16/8/16

Historia de la Atlántida (I)

La destrucción de la Atlántida ocurrió por una serie de catástrofes cuyo carácter varió desde los grandes cataclismos en que perecieron poblaciones y territorios enteros, hasta los hundimientos de terreno, relativamente sin importancia e igual a los que hoy suceden en nuestras costas.
Una vez iniciada la destrucción por la gran catástrofe primera, los hundimientos parciales continuaron sin interrupción deshaciendo el continente con acción lenta, pero segura.

Hubo cuatro grandes catástrofes superiores a las demás en intensidad:
La primera acaeció en la edad miocena, hace unos 800.000 años.
La segunda, que fue de menor importancia, sucedió hace unos 200.000 años.
La tercera, hace 80.000 años, fue muy grande; destruyó todo lo que quedaba del continente Atlante, a excepción de la isla a la que Platón dio el nombre de Poseidón, la cual a su vez, se sumergió en la cuarta y última gran catástrofe, 9.564 años antes de la Era cristiana.

El testimonio de los más antiguos escritores y las investigaciones científicas modernas afirman la existencia de un antiguo continente que ocupaba el lugar de la perdida Atlántida, conviene ver las fuentes generalmente conocidas que suministran pruebas de lo dicho. Estas pueden agruparse en cinco clases:
- Los datos aportados por los sondeos del mar.
- La distribución de la fauna y de la flora.
- Las semejanzas de lenguaje y tipo etnográfico.
- Semejanza de arquitectura, creencias y ritos religiosos.
- Testimonio de los antiguos escritores, de las tradiciones antiguas de las razas y de las leyendas arcaicas sobre el diluvio.

Primero.
Las expediciones de los cañoneros inglés y norteamericano Challenger y Dolphin principalmente (aunque Alemania se asoció también a esta exploración científica), el fondo de todo el Océano Atlántico está hoy trazado en mapas, resultando que existe un inmenso banco o sierra de gran elevación en medio de este mar. Esta cordillera se extiende en dirección Sudoeste desde los 50° Norte hacia la costa de la América meridional, desde donde cambia en dirección Sudeste hacia las costas de Africa, cambiando de nuevo de dirección en los alrededores de la isla de la Ascensión, y enderezándose hacia el Sur rectamente hacia las islas de Tristán de Acunha. Este banco se levanta súbitamente 9.000 pies del fondo de las profundidades que le rodean y las Azores, San Pablo, Ascensión y las islas de Tristán de Acunha son los picos de esta elevación de terreno que aún permanecen sobre el agua.
Se necesita una cuerda de 3.500 brazas (21.000 pies) para sondar las partes más profundas del Atlántico, mientras que las más elevadas del banco referido están solamente a ciento o unos cuantos cientos de brazas debajo del agua.
El sondeo muestra también que la cordillera está cubierta de restos volcánicos, de los cuales se encuentran huellas atravesando el Océano hacia las costas americanas. Las investigaciones hechas durante la exploración aludida, han probado de un modo concluyente que el lecho del Océano, particularmente en la proximidad de las Azores, ha experimentado perturbaciones volcánicas de una proporción gigantesca en períodos geológicos que pueden determinarse.

Mr. Starkie Gardner opina que en el período eoceno formaban las islas británicas parte de una gran isla o continente, que se extendía hacia el Atlántico, y que “un tiempo existió una gran extensión de tierra firme, donde ahora hay mar, de cuyas más elevadas cimas son restos Cornwall, el Scilly, las islas del Canal, Irlanda y la Gran Bretaña”.

Segundo.
Es un enigma para los biólogos y botánicos la existencia de especies similares o idénticas de la fauna y de la flora en continentes separados por los grandes mares. Y si alguna vez estuvieron estos continentes unidos de modo que fuese posible la natural emigración de tales plantas y animales, el enigma quedaría aclarado. Ahora bien; los restos fósiles del camello se encuentran en la India, en Africa, en la América del Sur y en Kansas; mas es hipótesis generalmente aceptada por los naturalistas, que todas las especies de animales y plantas son oriundas de una sola parte del globo, desde la cual, como centro, se han esparcido por las demás.
¿Cómo puede explicarse la situación de tales restos fósiles sin la existencia de una comunicación terrestre en una remota edad?
Recientes descubrimientos verificados en los yacimientos de Nebraska, parecen también demostrar que el caballo tuvo su origen en el hemisferio occidental, pues sólo en aquella parte del mundo se han encontrado restos fósiles que ponen de manifiesto las diversas formas intermedias identificadas como precursoras del actual caballo. Sería, pues, difícil explicar la presencia del caballo en Europa, sin la hipótesis de continuas comunicaciones terrestres entre los dos continentes, puesto que es cosa cierta que el caballo existía en estado salvaje en Europa y en Asia antes de que fuese domesticado por el hombre, lo cual tuvo lugar casi en la Edad de Piedra.
El ganado lanar y el vacuno, tales como los conocemos hoy, tienen igualmente un abolengo remoto. Darwin opina que había en Europa, en el primer período de la Edad de Piedra, ganado vacuno domesticado, el cual procedía de tipos salvajes de la familia del búfalo de América.
También existen en el Norte de América restos del león de las cavernas de Europa.

Pasando del reino animal al vegetal, se observa que la mayor parte de la flora del período mioceno de Europa que se encuentra principalmente en los yacimientos fósiles de Suiza existe al presente en América y algunas especies en Africa; pero el hecho notable, a propósito de América, es que mientras se halla dicha flora en gran proporción en los Estados Orientales, faltan muchas especies en las costas del Pacífico. Esto parece mostrar que entraron en aquel continente por el lado del Atlántico.

El profesor Wallace, en su interesante obra Island Life, así como otros escritores en muchas obras importantes, han emitido ingeniosas hipótesis para explicar la identidad de la flora y de la fauna en territorios muy apartados unos de otros, y el transporte de las especies a través del Océano, pero sus razones no son convincentes y fallan en diferentes puntos.
Es cosa sabida que el trigo, tal cual le conocemos, no ha existido jamás en verdadero estado silvestre, ni hay prueba alguna por donde rastrear su descendencia de especies fósiles. Cinco variedades de trigo se cultivaban ya en Europa en la Edad de Piedra, una de las cuales, encontrada en las moradas lacustres, se conoce por trigo de Egipto; de lo cual deduce Darwin que los habitantes de los lagos, o sostenían tráfico aún con algún pueblo meridional, o procedían originariamente del Sur como colonizadores; y concluye que el trigo, la cebada, la avena, viene de diversas especies ya extinguidas, o tan enteramente distintas de aquellas, que no permiten su identificación, por lo que dice: «El hombre debe de haber cultivado los cereales desde un período enormemente remoto».
Las regiones donde estas especies extintas florecieron y la civilización bajo la cual fueron cultivadas por una selección inteligente, nos las suministra el continente perdido, cuyos emigrantes las llevaron a Oriente y Occidente.

Extracto: Historia de los Atlantes - W. Scott Elliot

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