20/9/20

Ofiolatría Mapuche

Trentren-Vilu y Caicai-Vilu (en mapudungun: Trengtreng Filu, Kaykay Filu), son Serpientes de la mitología mapuche que en las últimas décadas del siglo XX fueron reintroducidos en la mitología chilota.

La apariencia de Caicai sería la de un ser mitad culebra y mitad pez; y la apariencia de Trentren, la de una culebra gigante.
Ambos son seres poderosos, Caicai-Vilu es la "serpiente marina" que tiene el poder para dominar el mar y todo lo relacionado a él y Trentren-Vilu es la "serpiente terrestre" que tiene poder para dominar la tierra, y sus volcanes.

Según los mapuches, estas dos serpientes serían originalmente los hijos de los Pillanes más poderosos, que como castigo habrían sido convertidos en estos seres. Así que el hijo de Peripillán fue convertido en una inmensa serpiente que sería Caicai y el hijo de Antu convertido en una serpiente que sería Trentren. Ambas serpientes serían adversarias, como lo fueron Antu y Peripillán.
Caicai habría sido mandada a vivir en el mar para ayudar a cuidarlo junto a los Ngen-ko, y Trentren habría sido mandada a vivir en la tierra para ayudar a cuidar junto a los demás Ngen a la tierra, y para ayudar al ser humano. Siendo así como estas dos culebras son un instrumento a través del cual también se cumple la voluntad de los antiguos espíritus mapuche.

Se dice que cuando Caicai despertó de su gran sueño de varios años, a causa del desagradecimiento que tuvieron los hombres por todo lo dado por el mar; Caicai se enfureció y usó su cola en forma de pez para golpear el agua. Con ello inició un gran cataclismo que empezó a inundar y crear un diluvio en todo el territorio; ya que tenía el deseo de castigar al ser humano y de incorporar toda la vida terrestre a sus dominios. Caicai ordenó a las aguas que inundaran los valles y cerros, y que llevasen a todos los habitantes al fondo del mar.
Al ver Trentren, que los habitantes y animales estaban desesperados y que los hombres la invocaron, y como por órdenes de su padre, ella era quien debía proveerles de sabiduría y protección; decidió ayudar a los seres humanos. Así ayudó a escapar a los habitantes y a los animales subiéndolos en su lomo y llevándolos a los cerros; y a los que quedaban atrapados por las aguas, los transformó en aves para que escaparan volando; a los que se ahogaban en peces y mamíferos marinos (siendo uno de ellos el origen del cahuelche), y a los ahogados en sumpall. Los seres humanos que quedaron inmóviles por el terror que sentían, se habrían transformado en mankial.

Pero como el mar seguía subiendo de nivel, Trentren tuvo que ordenarles a los cerros que aumentaran de altura para contrarrestar el poder de Caicai. Entonces Cai-cai empezó a luchar contra Trentren en una titánica batalla que duró mucho tiempo, hasta que ambas serpientes se cansaron, con lo cual Trentren venció parcialmente al no haberse inundado toda la tierra, sin embargo, las aguas no volvieron totalmente a su nivel antiguo; con lo que Chile obtuvo su actual geografía.
Posteriormente, según la tradición chilota, Caicai se conformó con la porción de tierra obtenida que logró inundar, y delegó sus funciones referente al mar, al gran Millalobo.

Según la tradición mapuche, después del cataclismo, todos siguieron su vida tranquila; hasta que un día Trentren se encolerizó por la actitud que tenían los hombres, e hizo que todos los volcanes entraran en erupción, la población tuvo que mudarse a otros lugares más seguros. Desde ese momento, Trentren continúa manifestándose mediante temblores, terremotos y erupciones volcánicas, mientras que Caicai causa los maremotos e inundaciones cuando se revuelve en medio de su sueño.
En los alrededores de cada comunidad mapuche hay un cerro considerado Trentren, es decir, el lugar en que vivía la serpiente de la tierra y en el que se refugió la vida terrestre durante el cataclismo.

Versiones posteriores del mito suelen también describir a las serpientes Trentren Vilu y Caicai Vilu como espíritus femeninos.
En Argentina existen otras versiones posteriores, las cuales cambian a los padres originales de ambas serpientes míticas, indicando que serían hermanos o hijos de los dioses Nguenechèn (Ngenechén) y Kushe (Kuyén Kushe).

En el ámbito literario, Miguel Serrano reinterpreta el mito de las serpientes en su obra «Ni por mar ni por tierra» (1950), asociándolas a un cataclismo primordial de la especie humana, donde el archipiélago de Chiloé (Chile) subsistiría como un elemento residual del continente perdido de Lemuria.


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