Ante
el potencial
desestabilizador de los movimientos sociales,
el Pentágono ha puesto en marcha un programa conjunto con diferentes
universidades para seguir y contener la evolución de las protestas
civiles.
La denominada “Iniciativa Minerva", que lleva en marcha desde el año 2008 coincidiendo con el inicio de la crisis económica, cuenta con un presupuesto de 18 millones de dólares y decenas de sociólogos y politólogos en nómina. Su principal objetivo es descubrir el cómo y el porqué de las movilizaciones ciudadanas, tanto pacíficas como violentas, para posteriormente desarrollar estrategias de contención, ya sean de cariz militar o propagandístico.
La denominada “Iniciativa Minerva", que lleva en marcha desde el año 2008 coincidiendo con el inicio de la crisis económica, cuenta con un presupuesto de 18 millones de dólares y decenas de sociólogos y politólogos en nómina. Su principal objetivo es descubrir el cómo y el porqué de las movilizaciones ciudadanas, tanto pacíficas como violentas, para posteriormente desarrollar estrategias de contención, ya sean de cariz militar o propagandístico.
En
lo que va de año, el Pentágono ha financiado una
docena de estudios.
Entre ellos se incluye una investigación de la Universidad de
Cornell para identificar
y determinar el papel de los impulsores de las revueltas en las redes
sociales,
otra para analizar el origen y las características de los
movimientos sociales y una tercera para entender el efecto de ciertas
leyes en determinados conflictos sociales.
Todas
las conclusiones de estos estudios académicos pasan a formar parte
de una gran base de datos que posteriormente sirve para predecir
modelos conductuales y desarrollar herramientas que faciliten la
respuesta gubernamental.
Las ciencias sociales y el big
data al
servicio de la contrainsurgencia.
Discrepancias
entre los investigadores.
Una
buena parte del mundo académico ha alzado la voz ante este “uso
inmoral” de las ciencias sociales por parte del departamento de
defensa, que tutela las investigaciones. La Asociación Americana de
Antropología (AAA) fue una de las primeras organizaciones en
manifestar este rechazo en una misiva
dirigida
a la Oficina Federal de Administración y Presupuestos. En ella, el
presidente de la AAA Setha
Low,
defendía que el presupuesto destinado a estas investigaciones debía
estar manejado por agencias civiles, en lugar de militares.
El
antropólogo David
Price,
autor de Weaponizing
Anthropology: Social Science in Service of the Militarized State,
es uno de los académicos que más ha contribuido a la denuncia
pública de este programa del Pentágono. Además de pervertir la
finalidad social de la disciplina, orientándola a objetivos
militares, apunta el antropólogo, la Iniciativa Minerva es una
suerte de cantera para
captar a colaboradores de las agencias de inteligencia en los campus.
Para
el sociólogo James
Petras,
uno de los elementos que más le preocupan es que el trabajo
académico de estos investigadores tenga como objetivo contrarrestar
la movilización ciudadana, sin reparos en considerar
a cualquier activista como un potencial terrorista.
Ni presunción de inocencia ni libertad de expresión, matiza, pues
parte del programa está enfocado a vigilar de forma masiva a los
activistas de movimientos sociales surgidos al calor de las crisis
ambientales, energéticas y económicas que puedan desestabilizar el
sistema.
Ante
la situación de carestía, el auge de los movimientos de protesta
parece evidente, algo que no está pasando desapercibido para la
inteligencia militar. De lo que caben más dudas es de que si esta
escasez, a la que posiblemente se sometan amplios sectores de la
sociedad, hará que la
protesta se convierta en violenta.
Si así fuere, el departamento de defensa norteamericano no tendrá
que improvisar las estrategias de contención, que ya lleva diseñando
desde hace seis años. Minerva, la diosa de las técnicas de la
guerra, será la luz que los
ilumine.
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