Hoy se cumplen 100 años del hundimiento del transatlántico “Lusitania” (7
mayo 1915).
Hundido en la costa meridional de Irlanda, a 10 millas de la costa. A las 2,11 de la tarde recibió el impacto de un torpedo alemán U-20 y dieciocho minutos después se hundió.
En su último viaje de Nueva
York a Liverpool llevaba a bordo unos 2000 pasajeros y 800
tripulantes.
Hubo
un total de 1198 víctimas, 124 de las cuales eran norteamericanas.
Murieron 785 pasajeros (entre ellos 291 mujeres y 94 niños) y 413
tripulantes.
Los
supervivientes declararon que se sintieron dos explosiones casi
simultáneas, las que corresponden a los torpedos y luego, también
muy próxima, una tercera mucho más fuerte, que provocó la muerte
de un centenar de pasajeros, y que sin duda fue la explosión del
cargamento de explosivos que el barco llevaba; ya que los torpedos
impactaron justamente en ese compartimento. Esta explosión interna
determinó que el casco se desfondara y que los compartimentos
estancos no resistieran a la presión. La proa desapareció bajo el
mar, al tiempo que el barco comenzaba a inclinarse hacia estribor.
Cuando la proa chocó con el fondo, a 96 metros de profundidad, la
popa quedó un rato al aire, con sus enormes hélices apuntando hacia
el cielo. Luego, el inmenso casco del trasatlántico se deslizó,
arrojando humo y burbujas, hacia el fondo del mar.
No dio tiempo a
que se distribuyeran debidamente los chalecos salvavidas. Los buzos
que examinaron el pecio informaron de que uno de los costados y la
parte inferior del casco habían sido destruidos por una explosión
producida en el interior de la nave. Esta explosión debió haber
sido mucho más poderosa que la causada por un torpedo de tipo G.
El
vicealmirante Crookes ordenó que se movilizaran todo tipo de
embarcaciones hacia el lugar del naufragio, que no pudieron llegar
antes de las 2 horas.
Woodrow
Wilson había ganado las elecciones con la promesa de librar a los
EE.UU. de su implicación en la guerra europea.
Una gran mayoría de
la población norteamericana era partidaria de mantenerse al margen.
Tras la pérdida de las vidas de 114 de los 118 norteamericanos embarcados, la situación cambió y se produjeron
abundantes manifestaciones a favor de la intervención (1ª Guerra Mundial).
La reacción
anti alemana en los EE.UU. fue inmediata, aumentando las
protestas a medida que la prensa trabajaba el tema. Se trajeron a
colación otros torpedeamientos en los cuales intereses humanos o
materiales norteamericanos habían sido atacados y perdidos, como en
los hundimientos del Falaba, en el bombardeo del Cushing y en el
torpedeamiento del Gulflight. Hubo actos públicos y manifestaciones
con diverso grado de violencia en todos los Estados Unidos, contra lo
que fue calificado de crimen de lesa humanidad y de atentado contra
el derecho de gentes, del que se hacía personalmente responsable al
emperador de Alemania.
Un
miembro de la embajada alemana declaró imprudentemente que nadie
podía reprocharle al Gobierno imperial alemán el hundimiento porque
los pasajeros sabían que era inevitable su destrucción. Un
hundimiento justificado por las municiones que transportaba. No somos
culpables de que estas personas quisieran suicidarse, dijo
defendiendo el derecho legal y moral del ataque. Tras la tragedia y
las reacciones en contra, Alemania dio a sus submarinos instrucciones
más humanitarias para el tratamiento de las tripulaciones de los
mercantes atacados. A pesar de las nuevas normas, en 1.916 resultaron
hundidas una media al mes de 192.000 toneladas, superando la media
del año anterior (113.000 toneladas).
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