26/11/18

La serpiente Lilith

Más allá de la tradición hebrea, el origen del mito de Lilith parece contar con raíces sumerias o acadias.

Según el arqueólogo Reginald Campbell Thompson, había en Mesopotamia un grupo de demonios femeninos derivados de la criatura Lilitu (Lilu y Ardat Lili) que eran mitad humanas y mitad divinas, usaban la seducción y el erotismo, y la noche era su hábitat natural. Estos sucubos tenían las cualidades de lo que luego se ha representado como los vampiros, aunque cubiertos de pelo, y derivaban de la palabra viento o espíritu. Esta tradición habría pasado más tarde a la cultura judía a través de los semíticos residentes en Babilonia. Los judíos adaptaron así al hebreo el nombre de esta criatura maligna hasta vincularlo posiblemente a la palabra “laila” (traducido como noche).

Lilitu perdió varias cualidades con su versión hebrea, como era su carácter divino, pero adquirió una personalidad más compleja. Su presencia es frecuente en el folclore y los textos del Judaísmo, entre ellos el Génesis, según defienden algunas interpretaciones rabínicas. Así, frente a las dudas que ha generado el fragmento del Génesis: … “y creó Dios al hombre (Adán) a su imagen, a imagen de Dios los creó, varón y hembra los creó”, han surgido interpretaciones de diferentes rabinos a lo largo de la historia que plantean que, o bien Adán fue creado inicialmente como un andrógino, que poseía un cuerpo femenino y uno masculino unidos por la espalda, o como recoge repetidas veces en su obra el mitólogo inglés Robert Graves, hubo otra mujer antes que Eva, la rebelde y lujuriosa Lilith, que finalmente abandonó el paraíso.
Según el Yalqut Reubeni, una colección del siglo XVII de midrashim (interpretaciones de textos antiguos) por el rabino Rubén Hoschke Kohen, Dios formó a Lilith del mismo modo que había formado a Adán, aunque utilizó inmundicia y sedimento en lugar de polvo puro. La inmundicia habría convertido a esta criatura en un demonio del que, a su vez, nacieron otras criaturas malignas que todavía atormentan a la humanidad. Estos demonios hembras se dedicaban a atacar a las madres durante los partos con el fin de robar al recién nacido para luego matarlo, como retrata un sello cilíndrico expuesto en el Museo de Oxford.
En este sentido, existe otra interpretación que presenta a Lilith como una criatura igual a Adán, hecha de polvo puro, que se rebela contra los designios divinos y muestra un marcado carácter.
En el Alfabeto de Ben Sira (escrito entre el siglo VIII y el XI), se narra cómo Lilith se resistió a yacer por debajo de Adán: «¿Por qué he de yacer debajo de ti? Yo también fui hecha con polvo y por tanto, soy tu igual», afirmó Lilith, que después pronunció el nombre de Dios en vano y decidió abandonar el Edén con dirección al Mar Rojo.

Esta versión de Lilith se ha emplazado como una representación de las mujeres canaaneas y su visión de las relaciones sexuales en un periodo hacia el 586 a.C, en el que se fusionaron parcialmente los panteones propios de los canaanitas con los hebreos. De esta manera, la demonización de Lilith es una crítica a las prácticas de las mujeres canaaneas dadas a mantener relaciones sexuales pre-matrimoniales y a una sexualidad más abierta que la mostrada por las hebreas.
Lilith es el demonio rebelde, el mal ejemplo que precedió a Eva. No en vano, algunas de las cualidades de esta versión de Lilith parecen haberse inspirado en el principal culto femenino de los canaanitas, Asherah, diosa de los partos y la fertilidad.

Tras abandonar el paraíso, Lilith se asentó en la costa del Mar Rojo. Esta región se caracterizaba, según la tradición mitológica, por la presencia de innumerables demonios, con los cuales engendró nuevas criaturas. Ante este hecho, Dios envió a un grupo de ángeles para exigirla que volviera con Adán: “Regresa con Adán de inmediato o te ahogaremos”. A lo que ella respondió que ya no podía regresar porque “Dios me ha ordenado que me haga cargo de todos los recién nacidos, de los niños hasta el octavo día de vida (el de la circuncisión) y de las niñas hasta el vigésimo día”. Finalmente, Dios permitió vivir a Lilith, pero la castigó haciendo que cientos de sus hijos demoníacos perecieran cada día. Desde entonces, la criatura se propuso matar a todos los hijos de Adán y a todas las madres durante el nacimiento y los días siguientes al parto.

El Rabino Berl Schtudiner dijo que Lilith es solo un personaje pero nunca fue una mujer, sino un demonio con aspecto femenino, tanto los demonios como los ángeles son seres asexuados. El aspecto sexo es para los seres animales y no los celestiales. Solo adoptan el sexo cuando se instalan definitivamente en la tierra, fuera de ella vuelven a ser asexuados, y afirma que los demonios sucubos y los incubos no tienen sexo fijo, un mismo demonio actúa como sucubo ante un hombre y como incubo ante una mujer.

La leyenda de Lilith es posiblemente también el origen del popular mito griego de la reina Lamia, que tras matar a sus propios hijos por culpa de un engaño de Hera, sintió envidia de las otras madres y se dedicó a devorar a sus hijos. Transformada en una bestia, tenía el cuerpo de una serpiente y los pechos y la cabeza de una mujer. Este relato dio lugar a que en la Antigüedad, las madres griegas y romanas acostumbraran a amenazar a sus hijos traviesos con este personaje. La creencia grecorromana a su vez se transmitió a leyendas medievales, repartidas por toda la geografía europea, donde estos seres son representados con rostro de mujer y cuerpo de dragón y se alimentaban de niños.


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