La
primera referencia documentada de los Fenicios durante el II milenio
a.C., es la correspondencia entre el rey de Biblos y el faraón
Akhenatón incluida en los Archivos de Amarna, y hasta su proclive y
definitivo ocaso tras la Tercera Guerra Púnica entre el 149-146 a.C.
se han encontrado textos y crónicas del asedio y actuación de los
ejércitos de Publio Cornelio Escipión sobre Cartago escritos por
Tito Livio, Apiano, etc. El resto, lo podríamos llamar sus registros
propios, no son más que escuetas referencias epigráficas escritas
en textos funerarios, estelas, etc., que aunque numerosas
(especialmente las más recientes provenientes de Cartago), no son
poco más que dedicatorias votivas reiteradas de las que extraemos
nombres de deidades, pero apenas casi nada sobre sus creencias,
rituales o acontecimientos históricos.
Su
estrecho territorio, entre las montañas y el mar, abarcaba unos 300
Kms. desde la desembocadura del río Orontes (al norte) y la bahía
de Haifa (al sur), comprendiendo áreas de los actuales estados de
Israel, Siria y Líbano, una región denominada antiguamente por
algunos como Canaán. El nombre étnico que según La Biblia se daban
los fenicios a sí mismos era kenaani “canaaneos” o ben kenaan
“hijos de Canaán”, y coincide con el pueblo cananeo de la zona
sirio-palestina, y no parece definirlos como tal en su conjunto pues
también el texto cita al pueblo sidonio o tirio, que han de
considerarse previos a los fenicios.
De
Phoíniks derivó el término “fenicio”, que se aplica más bien
a los descendientes de los cananeos que habitaban en la franja
costera desde Dor (actual Israel) hasta Arados o Arwad (actual
Siria), entre el 1200 a.C. y la conquista musulmana. Este término
denominaba estrictamente la región costera de Canaán (cananeos
citados en la Biblia), y muchos de los pueblos fenicios lo utilizaban
como sinónimo.
De
phoinix, pōnīm (“hombre de la púrpura”) o de raíces hebreas y
egipcias poniki, derivarían también las formas latinas “poenus”
y “punicus”, con los que pasarían a la historia los fenicios
cartagineses, por lo que la denominación de este pueblo es variable
según el origen de las citas y el paso del tiempo (cananeos,
fenicios, púnicos, cartagineses), ha de decirse que nunca tuvieron
noción de nación-estado, solo localmente se autodenominaban tirios,
sidonios, giblitas, etc., dependiendo de su ciudad de origen, y
tampoco intentaron reconocimiento político como unidad común.
Su
suelo era montañoso y poco apto para la agricultura, aunque sus
codiciados cedros y sus conocimientos en viticultura fueron bien
conocidos ya desde antiguo, y por poner algunos ejemplos se pueden
leer “Las lamentaciones de Ipu-ur”, texto egipcio del III
milenio: Hoy día nadie navega hacia el norte con rumbo a Biblos ¿Qué
haremos sin cedros para nuestras momias?..., o el Papiro de Moscú
del s. XI a.C., donde se relata el viaje de un tal Wenamón a Biblos,
con la intención de comprar maderas para la nave de Amón. El pacto
entre Hiram de Tiro entronizado 969-936 a.C. y el famoso rey Salomón,
firmado para la construcción de su templo con cedros, cipreses y
artífices fenicios, o los tributos en marfiles y maderas exigidos al
rey de Tiro y Sidón Ithobaal por parte de Asurbanipal II (883-859
a.C.).
Fenicia
y sus ciudades y puertos, desde Acre y Tiro, Sidón y Biblos, hasta
Arados y Ugarity, por su posición geográfica entre el mar y el
desierto de Siria y del Sinaí con Egipto hacia el sureste, y hacia
Mesopotamia y Asia Menor al noreste, estaba destinada a ser una rica
encrucijada comercial que siendo codiciada por los grandes imperios
vecinos, estos acabarán invadiendo su territorio en varias
ocasiones.
La
consolidación del Reino de Israel y de los imperios interiores, y
posteriormente de la Civilización Asiria y la Egipcia, dificultaban
y limitaban su comercio, y no les quedó otra alternativa que el mar.
Continuará...
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