4/7/11
Cultura Financiera
A pesar de que la esclavitud quedó abolida hace tiempo, las normas sociales, nuestra propia incultura financiera y las reglas y políticas económicas de la sociedad de consumo se encargan de que unas cadenas aún más fuertes que las antiguas aunque invisibles aten nuestras vidas hacia un “nivel de vida” irreal y conviertan nuestra existencia en una carrera de ratas como muy bien define en sus libros Robert T. Kiyosaki.
Analicemos la situación. Para empezar, las reglas económicas en materia de impuestos hacen que lo que gana la persona generalmente con su esfuerzo laboral se vea gravado una y otra vez.
Cuando se cobra el sueldo en este ya viene descontada una parte que se queda directamente Hacienda. El ciudadano vuelve a pagar impuestos cada vez que compra bienes de consumo sean del tipo que sean y si lo que queda lo tiene metido en el banco, también tiene que pagar por su dinero. Si tiene la suerte de poder ahorrar algo y lo deposita en un plan de pensiones con un banco o una compañía de seguros, en el recibo ya le viene descontado un tanto por ciento de impuestos, con lo que vuelve a pagar. Y una vez que le llega la edad de jubilación, al rescatar el capital ahorrado con tanto esfuerzo y a veces hasta con privaciones, nuevamente le toca pagar por percibir su propio dinero.
Si bien es cierto que los impuestos son necesarios para el mantenimiento del llamado estado del bienestar y que son imprescindibles para que se construyan carreteras, hospitales, escuelas, residencias de ancianos y todo tipo de servicios e infraestructuras necesarios para el buen funcionamiento de una sociedad moderna, no es menos cierto que constituyen un lastre para la libertad financiera del individuo, pero las cadenas son otras.
Unos eslabones están constituidos por las permisivas leyes de los estados en algunas materias como por ejemplo la vivienda, a pesar de que esta se considera un derecho. Otros los crea la propia persona con sus costumbres, pues las personas queremos llevar un “nivel de vida” que en la mayoría de los casos está por encima de nuestras posibilidades económicas reales.
En lo relativo a la vivienda se dice que en España todo el mundo quiere ser propietario de una vivienda, mientras que en otros países la gente vive en viviendas alquiladas. La realidad es que si la gente quiere ser propietaria no es, en la mayoría de los casos por un afán de propiedad, sino porque los sucesivos gobiernos han permitido que el precio que los propietarios de viviendas cobran por alquilar su propiedad sea tan alto que, a poco que la persona lo piense ve que pagando lo mismo algún día dejará de pagar. Esto hace que las personas se aten a hipotecas de 30, 40 e incluso 50 años teniendo además con ello una falsa idea de inversión. Falsa porque tal y como estamos viendo en la actualidad, el valor del metro cuadrado no siempre sube, con lo que en muchos casos la hipoteca que el ciudadano firmó con el banco es muy superior al valor real que tiene su vivienda en la actualidad. Así que aunque se lo piense y decida que es mejor vender y vivir de alquiler para no estar atado de por vida a un banco y a una ciudad no puede hacerlo, pues se quedaría sin casa y aún le quedaría una gran deuda. Pero aún siendo la hipoteca la gran bola al final de la cadena que el ciudadano arrastra cual pesada carga casi “hasta que la muerte los separe”, los eslabones que forman la cadena son otros, y todos ellos están en nuestra propia manera de entender la vida.
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