabemos que el primero de sus Negus fue Zoskales. A partir de esta etapa, las genealogías reales están bastante completas gracias a los datos aportados por sagas marítimas, pero también por el resurgimiento de la epigrafía, ya mayoritariamente en lengua ge`ez, que encontramos a uno y otro lado del mar Rojo, indicándonos con ello que la presencia etíope se extendía también por las tierras yemeníes.

Aunque hay muchas facetas aún desconocidas en esta historia, lo que sí se puede asegurar es que hacia el 300 d.C. Aksum estaba ya en su máximo apogeo y, con los lógicos altibajos, se mantendría como potencia hegemónica en el Cuerno de África hasta el siglo X. En la fase de mayor expansión territorial (siglos IV-VII), sus dominios se extendían por zonas de las actuales Etiopía, Eritrea, Djibuti, Somalia y Yemen.

Según la Biblia (Hechos de los Apóstoles, 8, 26-39), fue Felipe el evangelista quien, en una peregrinación a Jerusalén, conoció al tesorero de Aksum, eunuco de la reina Candaces y lo convirtió a su fe. Sin embargo, no tenemos constancia de dicha transición hasta el siglo IV, momento en el que dos monjes de Tiro (Frumencio y Edesio), únicos sobrevivientes de un ataque pirata a un navío sirio que comerciaba por las costas del mar Rojo, llegaron en calidad de esclavos a la corte de Ezana. Poco a poco, fueron ganándose la confianza del rey que los premió con cargos relevantes (tesorero/secretario y copero, respectivamente), asumiendo finalmente el cristianismo como religión oficial (denominada como Iglesia Täwhedo=unidad). De este modo, Frumencio se convirtió en el primer obispo de Etiopía al ser nombrado como tal (abbuna) por San Atanasio, patriarca copto de Alejandría.
Muchos de estos datos se saben gracias al hallazgo de una piedra Roseta de Etiopía: la llamada inscripción de Ezana, que, al igual que la egipcia, relata cuestiones políticas en tres lenguas: ge´ez, sabeo y griego.

Un importante hecho a nivel religioso que sucedió durante los primeros siglos de cristianismo, fue la compilación inicial hacia el año 1.300 del que cristalizaría como el gran libro religioso etíope, el Kebra Nagast (la Gloria de los Reyes), que recoge escritos sagrados cristianos, judaicos y musulmanes, así como gran cantidad de hechos puramente etíopes, y que lo llamaron la Biblia de los Rastafaris.

Ras Tafari fue el nombre con el que nació el 23 de Julio de 1.892 el último emperador de Etiopía, quien al ser coronado adoptó el nombre real de Haile Selassie.
Tafari era el hijo de un colaborador del emperador Menelik III, uno de los gobernantes más importantes de la historia de Etiopía. Desde la infancia, su inteligencia impresionó al emperador, quien facilitó que tuviera una carrera política.

Cuando en 1.930 murió la hija de Menelik, la emperatriz Zuditu, Tafari fue coronado emperador. La coronación fue un evento espléndido al que acudieron reyes y representantes de todo el mundo.
Para los rastas, él es Dios (o Jah) encarnado, el mesías redentor.
Pero, ¿cómo fue que el emperador de Etiopía terminó siendo adorado en Jamaica?
El vínculo lo forjó un grupo de jamaicanos pobres que creyeron que la coronación del Negus Nagast Ras Tafari era el cumplimiento de una profecía y que él era su redentor, el mesías del Libro de las Revelaciones de la Biblia: "Rey de reyes, Señor de señores". Creían que él los liberaría, sacándolos de su vida de pobreza en el Caribe y llevándolos a África, la tierra de sus antepasados y su centro espiritual.

24/6/19

Ophiolatría en Etiopía (III)


James Bruce de Kinnaird (1730-1794), fue un viajero escocés que pasó más de una docena de años en el norte de África y Etiopía, donde rastreó los orígenes del Nilo Azul, y publicó un relato de sus viajes en busca de las fuentes del Nilo.
En Gondar, el todopoderoso Wazîr del rey Takla Haymânôt, le entregó varios de los manuscritos etíopes más valiosos, y entre ellos había una copia del Kebra Nagast, a la que atribuía gran importancia. Durante los años que Bruce vivió en Abisinia, aprendió la importancia de este trabajo para todas las clases de abisinios.

En la tercera edición de sus Viajes (vol. III, p.411-416) apareció una descripción de su contenido, el primero en ser publicado en cualquier idioma europeo.
No contento con este manuscrito, Bruce trajo consigo una copia del Kebra Nagast que él mismo había hecho, y en su momento entregó ambos manuscritos a la Biblioteca Bodleiana, donde se les conoce como "Bruce 93" y "Bruce 87".
El primero, que es el "Liber Axumea" Bruce's Travels, fue descrito ampliamente por Dillmann, que en su breve descripción agregó una importante transcripción. Gracias a Dillmann, quien imprimió los encabezados de todos los capítulos de Fĕtha Nagasti en el etíope original, ya no había ninguna duda sobre la naturaleza exacta y el contenido de la obra.

Francisco Pretorio, publicó una traducción al latín del texto etíope, de los capítulos XIX al XXXII del Kebra Nagast, editado del manuscrito en Berlín (Orient. 395), que Lepsius adquirió de Domingo Lorda, y enviado a la Königliche Bibliothek en 1.843. Al texto de Berlín agregó las lecturas variantes proporcionadas por el profesor W. Wright de Cambridge. En 1.877, Wright publicó una descripción completa del Kebra Nagast en la Colección Makdalâ en el Museo Británico.
La obra de Pretorio dio a conocer por primera vez la forma exacta de la leyenda etíope que cuenta que el rey de Etiopía es un descendiente de Salomón rey de Israel, y de Mâkĕdâ, mejor conocida como Reina de Saba.

En agosto de 1.868, la gran colección de manuscritos etíopes, que el ejército británico arrebató a Makdalâ después de la derrota y el suicidio del rey Theodoro, fue llevada al Museo Británico, y entre ellos había dos excelentes copias del Kebra Nagast.
Posteriormente, fueron numerados Oriental 818 y Oriental 819, y fueron descritos de manera muy completa y cuidadosa por Wright (1.877) en su Catálogo del SMS etíope en el British Museo (Londres) y en el Zeitschrift der Deutschen Morgenländischen Gesellschaft.

Oriental 819, fue escrito en el reinado de Iyâsû I (1682-1706), y regresó a Abisinia. El 10 de Agosto de 1872, el Príncipe Kasa, quien posteriormente fue coronado como el Rey Juan IV, escribió a Earl Granville de esta manera:
"Y ahora, nuevamente, tengo otra cosa que explicarle, que había una imagen llamada Qurata Rezoo, que es una imagen de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, encontrado con muchos libros en Makdala por los ingleses. Alrededor de la imagen todo es de oro, y la mitad de ella de color. Hay un libro llamado Kivera Negust (es decir Kebra Nagast), que contiene la Ley de toda Etiopía, y los nombres de los Shums (Jefes), Iglesias y Provincias están en este libro. Ruego que encuentren quién tiene este libro y enviármelo, porque en mi país mi gente no obedecerá mis órdenes sin él".

Desafortunadamente, ninguno de los Códices del Kebra Nagast nos da información definitiva sobre el compilador de la obra, o el momento en que escribió, o las circunstancias en que se basa. Dillmann, el primer erudito europeo que había leído todo el libro en el etíope original, se contentó con decir en 1.848, "de vero compositionis tempore nihil liquet", pero más tarde pensó que "fue compuesta poco después de la restauración de la llamada línea de reyes Salomónica", es decir, poco después de que el trono de Etiopía fuera ocupado por Tasfâ 'Îyasûs, o Yĕkûnô 'Amlâk, que reinó desde 1270-1285 d.C.
Un Colofón que se encuentra en varios de los códices del Kebra Nagast en Oxford, Londres y París, afirma que el texto etíope se tradujo de la versión árabe, que a su vez, se tradujo del copto. La traducción al árabe fue, continúa, hecha por 'Abu' l-'Izz y 'Abu' -Faraj, en el "año de la misericordia" 409, durante el reinado de Gabra Masḳal ('Amda Sĕyôn I), es decir entre 1.314 y 1.344 d.C., estas declaraciones son lo suficientemente claras y definidas, pero Dillmann no las creyó, pensó que todo el Colofón era el resultado de la imaginación de algún escriba inactivo (ab otioso quodam librario inventa).
Las declaraciones sobre la versión etíope que se hizo desde el copto hasta el árabe se consideraron ficciones obvias (plane fictitia esse) y condenó la redacción del colofón porque consideraba que su estilo literario era inferior al utilizado en la narrativa del Kebra Nagast (dictio hujus Subscribeis pessima est, et ab oratione eleganti libri ipsius quam maxime differt).

Zotenberg, un erudito muy competente, no vio ninguna razón para dudar de la verdad de las afirmaciones en el Colofón en general, pero pensó que era posible que un autor árabe hubiera suministrado los hechos fundamentales de la narrativa, y que el autor o los autores de la versión etíope declararon que la fuente original de su trabajo era un arquetipo copto para otorgarle una autoridad e importancia que de otra manera no tendría.

Por otro lado, Wright simplemente consideraba el Kebra Nagast como una "obra apócrifa", y a juzgar por la lista de reyes al final de la obra en Oriental 818, fol. 46, que termina con Yĕkwênô 'Amlâk, quien murió en 1.344, concluyó que era un producto del siglo XIV (Catálogo p. 301, col. 2).
Pero es sin duda un trabajo muy bueno, y muchas secciones de él merecen una cuidadosa consideración y estudio. Para muchas de las declaraciones en él hay fundamentos históricos, y la mayor parte de la narrativa se basa en leyendas, refranes y tradiciones, muchas de las cuales son extremadamente antiguas.
Las leyendas y tradiciones se derivan de muchas fuentes, y se pueden rastrear hasta el Antiguo Testamento, y los términos caldeos, a obras siríacas como el Libro de la Abeja, a las vidas coptas de los santos, a las antiguas historias y comentarios de Ḳur'ânic, a libros apócrifos como el Libro de Adán y Eva, la Vida de Ḥannâ, la Madre de la Virgen María, el Libro de la Perla y la Ascensión de Isaías, etc.

El objeto del autor, o compilador, y los editores posteriores del Kebra Nagast (sin importar su forma original) fue glorificar a Etiopía al narrar la historia de la venida del "Sion espiritual y celestial", el Tabernáculo de la Ley del Dios de Israel, desde Jerusalén hasta Etiopía, y para dejar en claro que el Rey de Etiopía fue descendiente de Salomón, el hijo de David, rey de Israel, y por medio de él, de Abraham y los primeros patriarcas.
Pero Cristo también descendía de Salomón y los primeros patriarcas, y era el Hijo de Dios, por lo que el Rey de Etiopía, pariente de Cristo, también era un hijo de Dios, y por lo tanto era tanto Dios como rey para su pueblo.

El Kebra Nagast tenía la intención de hacer creer a la gente de Etiopía que su país fue especialmente escogido por Dios para ser el nuevo hogar de la Sión espiritual y celestial, de la cual su pueblo elegido, los judíos, se había vuelto indigno. Sión existió originalmente en una forma inmaterial en el cielo, donde estaba Dios.

Cuando Salomón terminó de construir su Templo, Sión se estableció allí en el Lugar Santísimo, y de él Dios hizo públicos sus mandamientos. La fama de la sabiduría de Salomón llegó a los confines de la tierra, principalmente porque comerciaba con comerciantes de la costa del mar y de los países al sur de Palestina a cada lado del Mar Rojo. Estos mercaderes llevaron árboles, piedras, los aromas, las especias y las ricas cosas y objetos con los que decoró el Templo y su propio palacio, y cuando sus caravanas regresaron a casa, sus sirvientes describieron a los oyentes ansiosos la gran obraso que el rey de Israel estaba realizando en Jerusalén. Entre los maestros o líderes de estas caravanas se encontraba Tâmrîn, que dirigió los asuntos comerciales de la "Reina del Sur", a la que los escritores árabes llaman Balkîs, y los escritores etíopes Makeda, pero ninguno de estos nombres es antiguo, y es muy dudoso que alguno de los dos represente de alguna manera el verdadero nombre de la reina del sur. También es dudoso que ella fuera una etíope, y es mucho más probable que su hogar fuera Shĕbhâ, o Saba, en el sudoeste de Arabia. Como era una adoradora del sol, probablemente era una princesa entre los sabeos. Por otro lado, sus antepasados pueden haber sido simplemente colonos en Arabia, y algunos de ellos de origen etíope.
El Kebra Nagast dice que era una mujer muy hermosa, brillante e inteligente, pero no nos dice nada sobre su familia. Un manuscrito en Oxford (Dillmann, Catálogo Bibl. Bodl. p 26), dice que cinco reyes reinaron en Etiopía antes de Makĕda, a saber: Arâwî 400 años, Angâbô 200 años, Giedur 100 años, Siebadô 50 años y Kawnâsyâ 1 año.
Si estos reyes eran de hecho sus antepasados, probablemente ella fuera nativa de algún país en la costa occidental del Mar Rojo.


17/6/19

Ophiolatría en Etiopía (II)

La reina Mâkĕdâ gobernó durante el siglo X a.C. en un territorio muy extenso, el Reino de Saba (actual Norte de Etiopía, Dyibuti y Yemen). 

Una leyenda cuenta la forma en que el rey Salomón se convirtió en el padre de Menyelek (hijo de Makeda), la encontramos en varias versiones ligeramente diferentes entre muchas de las tribus del norte de Abisinia.

La madre de Menyelek era una niña de Tigrê llamada Ĕtêyê Azêb (Reina del Sur), y su gente adoraba a un dragón o serpiente, a la que cada hombre, a su vez, tenía que presentar como ofrenda a su hija mayor y grandes cantidades de cerveza dulce y leche. Cuando llegó el turno de sus padres, la ataron a un árbol al que solía llegar el dragón por su comida, pero poco después vinieron siete santos y se sentaron debajo del árbol por la buena sombra que daba. Cuando se sentaron, una lágrima de la doncella cayó sobre ellos, y cuando la vieron atada al árbol, le preguntaron si era un ser humano o un espíritu, y ella les dijo que era un ser humano y les dijo que estaba atada al árbol para ser alimento del dragón.
Cuando los siete santos vieron al dragón, uno de ellos, Abbâ Tchêḥamâ, se tiró de su propia barba, otro, Abbâ Garîmâ, exclamó: Me ha asustado!, y un tercero, Abbâ Menṭelît, gritó: Vamos a atraparlo!, inmediatamente atacó al monstruo, y ayudado por sus compañeros lo mataron al golpearlo con una cruz. Cuando lo estaban matando, algo de sangre brotó de él y cayó sobre el talón de Ĕtêyê Azêb, y desde ese momento su talón se convirtió en el talón de un asno.
Los santos desataron sus ataduras y la enviaron a su aldea, pero la gente la alejó pensando que había escapado del dragón, se subió a un árbol y pasó la noche allí. Al día siguiente, llevó a algunas personas de la aldea y les mostró el dragón muerto, y de inmediato la hicieron su jefa, y ella eligió para su oficial en jefe una doncella como ella.
Poco después de esto, Aztĕyê Azêb escuchó de la habilidad médica del rey Salomón, y decidió acudir a él para que pudiera restaurar su talón deformado a su forma original.
Ella y su oficial en jefe cubrieron sus cabellos a la manera de los hombres y marcharon a la corte de Salomón en Jerusalén. Su llegada fue anunciada a Salomón, quien ordenó a sus sirvientes que llevaran al rey de Abisinia en su presencia, y tan pronto como su pie deformado tocó el umbral, recuperó su forma natural.
Salomón ofreció pan, carne y cerveza a las dos mujeres disfrazadas, pero comieron y bebieron tan poco que Salomón sospechó que sus invitados eran mujeres. Así fue como Salomón descubrió a la Reina de Saba (Makeda) y comenzó su relación. Cuando ella supo que estaba embarazada, se despidió de Salomón y habiendo recibido de él un anillo como señal, regresó a su propio país, donde nació su hijo Menyelek o Mĕnĕlîk.

En la literatura etíope, a este hijo a menudo se lo llama Walda-Tabbîb, es decir "hijo del sabio" (Salomón), o 'Êbna Ḥakim, o Bayna-Leḥkĕm, es decir Ibn al-Ḥakîm, o "el hijo del sabio".
Cuando el niño alcanzó la madurez temprana, presionó a Mâkĕdâ para que le permitiera ir a ver a su padre Salomón en Jerusalén, y ella le dio el anillo que Salomón le había dado, y lo envió allí bajo el cuidado de Tâmrîn.
A su llegada a Gaza, la gente de la ciudad y de todas partes del distrito reconoció su sorprendente parecido con Salomón. Lo mismo sucedió en Jerusalén, y cuando los funcionarios del palacio de Salomón lo llevaban a la cámara de presencia, toda la familia supo que se estaba llevando un hijo a su padre. Padre e hijo se abrazaron y Salomón no escatimó esfuerzos en proporcionar instrucción y diversión a Bayna-Lehkĕm (Ibn al-ḥakîm) mientras estaba en Jerusalén, porque esperaba poder tenerlo con él; pero después de unos meses, el joven estaba ansioso por volver con su madre y su país, y Tâmrîn, el líder de las caravanas de Mâkĕdâ, quería irse.

Menyelek, supo que Roboam debía suceder a Salomón en el trono de Israel, y no deseaba ocupar la posición subordinada de un segundo hijo en Jerusalén, presionó a Salomón para que le diera permiso para partir. Cuando el rey dispuso que los hijos mayores de sus nobles acompañaran a Menyelek a su regreso a la capital de su madre Mâkĕdâ, hicieron los arreglos con Menyelek para el establecimiento de un reino judío duplicado en Etiopía, y le permitió partir.

Cuando la reina Mâkĕdâ estuvo en Jerusalén, se enteró de que el Tabernáculo de Sión en el Templo de Jerusalén era la morada del Dios de Israel, y el lugar donde Dios Todopoderoso se complacía en morar, y en su carta a Salomón le rogó que le enviara, como un santo talismán, una porción de la franja de la cubierta del Tabernáculo. Salomón le dijo a Menyelek que concedería la petición de Mâkĕdâ. Pero Menyelek y los hijos mayores de los notables judíos que estaban destinados a ayudar a Menyelek a formar su reino en Etiopía, conspiraron juntos para robar el Tabernáculo de Sión y llevarlo a Etiopía. Su objetivo era mantener al Dios de Israel con ellos, y robaron el Tabernáculo hecho de oro y madera (según el modelo del Espíritu-Tabernáculo original en el cielo) que contenía las Tablas de la Ley, la Olla de maná, la Vara de Aarón, etc. Uno de los conspiradores que tuvo acceso a la cámara del Tabernáculo, lo sacó de debajo de su cortina, y sustituyó una construcción en madera de exactamente el mismo tamaño y forma, que él había hecho para el propósito.

El robo no se descubrió hasta que Menyelek y Tâmrîn, en compañía de jóvenes judíos y etíopes estaban ya de camino hacia el Mar Rojo, y aunque Salomón envió rápidos jinetes para adelantarlos, lograron escapar y el Rey de Israel regresó a Jerusalén con gran dolor.

Menyelek llegó a la capital de su madre con el Tabernáculo de Sion y fueron recibidos con gran alegría, y Mâkĕdâ abdicó en favor de su hijo. Menyelek estableció en Etiopía un reino modelado en el de Israel e introdujo en su país las Leyes de Dios y de Moisés, las normas y reglamentos sociales con los que se asociaba el nombre del gran legislador en aquellos días.
Continuará...

7/6/19

Ophiolatría en Etiopía (I)

Etiopía, es un país cuyo nombre denota "tierra de la adoración de la serpiente solar". Las crónicas de Abisinia y las tradiciones locales del país, establecen la abundante ophiolatría de los etíopes.

Dicen que el primer rey de Etiopía fue una serpiente, fue llamado Arwè, que en el idioma abisinio significaba "serpiente". Es notable que la palabra Naga (que es la misma que el Naig de Hindustán, y del hebreo Nachash) fuera un título de los antiguos reyes abisinios. Los árabes los llamaron Nagashi, de la misma manera que los reyes de Egipto se llamaban Faraón, y en los escritos de los primeros viajeros, frecuentemente nos encontramos con "el Negus" de Abisinia, un título que sonaba extraño y algo ridículo a los oídos ingleses.

Un monje abisinio llamado Gregory, visitó Alemania poco antes de que Ludolf publicara su Historia Etíope, y la forma en que él explicaba la tradición de un "rey serpiente" es muy interesante. Al preguntarle por el rey Arwè, dijo, que existía una antigua tradición entre sus compatriotas, que los primeros etíopes adoraban a una gran serpiente como un dios; y de ahí el nombre del rey Arwè, serpiente. Que esta serpiente fue asesinada por Angabus, quien por esta acción fue elegido rey y cedió el trono a su posteridad.

La adoración de la serpiente prevaleció en Axum hasta que los abisinios se convirtieron al cristianismo. La gloria de esta conversión se atribuye a nueve santos, a quienes se dice que han tenido éxito mediante la instrumentalidad de los milagros. Ludolf, citando al padre Méndez, enumera así sus triunfos: "Estos hicieron grandes milagros cuando convirtieron una gran parte de Etiopía; y entre otros, se informa que un gran dragón que vivió cerca de Axum y que devoró a muchos hombres y ganado, fue destruido por sus oraciones".

Un poeta abisinio celebró las alabanzas de estos misioneros cristianos en un poema que Ludolf cita: ...el fundador de la ophiolatría, o más bien el líder de la primera colonia Ophita en estos países remotos, fue probablemente el mismo Toth que fundó esta religión en Egipto. Porque encontramos la palabra Tot, todavía curiosamente empleada en Abisinia para denotar un ídolo, y lo que es notable. La figura desnuda de un hombre no es un Tot; pero si tiene la cabeza de un perro o una serpiente, en lugar de una cabeza humana, se convierte en un Tot.

Aunque los santos cristianos vencieron al Dragón de Axum, no lograron destruir a toda su familia. Los Shangalla, una raza de negros en la frontera norte de Abisinia, conservan hasta el día de hoy sus supersticiones primitivas; adoran a las serpientes, a los árboles y al ejército celestial. Y los Agaazi, una tribu de pastores etíopes, todavía habitan en las montañas, llamados Habab “serpiente”, probablemente en referencia a las supersticiones ophitas que se practicaban en otros tiempos.
La palabra Habab se parece mucho a una reduplicación de la AB universal, que era el nombre del dios de la serpiente en la mayoría de los países primitivos que tenían alguna conexión con Fenicia (Canaán).
Continuará...