En
algunas crónicas medievales de la región de Armenia se conservan
noticias curiosas. Una de ellas es la que expone el deseo de una
serie de nobles del reino de visitar algún día “a sus hermanos
los íberos del oeste”.
La
conocida y estrecha relación existente entre las lenguas caucásicas
y algunas lenguas de la Península Ibérica como el Euskera, y del
norte de África donde habitan los Bereberes, debería ser puesta en
relación con otros paralelismos históricos y culturales que se dan
entre puntos tan distantes.
Los
antiguos reinos íberos de oriente son mencionados con ese nombre por
los historiadores clásicos. Existe en Armenia el río Aras, que es
uno de los ejes de la civilización íbera de oriente. En el cauce
medio del río Aras se levanta el monte Ararat donde los hebreos
dicen fue enterrado Noé. Y existe también un monte Aras en España,
en cuyo interior los judíos españoles de Lucena aseguraban que
estaba enterrado Noé.
Existe
un Eber, patriarca histórico de los hebreos y un río Hevrón en el
extremo Mediterráneo oriental; y existe un río Ebro y un pueblo
íbero en España, en el otro extremo. Existe Siberia, y una
escritura ibérica antiquísima, simbólica, basada en signos casi
mágicos como son las runas danesas, que se escribía de derecha a
izquierda y que era silábica; existe ese mismo tipo de escritura
entre los hebreos, con la misma conformación mágico-simbólica del
signo escrito y de la palabra, y nadie dice nada.
Existe
un pueblo ario en la Península, que ha dejado su nombre escrito
incluso en las monedas de una época tan tardía como la romana; y
existe una nación aria, un conglomerado de pueblos que se llamaron
arios, que se establecieron sobre la cuenca media del Danubio hacia
el 5.000 a.C. y que hacia el 3.500 está precisamente en la región
del Caúcaso y en Armenia… Y nadie lo ha relacionado. Nadie que
modernamente parezca haber visto esas monedas ha dicho nada.
Esos
mismos arios o Aryana del reino de Armenia, de Urartu, levantan
templos a la diosa Ana o Nanna (o los destruyen), e “inventan”
religiones con dioses tan resonantes como Mitra, Varuna o Sintra que
en muchas ocasiones tienen sus prototipos occidentales (ver la
fortaleza de Sintra en Portugal).
Más
prosaicamente, el reino de Armenia tiene por escudo dos leones
rampantes, lo mismo que el escudo del antiguo reino de León en
España; y el citado Mitra tiene en las leyendas por acompañante un
negro cuervo, que es el símbolo de Lug, (Lugo) antiquísimo dios de
Luz occidental.
En
la wikipedia inglesa se dice que los íberos de Armenia son
arqueológicamente conocidos como Kura-Araxes o Kura-Aras, y que esta
es la civilización material cuyos restos se encuentran en el estrato
inmediatamente anterior a la presencia en la zona de un pueblo de
Israel (antes de su entrada en Egipto) y que presumiblemente, les dio
origen. La esposa de Abraham se llamaba Sara, el nombre Sara se
conoce como “princesa” en ambos extremos del Mediterráneo, etc.
etc…
Cuando
vemos cómo la guerra maltrata a chechenos, georgianos o armenios,
pocos en este país saben qué pasa y quiénes son los descendientes
y ascendientes de esos pueblos, y el resto somos absolutamente
indiferentes, ni nos revela signo alguno de identidad, ni cultural,
ni genética, ni afectiva, ni de ningún tipo. Los pueblos del
Caúcaso nos son desconocidos, por más que la antigüedad los
llamase íberos. Ese tipo de cuestiones no entra en los planes de
estudio. El sentimiento de querer cruzar medio mundo para conocer de
primera mano a nuestro espejo, aquello que somos nosotros mismos
pero en una región muy distante, ese sentimiento que estaba vivo en
la Edad Media hoy se ha perdido.
Y
la destrucción de los templos de Anahita en Kanwavar, y de los
restos de esa civilización íbera tan antigua, la memoria de nuestro
propio itinerario vital, los matices de nuestra propia lengua tal y
como fue hablada en el pasado, todo eso se intenta borrar y se borra
sin que nadie levante un dedo. Los judíos de América no movieron un
dedo por los judíos europeos, y nosotros no nos alteramos un ápice
por la situación de los íberos orientales.
En
el estudio “Los términos “Iberia” e “iberos” en las
fuentes grecolatinas: estudio acerca de su origen y ámbito de
aplicación”, de Adolfo J. Domínguez Monedero, encontramos el
siguiente párrafo:
“Creo
que no puede comprenderse el concepto de Iberia, aplicado a la
Península Ibérica (a la totalidad o a una parte, como ya
discutiremos posteriormente), sin referencia, como viene siendo
frecuente, a los iberos y a la Iberia orientales. Efectivamente, dos
son las «Iberias» que en el mundo antiguo se conocen: una de ellas,
la oriental, ha sido considerada sistemáticamente por los
historiadores como sin ninguna relación, salvo la casualidad de sus
nombres (Schulten, 1952, 311) con la Península Ibérica. Sin
embargo, las fuentes y su interpretación tienen algo que decir al
respecto. Creo que la solución nos la aporta uno de nuestros mejores
informadores acerca del mundo antiguo, que no es otro que Estrabón,
cuando nos dice (XI, 2, 19) que es probable que los iberos del Ponto
y los iberos occidentales sean «homónimos» a causa de la
existencia de minas de oro entre ambos. Schulten (1952, 310) cree que
debe tratarse de una interpolación, y García Bellido (1968, 247)
dice que se trata de una «curiosa hipótesis, fuera de toda razón».”
Las
fuentes antiguas confirman una Iberia que ocupaba la parte oriental
de la actual Georgia. Por lo visto, fueron los griegos quienes
bautizaron a las dos Iberias, lugares que consideraban míticos por
encontrarse en los dos extremos del mundo conocido. Varios autores de
la Antigüedad y la Edad Media sostuvieron esta idea, aunque
difirieron en relación con el problema del lugar inicial de su
orígen. La teoría parece que se hizo popular en la Georgia
medieval. El prominente escritor religioso georgiano, Giorgi
Mthatzmindeli (1009-1065) escribió sobre el deseo de algunos nobles
georgianos de viajar a la Península Ibérica y visitar los
“georgianos del oeste”, como así los citaba.
Juan
Valera escribió en La Ilustración Española y Americana, nº 2 de
15 de enero de 1880, un artículo bastante literario y nada
científico:
“Desde
la falda del Cáucaso, dilatándose al Mediodía hasta el monte
Ararat, en cuya nevada cumbre se posó el arca de Noé, habitaban y
habitan aún diversas tribus, gentes o naciones, apellidadas
caucásicas; casta de hombres valientes, robustos y hermosísimos,
cuales son hoy los circasianos, georgianos y mingrelianos, en los
tiempos a que nos referimos designados con nombres diversos. Al
Oriente, en las riberas del Caspio, vivían los albaneses, y más al
Sur los cadusios; al Occidente, orillas del Ponto, habitaban los
colquios, famosos por Medea la hechicera y por el áureo vellocino, y
más al Occidente los calibes, diestros forjadores del hierro, y los
de Tibar, tan envidiados por su oro. En el centro de estas naciones,
y como defendiendo las puertas caucasianas contra las invasiones de
los escitas, se hallaban los iberos, de quienes sin duda proceden los
primitivos españoles, que se llamaron iberos también.”
Continúa
exponiendo su acuerdo con la hipótesis del Padre Fidel Fita, que
sostenía que los iberos españoles procedían de los caucásicos,
siendo el euskera y el georgiano lenguas emparentadas. Y añade:
“Refieren
las crónicas georgianas, mandadas redactar y publicar por el rey
Wagtang, que después de la dispersión de las gentes, fue a poblar
la Georgia o Iberia el gigantesco patriarca Togorma, hijo de Gomer y
nieto de Jafet. Otros quieren que fuese Túbal, hijo de Jafet, quien
pobló o colonizó la Iberia del Cáucaso, y que luego él o sus
descendientes llegaron hasta la Iberia al Sur de los Pirineos, ya
pasando primero a Irlanda, isla a quien dieron el nombre de Ibernia,
y desde allí viniendo a España directamente. Sobre estos nombres de
Iberia e Ibernia, de Ebro y de íberos, dados a diversas comarcas,
ríos y pueblos, se ponen varias etimologías. Ya los derivan de
“ibha”, que en el idioma de los vedas vale tanto como familia, ya
de avara, que en el mismo idioma significa occidente.”
Lo
que sí es seguro es que la Iberia Caucásica estuvo poblada desde
los tiempos más remotos y que constituyó un reino independiente
(con el nombre autóctono de Kartli) desde 302 a.C, hasta caer en
poder de los bizantinos, y en 580 d.C. de los persas.
Fuente:https://www.tartessos.info
Como siempre ¡¡¡Muy interesante!!! Muchas gracias, guapísima.
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