Todas
las naciones comparten tradiciones del Edén, de la Caída, del
Diluvio, de la construcción de la Torre de Babel y de la Confusión
de las Lenguas. Pero después de esto parece haberse establecido una
separación y haberse dejado de compartir. Está claro que la
Escritura registra aquí algo que afectó profundamente a la historia
humana.
Se
suscitan ciertas cuestiones que se pueden resumir como sigue:
1.¿Hay
alguna evidencia de que la humanidad compartiese una misma lengua
dentro de los últimos pocos miles de años, como se deduce
claramente de la redacción de Génesis 11:1 ?
2.
Si durante varios miles de años desde Adán a Noé, la humanidad
estuvo hablando una lengua, ¿tenemos alguna forma
de determinar, bien mediante las Escrituras o por otros datos de qué
lengua se trataba?
3.
¿Existe alguna indicación de que la confusión a la que se refiere
Génesis tuviese lugar de forma repentina, en contraste a lo que
parece ser más o menos la tendencia normal de las lenguas a divergir
entre sí con el paso del tiempo?
4.
Si existe esta evidencia, ¿arroja la misma alguna luz acerca de la
naturaleza de la confusión que tuvo lugar?
Porque
la confusión hubiera podido surgir de dos formas claramente
diferentes:
Un
grupo humano podría estar todavía hablando la misma lengua y usando
las mismas formas léxicas, pero podría haber comenzado
repentinamente a atribuir diferentes significados a las palabras que
usaban, por ejemplo, cuando el químico analista moderno habla de una
celda en espectrometría, se refiere a algo muy diferente a lo que
contempla un carcelero cuando usa esta misma palabra. En tal caso, la
palabra misma persiste para ambos, pero cada uno le atribuye un
sentido diferente; en este sentido, la “confusión” aparece en la
mente, no en la lengua.
La
otra alternativa es que individualmente las personas siguiesen
pensando en las mismas cosas, por ejemplo, en la abertura en una
pared, pero que uno comenzase a llamarla una finestra y otro a
window. Excepto que cada uno conociera la lengua del otro, su
conversación quedaría interrumpida y con ello llegaría a su fin el
esfuerzo cooperativo. En este caso no se trata de una confusión de
la mente, sino de la lengua.
En
resumen, ¿qué es lo que sucedió, o es que sucedieron ambas cosas?,
¿Y quedó involucrada toda la raza humana, o solo un segmento de la
misma?.
Hace
muchos años que Hervas, un jesuita español, escribió un famoso
Catálogo de Lenguajes, que se publicó en seis volúmenes en el año
1800. Demuestra en el mismo con una lista comparativa de desinencias
y conjugaciones que el hebreo, caldeo, siríaco, árabe, etiópico y
amárico son solo dialectos de una lengua original, y que forman una
familia lingüística, el semítico. También percibió claras trazas
de afinidades entre el húngaro, el lapón y el finés, tres
dialectos que parecen ahora pertenecer al grupo camita. Pero uno de
sus más brillantes descubrimientos fue establecer la familia de
habla malaya y polinesia que se extendía desde la isla de Madagascar
al este de África, a lo largo de 208 grados de longitud, hasta la
Isla de Pascua. Muchos años después Humboldt llegó exactamente a
la misma conclusión.
En
el antiguo Egipto parece haber un caso de vinculación entre el grupo
camita y la familia semita. Tal como lo expresa Vere Gordon Childe:
«Muchos
filólogos consideran la lengua egipcia como un habla compuesta o
híbrida en la que una línea semítica emparentada con el asirio o
hebreo ha sido injertada en un tronco camita africano como el que
queda representado en una forma más pura, por ejemplo, en el
berebere... En cambio, Junker explicaría las analogías semíticas
en el egipcio por la suposición de que el semítico y el camítico
tuvieron un origen común.
Childe
va más allá y sugiere una relación entre los lenguajes de Egipto y
Sumer:
«La
misma escritura jeroglífica, aunque sus elementos se componen de
plantas y animales puramente nilóticos, concuerda de una forma tan
notable con la babilónica en su curiosa combinación de signos
fonéticos con ideogramas y determinantes, que ambos sistemas deben
tener alguna interrelación.»
Una
relación todavía más notable fue la observada por A. H. Sayce, que
dice:
«Se
han realizado intentos para mostrar la relación del sumerio con el
lenguaje de China, y que entre los primeros emigrantes chinos a la
“Tierra de las Flores” y los habitantes pre-semitas de Caldea
había una relación lingüística además de racial.»
Hay
incluso evidencia para apoyar la postura de que se revelan vínculos
entre los lenguajes semíticos y jaféticos mediante un cuidadoso
estudio del hebreo, aunque por razones que no vienen al caso, la idea
de derivar lenguas jaféticas de algo parecido al hebreo ha quedado
descartada.
En
1890 Benjamin Davies publicó un conocido léxico hebreo y caldeo
basado fundamentalmente en el trabajo de Gesenius, en el que presenta
mucho que de cierto indica una relación así. En su léxico quizá
cada cuarta o quinta palabra raíz hebrea se traduce al inglés y
luego va acompañada de una lista de palabras de otros lenguajes
indoeuropeos que parecen tan claramente emparentadas que uno se
pregunta por qué otros eruditos no han seguido las indicaciones que
proporciona.
La
mayor parte de los modernos lingüistas, cristianos o no, tienden a
rechazar toda idea así. Pero el estudio de la obra de Davies parece
demandar que expliquen cómo pueden existir estos paralelismos, no
meramente para algunas pocas palabras posiblemente tomadas de
prestado, sino para una inmensa cantidad de palabras que son
fundamentales para cualquier vocabulario: numerales, relaciones
personales, objetos domésticos, cosas de importancia primordial e
inmediata para la supervivencia o el bienestar personales, etc.
Parece evidente que si el Lenguaje A está relacionado con el Lenguaje B, y que a su vez se puede demostrar que el Lenguaje B está relacionado con el Lenguaje C, entonces el Lenguaje A tiene que considerarse necesariamente relacionado con el Lenguaje C. Esto parece tan evidente que apenas es necesario enunciarlo. Como ya se ha visto, se reconocen las relaciones entre lenguas camíticas y semíticas, y entre semíticas y jaféticas, y sin embargo se da una tácita negación de cualquier posibilidad de que el camítico pudiera estar relacionado con el jafético, o en otras palabras, que todas las lenguas estén relacionadas; A, B y C.
Así,
J. H. Greenberg afirmó, en un artículo presentado ante un simposio:
«La
relación genética entre los lenguajes es, en terminología lógica,
transitiva. Por relación “transitiva” se significa una relación
tal que, si es válida entre A y B, y entre B y C, tiene que ser
válida también entre A y C.»
J.
B. S. Haldane, escribiendo en The Rationalist Annual (y difícilmente
podría nadie acusar ni al autor ni al editor de una postura
favorable al cristianismo) hizo esta declaración:
«Los
lenguajes actuales son muy diferentes entre sí, pero diversos
recientes investigadores han encontrado semejanzas entre lenguajes de
familias completamente diferentes. Rae y Paget en Inglaterra y
Johannesson en Islandia... y Marr en la Unión Soviética han
afirmado haber seguido los linajes de muchos lenguajes diferentes a
una fuente común…Los investigadores han descubierto vinculaciones
entre lenguajes totalmente de semejantes, como el grupo ario, el
grupo semítico, el chino y el polinesio.»
Entre
los miembros de la familia semita es relativamente fácil establecer
una unidad esencial para su forma original de habla. Aunque la
familia indoeuropea de lenguajes ha divergido algo más extensamente
a partir de su supuesto original que la semítica, sin embargo
constituyen con toda claridad una sola familia.
J.
L. Myers observó:
«Aunque
los lenguajes indoeuropeos difieren mucho más entre sí que incluso
los más separados del grupo semítico, todos ellos poseen un tipo
reconocible de estructura gramatical y un pequeño fondo de palabras
común a todas ellas, para los numerales, las relaciones familiares,
las partes del cuerpo, ciertos animales y plantas, etc., en base a lo
cual se sigue creyendo en general, a pesar de mucha experiencia
desalentadora en el detalle, que es posible descubrir algo de las
condiciones de vida donde se habló un antecesor común de todos
estos lenguajes.»
Fuente:
“La confusión de las lenguas” Arthur
C. Custance. Traducción:
Santiago Escuain.
¡¡¡Muchas gracias!!! Siempre compartes cosas muy interesantes.
ResponderEliminarGracias a tí querida amiga. Un fuerte abrazo
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