Norteamérica
se
ha apropiado de algunas antiguas fiestas europeas
que luego nos ha devuelto transformadas como si fueran suyas. Una de
ellas es Halloween de la noche del 31 de Octubre, víspera del día
de difuntos.
Halloween
se celebraba en España mucho antes de que Estados Unidos fuese
nación. En
realidad es una costumbre europea (como
parte del Samhain,
un ritual de origen celta).
La
palabra «halloween» se empezó a usar en el siglo XVI y parece ser
es de origen escocés
«All Hallow’s Eve»
(víspera de Todos los Santos). Fue en 1840 cuando llegó a Estados
Unidos, donde se hizo famosa, y fueron
inmigrantes irlandeses los
que la llevaron al otro lado del océano. Colocaban una vela
encendida dentro de una calabaza inspirada en la popular leyenda de
“Jack el tacaño”, que consiguió engañar al diablo. El primer
desfile tuvo lugar en Minnesota en 1921. En los años setenta la
televisión y sobre todo el cine (Hallowen, de John Carpenter, en
1978) popularizaron la fiesta.
En
toda Galicia se vive con mucha intensidad la Noche
de Difuntos.
Pocos de los que celebran Halloween
conocen que su auténtico origen no es anglosajón, sino la
noche
celta del Samhain,
una festividad anterior al cristianismo que en el año 840, por orden
del Papa
Gregorio IV,
se transformaría en la Fiesta
de todos los Santos.
De ahí su nombre en inglés, All Hallow’s Eve. Era un intento de
mitigar la influencia
pagana
mezclándola acertadamente con la cristiana que funcionó, hasta
borrar el recuerdo del Samhain a base de siglos.
Sin
embargo, en Cedeira, pueblo
milenario, no han olvidado. Sus habitantes llevan años reivindicando
acertadamente que elaborar calaveras con calabazas es una tradición
nacida en la bella localidad coruñesa. Y no hay gallego que peine
canas que no crea que los espíritus de los difuntos visitan en estas
fechas las ermitas e iglesias donde los familiares encargan misas por
su alma.
En
muchos lugares de Castilla se cree que el día 2, los muertos salen
de las tumbas para asustar a quienes vuelven tarde a casa por caminos
apartados. En Zamora, esta
tarde tiene lugar la procesión de
las ánimas, aledaña a los cementerios, a la luz de las
velas. Las mismas que se colocan desde hace días en muchas ventanas
de Alicante para marcar el camino a las almas perdidas. En Valencia,
muchos realizan hoy la Ruta del
Silencio por el cementerio, cuyo museo posee una importante
muestra del patrimonio funerario de la capital del Turia, lo que le
ha valido ser incluido en la ruta europea de camposantos, sumándose
a otros 63 lugares de descanso repartidos por 50 ciudades de 20
naciones. No es baladí la importancia del reconocimiento dentro de
este Itinerario Cultural Europeo,
que en España poseen otros caminos como el de Santiago o la Ruta
del Quijote.
El
hombre moderno ha intentado eliminar el recuerdo
de la mortalidad, alejando cada vez más los cementerios del
centro de las ciudades y cediendo a esa tentación del cerebro que
nos hace inconcebible la idea de nuestra propia desaparición. Una
falacia comúnmente extendida es que los 7.000 millones de personas
que viven hoy sobre la faz del planeta son tantos como seres humanos
han fallecido desde que el Neanderthal
se convirtió en Sapiens. No es cierto. Desde que existe la
humanidad han vivido 105.000.000.000 de almas sobre este planeta, así
que tocamos a quince muertos por
persona viva.
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