Los
conocimientos geográficos y cartográficos de la antigüedad griega
fueron transmitidos por Ptolomeo en sus tratados de Astronomía y
Geografía. De esta manera se conoció la determinación astronómica
de las longitudes y latitudes, la esfericidad de la Tierra y una
colección de mapas dibujados sobre una superficie plana con varios
sistemas de proyección que mostraban la imagen del mundo.
La
obra de Ptolomeo se redescubrió en el siglo XV y ejerció una gran
influencia en el desarrollo de la Cartografía de los
Descubrimientos.
La
obra de Ptolomeo revolucionó la Geografía matemática. El método
de proyección que permite representar la tierra en un plano confluye
con el descubrimiento de la perspectiva en la pintura y con una nueva
concepción espacial, que es característica del Renacimiento.
La
información de sus mapas estuvo al alcance de navegantes,
cosmógrafos, nobles y altos magnates desde el primer tercio del
siglo XV, especialmente a partir de los primeros incunables que ven
la luz en las imprentas italianas (Bolonia, Vicenza y Roma) y en la
alemana de Ulm. Por eso los mapamundis que anteceden a los viajes
colombinos ofrecen una imagen del Viejo Mundo con acusada influencia
Ptolemaica: el de Henricus Martellus Germanus, el de Fra Mauro, la
carta de Toscanelli, el globo de Martín Behaim y la carta que hizo
el propio Colón. La obra de Ptolomeo tuvo que ejercer gran
influencia en la gestación del plan colombino.
Hernando Colón, en la biografía que escribió sobre su padre
dice lo siguiente: «las causas que movieron al Almirante al
descubrimiento de las Indias, digo que fueron tres a saber:
fundamentos naturales, la autoridad de los escritores y los indicios
de los navegantes».
Los
fundamentos naturales los encontró en Ptolomeo, Marino de Tiro,
Estrabón y Alfragrano; la segunda, en los escritos de Aristóteles,
Séneca, Estrabón, Plinio y Marco Polo y del maestro Paolo, físico;
y la tercera fueron los indicios de tierra más allá del Atlántico.
En
este sentido, además de otras muchas razones de peso que han ido
investigando los historiadores colombinos a lo largo de los años,
hay que considerar el crédito que tenía Ptolomeo en esos años en
que circularon por Europa tantos códices y algunos incunables.
En
definitiva, Colón fundamentó sus argumentos en unos mapamundis que
tenían prestigio y se basaban en Ptolomeo. A ellos se sumarían
también los viajes que se habían hecho por mar y las riquezas que
se podrían obtener en el nuevo viaje descubridor.
Consultando
en la bibliografía colombina las referencias e indicios sobre la
Geografía de Ptolomeo en el proyecto de Colón. Han sido de gran
utilidad las biografías sobre Colón, el itinerario de los cuatro
viajes, y las ediciones facsímiles y estudios de los principales
libros de Colón: Imago Mundi, Historia natural de Plinio, Historia
rerum ubique gestarum de Pío II, el libro de viajes de Marco Polo
etc. También el estudio de Molina dedicado a «Fray Hernando de
Talavera y Colón», en el que examina el papel desempeñado por el
confesor de la reina, fray Hernando de Talavera en la decisión final
de los monarcas.
El
propio Colón cita a Ptolomeo en las relaciones del tercero y cuarto
viajes para desmentir algunas cuestiones. Andrés Bernáldez, que le
conoció personalmente y le dio alojamiento en su casa en 1496, en
las Memorias del reinado de los Reyes Católicos escribe que Colón
«sentió, por lo que en Ptolomeo leyó e por otros libros e por su
delgadez, cómo e en qué manera el mundo este (…) está fixo entre
la esfera de los cielos». Según Antonio Ballesteros, la opinión
del cronista se había cumplido porque «Colón poseía un ejemplar
de la Geografía del escritor alejandrino, edición de Roma del año
1478» y añade: «Este volumen solo conserva de mano del descubridor
su firma y la cita de un versículo de salmos».
Salvador
Miguel, en su estudio sobre los libros de Colón, siguiendo una
hipótesis defendida por Juan Gil (1986). Sin embargo, en el año de
conmemoración de la muerte de Colón (2006), el incunable de la Real
Academia de la Historia con el exlibris de Colón se mostró como
auténtico, junto a unas cartas autógrafas de Colón con similar
anagrama y rúbrica, en la exposición sobre Colón en Andalucía.
Lo
que ocurre es que este incunable llegó a manos del almirante diez
años después de producirse el Descubrimiento, hacia 1501-1502,
porque primero perteneció al cardenal Piccolomini (1460-1503), el
papa Pío III, cuyas armas están pintadas en el folio segundo. Es
uno de los tesoros bibliográficos y cartográficos de la Real
Academia de la Historia.
Aunque
no sea el ejemplar que Colón leyó antes del Descubrimiento, no hay
que quitarle valor porque indudablemente demuestra que debió
consultar otro de los muchos códices que circularon por España o
incluso poseer alguno impreso de las ediciones de Bolonia (1477),
Roma (1478, 1490) o Ulm (1482, 1486), antes de iniciar su primer
viaje en 1492. Además, durante su etapa portuguesa (1480- 1485) pudo
llegar a sus manos algún Ptolomeo de la biblioteca de su suegro.
Examinando
el itinerario de Colón para comprobar si pudo conocer alguno de los
códices de la Geografía de Ptolomeo documentados en España: el de
la Biblioteca Nacional, el de la Biblioteca Universitaria de Valencia
de Alfonso V de Nápoles y el de la Universidad de Salamanca del
cardenal Juan de Margarit y Pau.
Varela
Marcos había apuntado que, durante su estancia en Salamanca, Colón
«aprovecharía para cimentar sus ideas y aprender de las ricas
fuentes científicas que se guardaban en esta universidad, entre
otros el Ptolomeo de 1456». Sin embargo, en esos años, el códice
de la Geografía no pertenecía todavía a la Universidad de
Salamanca, pero posiblemente estaba en poder del rey Fernando. En esa
Universidad ingresaría mucho más tarde, quizá hacia 1537, con los
demás libros de la Biblioteca del Colegio Mayor de Cuenca en
Salamanca.
En
efecto, junto al escudo de armas del cardenal Juan de Margarit y Pau,
su primer propietario, se encuentra un ex-libris de esa Biblioteca
fundada en 1500 por Diego Ramírez de Villaescusa, que fue un
apasionado de los libros. Estas noticias sobre su paradero las dio a
conocer Sanz Hermida, al estudiar el mapa de España moderno del
códice. En su opinión, los libros de la biblioteca particular de
Ramírez de Villaescusa pudieron ingresar en el Colegio y, entre
ellos, quizá se «encontrase este Ptolomeo, que bien pudo llegar a
sus manos en algún momento de la agitada vida que llevó en la corte
de los Reyes». La fecha de su muerte, en 1537, es un dato importante
para saber cuando pudo pasar el manuscrito al Colegio.
Diego
Ramírez de Villaescusa fue alumno, bachiller y catedrático en la
Universidad de Salamanca. Se ordenó sacerdote en Jaén, donde los
estudios de varios autores sobre la personalidad y biografía del
primer propietario, el humanista Juan de Margarit y Pau (Gerona
1422-Roma 1484), nos pueden dar luz para plantear como hipótesis que
Colón hubiese conocido el códice en esa corte, antes de emprender
el primer viaje.
Margarit,
ha sido considerado el máximo representante de la historiografía
humanística de la Corona de Aragón durante el siglo XV, en estrecha
relación con el humanismo italiano. Se doctoró en Derecho en la
Universidad de Bolonia y pasó unos años en Nápoles en la corte de
Alfonso V, sirviendo en funciones de iglesia y misiones diplomáticas
al servicio de los reyes de Aragón. Después, entre 1448-1453, se
trasladó a Roma a la corte pontificia de Nicolás V (1447-1455).
Entre 1453-1462 desempeñó el obispado de Elna (Rosellón) y ese
último año el de Gerona.
Los
monarcas de Aragón le encomendaron nuevas misiones diplomáticas en
Italia, lo que le permitió entrar en contacto con algunos humanistas
y con los papas Calixto III (1455-1458) y Pío II, el historiador
Eneas Silvio Piccolomini, (1458-1464), tío de Francesco Todeschini
Piccolomini, el primer propietario del Ptolomeo de la Real Academia
de la Historia, que luego pasaría a manos de Colón.
La
Geografía de Ptolomeo de Margarit se relaciona con los códices del
taller florentino de Massaio y Comminelli de mediados de siglo. Como
ellos, el mapamundi presenta proyección cónica y los mapas
regionales ptolemaicos proyección plana. Se terminó en 1456, según
se lee en el colofón del folio 117r, cuando Margarit desempeñaba el
obispado de Elna (Rosellón).
Margarit
empezó a escribir en Italia la obra Paraliponemon Hispaniae. En ella
muestra su deseo de «contar lo que habían omitido otras historias
de Hispania». Está destinada a un público culto: los humanistas y
prelados italianos. Quería demostrar que Hispania «No era cosa de
godos sino que había conocido una historia antigua, tan rica en
acontecimientos trascendentales como la de Italia y frecuentemente
enlazada con ésta».
En
el libro primero hace frecuentes citas a Ptolomeo haciendo uso de la
traducción de Jacobo Angelo da Scarpería. Esta versión es la que
ofrecen los códices que hemos comentado de la Geografía salidos de
los talleres italianos. Trabaja la geografía con una buena
metodología usando fuentes de primera mano para corregir la imagen
de la tierra. Mejora las medidas de Estrabón a partir de las que
tomó de una carta náutica.
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