31/1/15

La Biblioteca de Alejandría

La ciudad de Alejandría fue fundada por Alejandro Magno en el año 332 a.C. y se constituyó en el principal centro cultural del mundo antiguo. Ganó reconocimiento gracias a su faro de 130 metros de alto, construído en el siglo III a.C. De su locación original deriva el nombre de la palabra castellana que la define: se hallaba ubicada en la isla de Pharos. Posteriormente, fue destruída por dos terremotos en el siglo XIV.
Durante casi dos milenios, la ciudad logró integrar ese grupo de obras arquitectónicas que en su época eran dignas de ser visitadas: Las famosas Siete Maravillas del Mundo.
Alejandría fue tal vez la primera ciudad del mundo constituída completamente de piedra, sin utilizar ninguna clase de madera. La Biblioteca fue fundada aproximadamente en el año 300 a.C. y se componía de diez grandes salas y varias cámaras aisladas para los estudiosos. Todavía se discute la fecha exacta de su fundación y el nombre de quien la fundó; pero su verdadero fundador, en el sentido de organizador y no simplemente de rey que gobernaba en aquella época, parece haber sido un personaje llamado Demetrio de Falera. Desde el principio, reunió 700.000 libros, a los que constantemente añadió otros. Los libros eran comprados por cuenta del rey.

Los eruditos de la biblioteca estudiaban el Cosmos entero. Cosmos es una palabra griega que significa el orden del universo. Es en cierto modo lo opuesto a Caos. Había en la Biblioteca una comunidad de eruditos que exploraban la física, la literatura, la medicina, la astronomía, la geografía, la filosofía, las matemáticas, la biología y la ingeniería. La ciencia y la erudición habían llegado a su edad adulta. El genio florecía en aquellas salas. Fue, indudablemente, el lugar donde los hombres reunieron por primera vez de modo serio y sistemático el conocimiento del mundo. Entre los que integraron el grupo de trabajo de la Biblioteca, estuvieron nada menos que Eratóstenes (Matemático, astrónomo y geógrafo), Hiparco (Astrónomo), Euclides (Matemático), Dionisio de Tracia (Gramático), Arquímedes (Físico, ingeniero, inventor, entre otras profesiones), y Tolomeo (Astrónomo y geógrafo),
El lugar contaba con diez grandes salas de investigación, cada una dedicada a un tema distinto, había además fuentes y columnatas jardines botánicos, un zoo, salas de disección, un observatorio, y una gran sala comedor donde se llevaban a cabo con toda libertad las discusiones críticas de las ideas.

La destrucción de la gran Biblioteca de Alejandría fue llevada a cabo definitivamente por los árabes, el año 646 de la Era Cristiana. Pero esta destrucción había ido precedida de otras, y el encarnizamiento mostrado en la aniquilación de tan fantástico depósito de saber es particularmente significativo.

Aunque no hay demasiadas precisiones, se sabe que en época de Julio César, la Biblioteca de Alejandría tenía bien ganada fama de contener libros secretos que daban un poder prácticamente ilimitado. Los documentos que han sobrevivido nos dan una idea bastante exacta de ello. Estaban, en primer lugar, los libros escritos en griego.
El conjunto de la obra de Beroso tenía algo inquietante. Sacerdote babilonio refugiado en Grecia, Beroso nos dejó el relato de un encuentro con seres extraterrestres: los misteriosos Akpallus, seres parecidos a peces, que vivían en escafandras y habrían aportado a los hombres los primeros conocimientos científicos.
Beroso vivió en tiempos de Alejandro Magno y hasta la época de Tolomeo I. Fue sacerdote de Baal-Marduk en Babilonia. Era historiador, astrólogo y astrónomo. Concibió una teoría sobre conflictos entre los rayos del Sol y los de la Luna que fueron anticipación de los trabajos más modernos sobre la interferencia de la luz. Podemos fijar la fecha de su nacimiento en 356 a.C. y la de su muerte en 261.
La Historia del Mundo, de Beroso, que describía sus primeros contactos con los extraterrestres, se ha perdido. Quedan algunos fragmentos, pero la totalidad de esta obra estaba en Alejandría, comprendía lo que habían enseñado los extraterrestres.

También se hallaba en Alejandría la obra completa de Manethón. Este, sacerdote e historiador egipcio, contemporáneo de Tolomeo I y de Tolomeo II, había llegado a conocer todos los secretos de Egipto. Su nombre puede incluso interpretarse como el "amado de Toth" o el "poseedor de la verdad de Toth".
Era el hombre que lo sabía todo sobre Egipto, que leía los jeroglíficos y que mantenía contactos con los últimos sacerdotes egipcios. Se dice que escribió personalmente ocho libros y que reunió en Alejandría cuarenta rollos de pergamino, particularmente selectos, que contenían todos los secretos de Egipto y, probablemente, el Libro de Toth. Si esta Colección se hubiese conservado, quizá sabríamos todo lo que hay que saber sobre los secretos egipcios. Sin duda fue esto lo que se quiso impedir.

La Biblioteca de Alejandría contenía igualmente las obras de un historiador fenicio, Mocus, a quien se atribuye el invento de la teoría atómica. Contenía también manuscritos indios extraordinariamente raros y preciados. De todos estos manuscritos no queda el menor rastro. El número total de rollos cuando empezó la destrucción era de 532.800 y existía una sección que podría llamarse "Ciencias matemáticas" y otra de "Ciencias naturales". Y un catálogo general, que también fue destruido.

Julio César, emperador romano fue uno de los responsables del saqueo y destrucción de la Biblioteca. Robó cierto número de libros, quemó una parte de ellos y se guardó la otra, es cierto que desapareció una buena cantidad de libros considerados como particularmente peligrosos.

La siguiente ofensiva importante contra la Biblioteca parece que fue lanzada por la emperatriz Zenobia. Una vez más, la destrucción no fue total, pero desaparecieron libros importantes. Uno de los responsables fue el emperador Diocleciano (284-305 d.C.), quien tenía por objetivo destruir todas las obras que revelaban los secretos de la fabricación del oro y de la plata. En otras palabras, todas las obras de alquimia. Pensaba que, si los egipcios eran capaces de fabricar oro y plata a voluntad, tendrían los medios necesarios para levantar un ejército y combatir contra el Imperio.

Pero la Biblioteca continuó. A pesar de las sucesivas destrucciones de que fue víctima, prosiguió su obra hasta que los árabes la aniquilaron por completo. Y, si lo hicieron, sabían por qué lo hacían. Habían destruido ya, en el propio Islam y también en Persia gran número de libros secretos sobre magia, alquimia y astrología.

La consigna de los conquistadores era: "no hacen falta libros que no sean El Libro", es decir, el Corán. Así, la destrucción en 616 d. de J. C. tuvo por objeto, más que la destrucción de los libros condenados, la de los libros en general.
El historiador musulmán Abd al-Latif (1160-1231) escribió: "La Biblioteca de Alejandría fue incendiada y destruida por Amr ibn-el As, por orden del triunfador Omar". El tal Omar se había opuesto, por otra parte, a que se escribiesen libros musulmanes, siempre siguiendo el principio de que: "El libro de Dios nos basta". Era un musulmán recién convertido, extraordinariamente fanático, que odiaba los libros y había destruido muchísimos de otros en numerosas ocasiones, porque no hablaban del Profeta.


Entre las hipótesis que se manejan para explicar su destrucción, se especula con la existencia de un ejemplar del Libro de Toth en Alejandría, que habría sido tomado por César como fuente posible de poder. Pero, naturalmente, el Libro de Toth no era el único documento egipcio de Alejandría. Y es muy posible que todos los enigmas que aún se plantean en la actualidad acerca de Egipto habrían sido solucionados si no se hubiesen destruido tantos documentos egipcios.

Entre estos documentos, existían algunos que eran particularmente buscados y de los que debieron destruirse implacablemente los originales, las copias e incluso los resúmenes: los que describían la civilización que precedió al Egipto conocido. Es posible que hayan subsistido algunos restos, pero lo esencial desapareció, y esta destrucción fue tan completa y profunda que los actuales arqueólogos racionalistas sostienen que se puede seguir, en Egipto, el desarrollo de la civilización desde el neolítico hasta las grandes dinastías, sin que nada demuestre la existencia de una civilización anterior.

Desaparecieron registros, papiros o libros procedentes de esta civilización extinguida.También fueron desunidos los tratados de alquimia más completos, los que permitían realmente conseguir la transmutación de los elementos. Fueron destruidas las obras de magia, y se destruyeron las pruebas del encuentro con seres extraterrestres de que hablaba Beroso a propósito de los Akpallus.

Oanes, uno de los Akpallus o Apkallus, dioses-peces descritos por Beroso.

Oanes, es el hombre-pez de sumeria, también llamado con diferentes nombres como, APKALLU, ABGAL, ALULULIM, ADAPA, ANNEDOTI y por los filisteos lo llamaban DAGÓN y UANNA.
Estos textos relatan que estos seres fueron creados por el Dios ENKI o también llamado EA.
OANNES fue el primero que creó el dios Enki. Este hijo de Enki, fue el primer Rey Antediluviano que se autoproclamó Sacerdote-Rey, desde 453.600 al 388.000 a.C. y después creó a otros 7 seres hombres-pez, que fueron los 7 espíritus sabios y asesoraban a 7 reyes diferentes. Estos seres simbolizaban a Semidioses de Caldea, sumeria y Babilonia.

Después de OANNES, llegaron otros seres -hombres pez- que emergieron del mar del Golfo Pérsico para instruir a la humanidad y se les llamaban, ENEUBOULUS, ENEMEUTUS, EUDOCUS, ENEUGAMUS y ANADAPTOS que apareció el último, bajo el reinado de ENMENDURANKI de Sippar o EN-MEN-DUR-ANA de la dinastía de Sumer, sobe el 2.900 a.C. Cada uno llegó en distintos periodos históricos. Estos escritos fueron recogidos posteriormente de Flavio Josefo, por Apolodoro, historiador filósofo romano y por Alexander Polyhistor historiador griego.

Fuentes: Taringa
EL ENIGMA DE LOS AKPALLUS


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