La
destrucción de la Atlántida ocurrió por una serie de catástrofes
cuyo carácter varió desde los grandes cataclismos en que perecieron
poblaciones y territorios enteros, hasta los hundimientos de terreno,
relativamente sin importancia e igual a los que hoy suceden en
nuestras costas.
Una
vez iniciada la destrucción por la gran catástrofe primera, los
hundimientos parciales continuaron sin interrupción deshaciendo el
continente con acción lenta, pero segura.
Hubo
cuatro grandes catástrofes superiores a las demás en intensidad:
La
primera acaeció en la edad miocena, hace unos 800.000 años.
La
segunda, que fue de menor importancia, sucedió hace unos 200.000
años.
La
tercera, hace 80.000 años, fue muy grande; destruyó todo lo que
quedaba del continente Atlante, a excepción de la isla a la que
Platón dio el nombre de Poseidón, la cual a su vez, se sumergió en
la cuarta y última gran catástrofe, 9.564 años antes de la Era
cristiana.
El
testimonio de los más antiguos escritores y las investigaciones
científicas modernas afirman la existencia de un antiguo continente
que ocupaba el lugar de la perdida Atlántida, conviene ver las
fuentes generalmente conocidas que suministran pruebas de lo dicho.
Estas pueden agruparse en cinco clases:
-
Los datos aportados por los sondeos del mar.
-
La distribución de la fauna y de la flora.
-
Las semejanzas de lenguaje y tipo etnográfico.
-
Semejanza de arquitectura, creencias y ritos religiosos.
-
Testimonio de los antiguos escritores, de las tradiciones antiguas de
las razas y de las leyendas arcaicas sobre el diluvio.
Primero.
Las
expediciones de los cañoneros inglés y norteamericano Challenger y
Dolphin principalmente (aunque Alemania se asoció también a esta
exploración científica), el fondo de todo el Océano Atlántico
está hoy trazado en mapas, resultando que existe un inmenso banco o
sierra de gran elevación en medio de este mar. Esta cordillera se
extiende en dirección Sudoeste desde los 50° Norte hacia la costa
de la América meridional, desde donde cambia en dirección Sudeste
hacia las costas de Africa, cambiando de nuevo de dirección en los
alrededores de la isla de la Ascensión, y enderezándose hacia el
Sur rectamente hacia las islas de Tristán de Acunha. Este banco se
levanta súbitamente 9.000 pies del fondo de las profundidades que
le rodean y las Azores, San Pablo, Ascensión y las islas de Tristán
de Acunha son los picos de esta elevación de terreno que aún
permanecen sobre el agua.
Se
necesita una cuerda de 3.500 brazas (21.000 pies) para sondar las
partes más profundas del Atlántico, mientras que las más elevadas
del banco referido están solamente a ciento o unos cuantos cientos
de brazas debajo del agua.
El
sondeo muestra también que la cordillera está cubierta de restos
volcánicos, de los cuales se encuentran huellas atravesando el
Océano hacia las costas americanas. Las investigaciones hechas
durante la exploración aludida, han probado de un modo concluyente
que el lecho del Océano, particularmente en la proximidad de las
Azores, ha experimentado perturbaciones volcánicas de una proporción
gigantesca en períodos geológicos que pueden determinarse.
Mr.
Starkie Gardner opina que en el período eoceno formaban las islas
británicas parte de una gran isla o continente, que se extendía
hacia el Atlántico, y que “un tiempo existió una gran extensión
de tierra firme, donde ahora hay mar, de cuyas más elevadas cimas
son restos Cornwall, el Scilly, las islas del Canal, Irlanda y la
Gran Bretaña”.
Segundo.
Es
un enigma para los biólogos y botánicos la existencia de especies
similares o idénticas de la fauna y de la flora en continentes
separados por los grandes mares. Y si alguna vez estuvieron estos
continentes unidos de modo que fuese posible la natural emigración
de tales plantas y animales, el enigma quedaría aclarado. Ahora
bien; los restos fósiles del camello se encuentran en la India, en
Africa, en la América del Sur y en Kansas; mas es hipótesis
generalmente aceptada por los naturalistas, que todas las especies de
animales y plantas son oriundas de una sola parte del globo, desde la
cual, como centro, se han esparcido por las demás.
¿Cómo
puede explicarse la situación de tales restos fósiles sin la
existencia de una comunicación terrestre en una remota edad?
Recientes
descubrimientos verificados en los yacimientos de Nebraska, parecen
también demostrar que el caballo tuvo su origen en el hemisferio
occidental, pues sólo en aquella parte del mundo se han encontrado
restos fósiles que ponen de manifiesto las diversas formas
intermedias identificadas como precursoras del actual caballo. Sería,
pues, difícil explicar la presencia del caballo en Europa, sin la
hipótesis de continuas comunicaciones terrestres entre los dos
continentes, puesto que es cosa cierta que el caballo existía en
estado salvaje en Europa y en Asia antes de que fuese domesticado por
el hombre, lo cual tuvo lugar casi en la Edad de Piedra.
El
ganado lanar y el vacuno, tales como los conocemos hoy, tienen
igualmente un abolengo remoto. Darwin opina que había en Europa, en
el primer período de la Edad de Piedra, ganado vacuno domesticado,
el cual procedía de tipos salvajes de la familia del búfalo de
América.
También
existen en el Norte de América restos del león de las cavernas de
Europa.
Pasando
del reino animal al vegetal, se observa que la mayor parte de la
flora del período mioceno de Europa que se encuentra principalmente
en los yacimientos fósiles de Suiza existe al presente en América y
algunas especies en Africa; pero el hecho notable, a propósito de
América, es que mientras se halla dicha flora en gran proporción en
los Estados Orientales, faltan muchas especies en las costas del
Pacífico. Esto parece mostrar que entraron en aquel continente por
el lado del Atlántico.
El
profesor Wallace, en su interesante obra Island Life, así como otros
escritores en muchas obras importantes, han emitido ingeniosas
hipótesis para explicar la identidad de la flora y de la fauna en
territorios muy apartados unos de otros, y el transporte de las
especies a través del Océano, pero sus razones no son convincentes
y fallan en diferentes puntos.
Es
cosa sabida que el trigo, tal cual le conocemos, no ha existido jamás
en verdadero estado silvestre, ni hay prueba alguna por donde
rastrear su descendencia de especies fósiles. Cinco variedades de
trigo se cultivaban ya en Europa en la Edad de Piedra, una de las
cuales, encontrada en las moradas lacustres, se conoce por trigo de
Egipto; de lo cual deduce Darwin que los habitantes de los lagos, o
sostenían tráfico aún con algún pueblo meridional, o procedían
originariamente del Sur como colonizadores; y concluye que el trigo,
la cebada, la avena, viene de diversas especies ya extinguidas, o tan
enteramente distintas de aquellas, que no permiten su identificación,
por lo que dice: «El hombre debe de haber cultivado los cereales
desde un período enormemente remoto».
Las
regiones donde estas especies extintas florecieron y la civilización
bajo la cual fueron cultivadas por una selección inteligente, nos
las suministra el continente perdido, cuyos emigrantes las llevaron a
Oriente y Occidente.
Extracto:
Historia de los Atlantes - W. Scott Elliot
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