Hace
unos doce mil años, las temperaturas eran menos elevadas que en la
actualidad y las lluvias solían ser más abundantes, el Sahara era
una gran sabana habitada por grupos de cazadores-recolectores.
Estos
grupos humanos seguían a los grandes rebaños de herbívoros en sus
desplazamientos, y algunos se establecían de forma estacional en
zonas concretas del desierto, son las llamadas "playas",
puntos donde las lluvias creaban lagos de vida efímera durante
algunos meses. Pero el comienzo de un periodo de altas temperaturas y
escasas precipitaciones hizo desaparecer su modo de vida. La sabana
dio paso a un desierto donde las playas se secaron sin remedio, y así
fue como las gentes que habían aprendido a vivir en la zona del
Sahara fueron desplazándose hacia la principal fuente de agua de la
región: el Nilo.
En
el 6.300 a.C. las primeras culturas neolíticas en el valle del Nilo
aparecieron en el norte del país, en lo que se conoce como el Bajo
Egipto. Se trata de tres yacimientos neolíticos alejados entre si,
pero con algunos rasgos en común, ocupación estacional de zonas de
habitación y cultivo del trigo y la cebada, que ayudaba a completar
los recursos provenientes de la ganadería, de carácter trashumante,
y de la explotación del hábitat fluvial.
El
primer gran yacimiento se encuentra en la región oeste del Delta, en
Merimda (Beni-Salama); el segundo en El Fayum, y el tercero se sitúa
a medio camino entre los dos primeros, en El Omari. Un rasgo
característico de estas culturas neolíticas septentrionales es la
escasa atención que prestaban a sus muertos y a las tumbas; en
Merimda son enterrados con una orientación preferente,
característica que no se puede percibir en El Omari, mientras que en
El Fayum ni siquiera se han hallado tumbas. En la mayoría de los
casos, el ajuar funerario no existe, si bien en El Omari se han dado
casos de enterramientos en los que junto al difunto han aparecido
algunos objetos de cerámica, pero poco más.
Al
tiempo que se desarrollan las últimas etapas de la cultura de El
Omari (4.600-4.400 a.C.), en la zona media de Egipto aparece una
cultura de rasgos particulares llamada Badariense. Se trata de varios
yacimientos distribuidos a lo largo de 30 km. de la orilla oriental
del Nilo. Se asemejan a los de las culturas del norte, en que sus
poblados se ocupaban solo durante épocas concretas del año, pero se
diferencian por completo de ellos por sus cementerios.
Los
muertos recibían una gran atención, se enterraban en fosas ovaladas
excavadas en el suelo y eran colocados siempre de costado, con la
cabeza mirando hacia el sur y la cara orientada al oeste, envueltos
en una piel o una estera; a su alrededor se distribuía un amplio
ajuar funerario, cuya riqueza variaba dependiendo de las tumbas, que
dan la impresión de presentar alguna distribución por zonas. Esto
significa que se trataba de una sociedad donde parecía existir
cierta estratificación social.
Mientras
la cultura Badariense se desarrollaba en la zona media del país (con
influencia de la dispersa cultura tasiense del desierto), el norte
acogía ya una cultura más o menos uniforme, cuyos principales
yacimientos son Buto (en el Delta) y Maadi (en El Cairo actual). Se
mantiene la particularidad septentrional de enterrar a sus muertos
con poco ajuar, pero destacan los contactos de Maadi con la zona de
Siria-Palestina.
Al
mismo tiempo que se desarrollaba la cultura de Maadi en el Bajo
Egipto, alrededor del 4.000 a.C. apareció en el sur del país (Alto
Egipto) una cultura meridional conocida como Nagada I (amraciense).
Los
restos cerámicos de las culturas de Nagada I y II, en el alto
Egipto, han constituido desde su hallazgo en los distintos
yacimientos una fuente de información valiosísima para los
arqueólogos. Su decoración, que representa escenas de la vida
cotidiana de los habitantes del valle del Nilo hace más de cinco
milenios, proporciona una imagen plena de significado de unas
sociedades ya totalmente sedentarizadas, dedicadas a la agricultura y
la ganadería, y a la explotación de los recursos fluviales y
ribereños.
La imagen abajo de cerámica de la cultura amraciense, presenta una embarcación de notable envergadura con mástil y velas, y una tripulación de remeros bien organizada, realizando ordenadamente las tareas de navegación; una imagen que sin duda alude a una sociedad perfectamente estratificada, con una estructura compleja y sistemas de liderazgo bien asentados, la base de los protorreinos que precedieron al periodo dinástico de Egipto.
La imagen abajo de cerámica de la cultura amraciense, presenta una embarcación de notable envergadura con mástil y velas, y una tripulación de remeros bien organizada, realizando ordenadamente las tareas de navegación; una imagen que sin duda alude a una sociedad perfectamente estratificada, con una estructura compleja y sistemas de liderazgo bien asentados, la base de los protorreinos que precedieron al periodo dinástico de Egipto.
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