Agosto-Septiembre del 2014. Aguas profundas del Golfo de México. El empleado británico de la línea de Cruceros Carnaval, monitor de fitness entonces, Paul George, divisa una especie de “submarino muy oscuro” a babor.
Parte del pasaje, unas 10 personas, mira asombrado aquella colosal figura desde la última cubierta del barco:
“El cuerpo era oscuro y liso, y presentaba una piel coriácea, algo así como un cruce entre una tortuga y un cocodrilo… Suena raro, pero algo así, como un gran cocodrilo o animal similar, de piel más bien uniforme sin crestas ni escamas grandes. Un tiburón de tres metros sería algo pequeño junto aquel animal. Medía unos 15 m. al ser comparado con los botes salvavidas, que rondan los nueve. No era una ballena, ya que presentaba un grueso y robusto cuello, de hombros fornidos, como cuadrangulares, y una enorme cabeza diferenciada del resto del cuerpo, de morro apuntado y ancho, de al menos unos tres metros de largo.
La mayor parte del cuerpo del animal estaba por debajo del agua, y la cabeza asomaba a veces, como respirando por la boca. Ninguno de los invitados con los que estaba tenía su teléfono a mano ya que estábamos en la cubierta 12 disfrutando del sol, del jacuzzi y de la piscina (…). La observación duró menos de un minuto, pero todos coincidían en que aquello era algo especial, o desconocido”.
La criatura del crucero Brisa de Carnaval es desconcertante, y su morfología, así como comportamiento, es lo que esperaríamos ver si observásemos cerca de la superficie algún animal tipo Mosasaurio o similar. Su tamaño, así como algunas características de su cuerpo, lo diferencian bien de una ballena.
La posibilidad de divisar una criatura como esta estimamos es remota. Seguramente las poblaciones de este depredador oceánico sean reducidas, y difíciles de ubicar por su independencia de la tierra firme, paren sus crías vivas en el agua.
También diferenciarlo de grandes ballenas, en la distancia o a ras de agua, puede ser complicado. Por otro lado, el océano es un territorio casi infinito, y hallar un cadáver a la deriva es misión casi imposible, los restos serán rápidamente desintegrados por multitud de depredadores y carroñeros.
Además, la solidez del hueso de los antiguos reptiles oceánicos, unidos, posiblemente, a la práctica de ingerir rocas para estabilización submarina y digestión de la comida, harían del todo imposible recuperar el cuerpo del Leviatán, que se precipitará lastrado hacia el insondable fondo marino inexorablemente.
En 1.962, en las costas de Florida, una balsa de las Fuerzas Aéreas estadounidenses, transportando cinco buceadores fue barrida en el mar por una tormenta.
Al
clarear ésta, cayó una densa niebla.
Después de estar
embarrancados cerca de una hora, oyeron un chapoteo y notaron un olor
a pescado muerto. De repente salió del agua algo parecido a un
cuello delgado de unos 4 m. de largo.
La cabeza de la bestia era como la de una tortuga marina. Uno de los buceadores vio que la cabeza se doblaba y hundía en el mar varias veces. El pánico se apoderó de los hombres y decidieron lanzarse al agua. Según informó el único sobreviviente, sus compañeros se hundieron uno a uno. Nunca se hallaron sus cuerpos.
En 1.881, un pesquero escocés, el Bertie, se encontraba a 140 Km. de la costa, en el Mar del Norte. De pronto, la tripulación observó que emergían a la superficie tres jorobas y a continuación parte de una cabeza cubierta de una vegetación parecida a las algas.
Dos
fieros ojos relumbrantes contemplaban a los aterrorizados marineros.
La criatura se dirigió directamente al barco. La tripulación
intentó virar la nave y un hombre la disparó con un rifle. La
"serpiente" agitó las aguas haciendo casi zozobrar el
barco.
Los pescadores cortaron las redes y pusieron rumbo al
puerto, pero la serpiente marina continuó siguiéndoles hasta caer
la noche, momento en que perdieron de vista a la extraña criatura.
Fuente:http://www.revistaenigmas.com/secciones/grandes-reportajes/serpiente-marina-monongahela
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