26/6/19

Ophiolatría en Etiopía (IV)


El sitio arqueológico de Tiya en Etiopía es uno de los menos conocidos e investigados del mundo, de ahí que apenas conozcamos unos pocos datos del mismo.
Es uno de los aproximadamente 160 sitios arqueológicos con los que cuenta la región de Soddo, situada en el límite entre los territorios Guraghé y Oromo, a unos 90 km. al sur de Addis Abeba, la capital etíope. Donde se encuentra un grupo de 46 megalitos, la mayoría de los cuales presentan símbolos grabados, patrimonio de la Humanidad desde 1980.

La datación oficial del yacimiento sitúa a sus constructores en algún momento entre los siglos XII y XV d.C., o ese fue el rango temporal resultante de datar varios enterramientos adyacentes a los megalitos, tumbas y menhires que los habitantes de Tiya identificaban con el misterioso nombre de Piedras de Gragn.

Es sabido que el megalitismo es un fenómeno cultural muy antiguo, generalmente asociado al periodo Neolítico, aunque se extendiera hasta la Edad del Cobre, de manera que no parece probable que alguien erigiera megalitos tan tarde como sugiere la datación de las Piedras de Tiya. En el mismo sentido, los símbolos tallados en las piedras no pueden relacionarse ni con el cristianismo ni con el islam, religiones que influyeron en los usos culturales etíopes en los primeros siglos, sino con cultos paganos forzosamente anteriores, o eso se deduce de la profusión de signos de posible carácter astronómico y otros que los especialistas son incapaces de interpretar.
La única excepción la constituye la abundancia de espadas o puntas de lanza, cuya apariencia sugiere cierta modernidad.
Y todo ello sin que podamos descartar que los símbolos fueran grabados después de erigidas las piedras, del mismo modo que, por ejemplo, se cristianizaron muchos megalitos europeos al tallar cruces sobre los mismos.

En cuanto al término Gragn, parece claro que los habitantes de Tiya se referían al apodo por el que era conocido Ahmad ibn Ibrahim al-Ghazi (1.506-1.543, caudillo musulmán) cuyas incursiones en Abisinia –antiguo nombre de Etiopía– obligaron a fortificar las principales ciudades del país. No obstante, Ahmad Gragn (Ahmad el Zurdo) nació y murió mucho después de que se construyeran “oficialmente” los megalitos de Tiya, lo que tampoco ayuda a esclarecer ni el origen del yacimiento ni la identidad de los hombres que fueron enterrados cerca del complejo, probablemente soldados, a juzgar por las heridas que presentaban los cadáveres. Aunque las Piedras de Tiya sean protohistóricas, es probable que los cadáveres hallados junto a ellas fuesen de víctimas de alguna batalla entre etíopes y musulmanes.

Casi todo son incógnitas en relación con este fascinante enclave de Etiopía. En cualquier caso, siempre nos queda la espectacularidad de sus grandes piedras labradas, testigos de un tiempo cuya verdadera historia todavía está por escribirse.

Desde el año 700 a.C. existió una relación entre estas tierras y las arábigas. En Etiopía comenzaron a construirse grandes monumentos religiosos y funerarios de tipología sabea (actual Yemen). Pero, como ya había ocurrido anteriormente, de forma paralela y sincrónica, las etnias de la meseta de Tigray realizaron también grandes construcciones que podríamos calificar de autóctonas.
El resultado fue que ambos pueblos (semitas y aborígenes) interactuaron, mezclándose las dos corrientes. Ese fue, según se pone de manifiesto en los estudios del profesor Anfray, el origen del reino de D`mt, germen del posterior Aksum. Además de la Arqueología (disciplina insuficientemente utilizada en Etiopía), el conocimiento sobre este reino nos ha llegado de la mano de la epigrafía, ya que se han hallado numerosas lápidas y estelas escritas en caracteres surarábigos que han podido ser traducidas.
Estas inscripciones nos informan, por ejemplo, de que al máximo gobernante durante el periodo preaksunita se le llamaba mukarrib (rey-pontífice), pero en el momento en que Aksum toma la preeminencia política y económica, esta denominación se sustituye por la de Negus Nagast (rey de reyes), título que ya se utilizará en la monarquía etiópica hasta el último de sus emperadores: el Negus Haile Selassie, depuesto en septiembre de 1.974.

Hacia el cambio de era comenzamos a tener información sobre la ciudad de Aksum, aportada en primera instancia por un periplo griego, el de Maris Erythrei, ya que los helenos eran los grandes comerciantes de la zona en aquellos momentos. Y del siglo I d.C. ya tenemos referencias y nombres de sus gobernantes: así sabemos que el primero de sus Negus fue Zoskales. A partir de esta etapa, las genealogías reales están bastante completas gracias a los datos aportados por sagas marítimas, pero también por el resurgimiento de la epigrafía, ya mayoritariamente en lengua ge`ez, que encontramos a uno y otro lado del mar Rojo, indicándonos con ello que la presencia etíope se extendía también por las tierras yemeníes.

Aunque hay muchas facetas aún desconocidas en esta historia, lo que sí se puede asegurar es que hacia el 300 d.C. Aksum estaba ya en su máximo apogeo y, con los lógicos altibajos, se mantendría como potencia hegemónica en el Cuerno de África hasta el siglo X. En la fase de mayor expansión territorial (siglos IV-VII), sus dominios se extendían por zonas de las actuales Etiopía, Eritrea, Djibuti, Somalia y Yemen.

Según la Biblia (Hechos de los Apóstoles, 8, 26-39), fue Felipe el evangelista quien, en una peregrinación a Jerusalén, conoció al tesorero de Aksum, eunuco de la reina Candaces y lo convirtió a su fe. Sin embargo, no tenemos constancia de dicha transición hasta el siglo IV, momento en el que dos monjes de Tiro (Frumencio y Edesio), únicos sobrevivientes de un ataque pirata a un navío sirio que comerciaba por las costas del mar Rojo, llegaron en calidad de esclavos a la corte de Ezana. Poco a poco, fueron ganándose la confianza del rey que los premió con cargos relevantes (tesorero/secretario y copero, respectivamente), asumiendo finalmente el cristianismo como religión oficial (denominada como Iglesia Täwhedo=unidad). De este modo, Frumencio se convirtió en el primer obispo de Etiopía al ser nombrado como tal (abbuna) por San Atanasio, patriarca copto de Alejandría.
Muchos de estos datos se saben gracias al hallazgo de una piedra Roseta de Etiopía: la llamada inscripción de Ezana, que, al igual que la egipcia, relata cuestiones políticas en tres lenguas: ge´ez, sabeo y griego.

Un importante hecho a nivel religioso que sucedió durante los primeros siglos de cristianismo, fue la compilación inicial hacia el año 1.300 del que cristalizaría como el gran libro religioso etíope, el Kebra Nagast (la Gloria de los Reyes), que recoge escritos sagrados cristianos, judaicos y musulmanes, así como gran cantidad de hechos puramente etíopes, y que lo llamaron la Biblia de los Rastafaris.

Ras Tafari fue el nombre con el que nació el 23 de Julio de 1.892 el último emperador de Etiopía, quien al ser coronado adoptó el nombre real de Haile Selassie.
Tafari era el hijo de un colaborador del emperador Menelik III, uno de los gobernantes más importantes de la historia de Etiopía. Desde la infancia, su inteligencia impresionó al emperador, quien facilitó que tuviera una carrera política.

Cuando en 1.930 murió la hija de Menelik, la emperatriz Zuditu, Tafari fue coronado emperador. La coronación fue un evento espléndido al que acudieron reyes y representantes de todo el mundo.
Para los rastas, él es Dios (o Jah) encarnado, el mesías redentor.
Pero, ¿cómo fue que el emperador de Etiopía terminó siendo adorado en Jamaica?
El vínculo lo forjó un grupo de jamaicanos pobres que creyeron que la coronación del Negus Nagast Ras Tafari era el cumplimiento de una profecía y que él era su redentor, el mesías del Libro de las Revelaciones de la Biblia: "Rey de reyes, Señor de señores". Creían que él los liberaría, sacándolos de su vida de pobreza en el Caribe y llevándolos a África, la tierra de sus antepasados y su centro espiritual.

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