Desde el siglo XVII hasta nuestros días, han habido cientos de visiones de terroríficas criaturas en el mar. Las descripciones más frecuentes hablan de calamares y pulpos gigantes o de "Serpientes de mar", generalmente se las describe con una cola de color amarillo o moteada de marrón, y a veces con crines parecidas a las algas.
El 13 de enero de 1.852 en el océano Pacífico Sur, a unos 1.000 km de las Islas Marquesas, en la Polinesia francesa, el ballenero Monongahela, procedente del puerto de New Bedford (Massachusetts), divisó en superficie “un extraño ser”.
Dos balleneros, el Monongahela y el Rebecca Sims, de New Bedford, navegaban juntos por el Pacífico. Un vigía anunció la aparición de una ballena a proa.
El patrón del Monongahela, el capitán Seabury, lanzó tres botes al agua para capturarla. Al acercarse a su presa, los marineros comprobaron que se trataba de algo mucho más fiero que una simple ballena. A pesar de ello, Seabury decidió aparejar lanzando un arpón que se clavó profundamente en el cuello de la criatura, causándole la muerte. Los marineros izaron a bordo su extraña pesca.
El capitán del Rebecca Sims, Samuel Gavitt, sería quien llevase a puerto el pormenorizado relato de Seabury, publicado por el London Times el 10 de marzo de 1.852, disponible actualmente en versión digital y la también revista científica británica Zoology.
Lo
describió como un reptil de color marrón grisáceo. En sus enormes
mandíbulas tenía docenas de dientes curvos y afilados. El cuerpo
era demasiado grande para llevarlo entero a bordo, por lo que le
cortaron la cabeza y la conservaron en una cuba con salmuera a bordo
del Monongahela.
Tras el episodio, los dos barcos iniciaron el
regreso a su puerto de partida. El Rebecca Sims llegó sin
contratiempos, pero el Monongahela no regresó.
¿Cuál fue el destino del Monongahela y de la mercancía criptozoológica?. Al parecer, todo el cargamento, incluidos los restos de la formidable serpiente marina y la tripulación, acabarían en el fondo del mar, ya que el desafortunado ballenero naufragaría un año más tarde.
La maltrecha placa de popa con su nombre fue recuperada en 1.853 en las costas de las Umnak, islas Aleutianas.
Según un informe, un escocés de la tripulación, que dibujaba regularmente, hizo un croquis del monstruo y el segundo bajó a medirlo.
“El ejemplar era macho; medía unos 30 m. de largo total; 1,8 m. alrededor del cuello; 2,5 m. de circunferencia alrededor de los hombros; y la parte más ancha del cuerpo 3,5 m. que parecía algo distendida. La cabeza era larga, de más de tres metros de largo, plana, con surcos y crestas; los huesos de la mandíbula inferior estaban separados; la lengua finalizaba en forma de corazón. La cola corría casi hasta un punto, de punta cartilaginosa, plana y firme. (…). Al examinar la piel descubrimos, para nuestra sorpresa, que el cuerpo estaba cubierto de grasa, como el de una ballena, pero tenía sólo 10 cm. de grosor. El aceite era claro como el agua y se quemaba casi tan rápido como la trementina. Despiezamos al animal, pero era muy difícil, la grasa era tan elástica que, estirándose hasta cinco metros, se encogía hasta sólo alcanzar uno.
La cabeza se trató de preservar en sal. Hemos guardado todos los huesos, que los hombres aún no han terminado de limpiar. (…)
Uno de los pulmones de la gran serpiente marina era un metro más largo que el otro. Había 94 dientes de unos seis centímetros, en las mandíbulas, muy afilados, todos apuntando hacia atrás y tan grandes como un pulgar. Descubrimos que tenía dos agujeros o espiráculos, por lo que debe respirar como una ballena; también tenía aletas para nadar, tipo patas, de tejido flexible pero muy firme. Las articulaciones del dorso estaban sueltas, y parecía que, cuando nadaba, movía dos costillas y una articulación a la vez, casi como patas. Tardamos casi tres días en obtener los huesos, pero ahora están casi limpios, son muy porosos y de color oscuro. La cabeza será también preservada”.
Este enigmático expediente criptozoológico podría ser tomando como la clásica historia de pescadores, exagerada e inexacta, propia de una taberna marinera. No obstante, opinamos que el relato puede ser verídico, ya que tanto el barco como su capitán y tripulación existieron en el momento de los hechos, algo corroborado en el actual Museo Ballenero de New Bedford.
Además, el detallado informe guarda un buen número de pistas, tanto anatómicas como conductuales, que pueden ayudar a dilucidar la verdadera naturaleza de tan espectacular animal oceánico:
1-Mandíbulas con 94 dientes, muy afilados, todos apuntando hacia atrás y tan grandes como un pulgar en la encía, firmemente asentados.
2-Los huesos de la mandíbula inferior estaban separados.
3-Uno de los pulmones de la “serpiente” era un metro más largo que el otro.
4-La apuntada cola, rematada por cartílago plano y firme.
5-Espiráculos y respiración/cabeceo en superficie.
¿Por qué resultan cruciales estos puntos?.
Son características pertenecientes al grupo de los reptiles, por lo que estimamos que los datos son verídicos.
Expliquemos por qué:
1-La mayoría de las serpientes modernas tienen dientes como los descritos. Además, los Mosasaurios, los antiguos reptiles marinos y los antepasados modernos de los actuales, presentan este tipo de dentición. Los cachalotes y otros cetáceos dentados tienen una configuración muy diferente (dientes rectos sólo en mandíbula inferior).
2-Las mandíbulas de los grandes reptiles oceánicos prehistóricos, siendo el grupo de los Mosasaurios el mejor candidato para la descripción proporcionada, se dislocaban como sucede en las serpientes actuales y tenían una articulación en mitad del hueso para, de esa manera, ampliar aún más la apertura bucal e impulsar luego hacia adentro las presas, tragadas enteras.
3-Pulmones desiguales. Otra característica anatómica típica presente en reptiles, tanto en lagartos, serpientes o varanos, y ausente en mamíferos.
4-Estudios paleontológicos de 2013 muestran que los Mosasaurios tenían una cola similar a la de los tiburones, con un lóbulo superior muy pequeño y otro orientado hacia abajo, lo que facilita la locomoción submarina que impulsa a su vez al animal casi siempre hacia la superficie para tomar aire.
5-Respiración en superficie. Algo lógico en un reptil oceánico desprovisto de agallas.
Todos estos datos morfológicos y anatómicos reflejados en el informe de Seabury, estimamos son muy difíciles de falsificar, imaginar o inventar, y mucho menos por rudos balleneros del siglo XIX, ya que simplemente carecían de los conocimientos técnicos en el campo de la zoología o la anatomía, para brindar a tal lujo de detalles, algunos de ellos hallazgos modernos dentro del campo de la paleontología del siglo XXI.
¿Es por tanto la Serpiente Marina (o reptil desconocido del Monongahela) un caso aislado parcialmente resuelto? Al parecer no, ya que se han registrado casos similares a lo largo de la historia.
Continuará...
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