24/12/14

El Nacimiento

Cuando el Sol avanza hacia el Norte.

La profunda conexión fundamental entre las ceremonias de las grandes religiones del mundo y los hechos de la Naturaleza, se manifiesta en la manera como están agrupadas alrededor del año.
En el plano material esta historia comienza con la festividad del Año Nuevo, en la cual es entendido que se celebra la victoria de la luz sobre la oscuridad, culminando esta victoria hacia el principio de Junio cuando los tibetanos celebran el aniversario del Nirvana, de Budha.
La festividad del Año Nuevo está precedida por las fiestas y ceremonias del Nacimiento, marcando la estación en que el Sol, luz y vida del mundo, comienza a renacer y vuelve a debelar la oscuridad y la muerte. Vuelve cada año como un niño recién nacido y va haciéndose más fuerte a medida que la estación avanza. Macrobe dice que los antiguos egipcios “representaron al Sol en el solsticio de invierno bajo la imagen de un pequeño infante”.
El estudiante sabe que el hombre es una parte de la Naturaleza y que los misterios se le revelan cuando penetra en la secreta y sagrada vida de los Ciclos y la Tierra. Para él la estación anual del nacimiento material está precedida por el estado espiritual del deseo de nacer. En ambos sistemas, egipcio y budista, se supone que el Sol se extingue o “pierde su energía fertilizante en el otoño y principio del invierno; Simpson, en “The Buddhist Praying Wheel”, apunta como improbable el que esta idea se haya originado en la India, pues opina que los arios deben haberla traído allí de latitudes frías.
Las diferencias de clima en las varias partes de la Tierra, no afecta a las religiones del mundo en su universal aceptación del mes de Enero como la estación de retorno de la luz del mundo. En esta época toda la Naturaleza inicia su vida de nuevo y el mes de Diciembre está consagrado a la preparación para esta vida nueva.
En un artículo de la Revue Egyptologique de Enero de 1880, Brugsch Bey, basando su relato en una inscripción, se refiere a una ceremonia practicada en Memphis por el Faraón mismo o por uno de los sumos sacerdotes, en cierto día que debió su santidad al rito, esto es, el Solsticio de invierno ó 22 de Diciembre. Este escritor cita a Macrobe en lo de estar el Sol representado en ese período del año como un niño recién nacido.
El espíritu del hombre está indisolublemente asociado con este pequeño infante, portador de la luz; y cuando el discípulo alcanza la conciencia psíquica, viene a ser sabedor de la mística reaparición anual de aquel milagro, descrito en las religiones como nacimiento, muerte y resurrección. A medida que el discípulo sube los peldaños de conciencia, aprende que el portador de luz espiritual debe sufrir el martirio de crucifixión en tiempo y espacio y descender y entrar en la tumba de materia. Y así como los Grandes Seres en su ilustre linaje han sufrido esto, así sus discípulos deben sufrirlo.
Las iniciaciones anuales comienzan con aquel deseo de renacer la materia, que trae al espíritu humano la condición de paciente, sometido a la regla de los pares de opuestos: calor y frío, placer y dolor, amor y odio, masculino y femenino; estas condiciones opuestas le asaltan continuamente y no puede eximirse de ellas, excepto liberándose de renacer.

La obra del Cristo fue mostrar el significado de la Cruz, y enseñar la gran lección de sacrificio, lo cual significa que ninguno pretenderá su libertad hasta que todos estén salvos. El Cristo prometió permanecer con nosotros siempre, renunciando Su Nirvana hasta el fin del mundo, morando con Sus amados hijos, el publicano y el pecador, en los misteriosos lugares internos de la conciencia. Y aquellos que Lo siguen deben hacer lo mismo, y deben entrar en el deseo de renacer cada año con un aumento anual de voluntad para ayudar al mundo. Así por este deseo, cambian gradualmente su carácter, hasta llegar a ser inegoistas en vez de egoístas.
El alma del hombre y el alma del mundo, el alma de la Naturaleza superior y el alma de la Naturaleza inferior, todo pasa igualmente por las angustias del nacimiento.

En Diciembre, el mes del nacimiento hay siete grandes ceremonias vitales que llenan todo el mes con sus observancias.
La primera de estas ceremonias es el deseo de nacer. Este es el principio de la historia mística, tan ajena a la vida humana material, que es imposible describirla en lenguaje humano. Sólo es presenciada concientemente por el ser espiritual antes de su descenso en la materia. El discípulo que solicita tomar parta en ella mientras vive en el cuerpo, debe esforzarse en traer a su memoria física la letanía que oyó cantar en la esfera espiritual de la que descendió al buscar la experiencia de la vida humana.

La ceremonia del deseo de nacer dura cuatro días y cuatro noches comenzando el 1° de Diciembre. Durante este tiempo es necesario que el discípulo medite en todo lo que está implícito en su letanía. Cada media noche y cada mañana al amanecer, debe meditar sobre las palabras de la letanía, esforzándose en obtener perfecta comprensión respecto de ellas. Son tan enrevesadas y oscuras para el hombre que vive en la vida material, que si las considera a la luz del intelecto, parecen sin sentido. Pero el discípulo que desea llegar a ser una parte consciente del divino Todo, debe entrar en la vida psíquica del mundo en esta sagrada estación, y aprender de año en año, más y más del misterio de la vida divina en sí mismo, y de su unión con la vida material.

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