Mientras que la herencia española de los gaélicos formó una parte fundamental en la narrativa irlandesa al menos desde el siglo VII, referencias comparables estaban ausentes de la literatura medieval ibérica, por lo menos hasta el siglo XV.
En el siglo XVII elementos de la narrativa del LGÉ se estaban infiltrando en la historiografía española, pero sus personajes y los lugares aún no estaban explícitamente asociados con Galicia. En su lugar escritores gallegos del siglo XVII acudieron al personaje de Gatelo como evidencia de las conexiones irlandesas-ibéricas, o más importante, como la prueba de la dominación prehistórica gallega.
Gatelo era un príncipe griego que viajó primero a Egipto, donde se casó con Scota, la hija del Faraón, y de allí a la costa septentrional de Iberia, donde fundó la ciudad de Brigantia, que algunos historiadores escoceses identificaron con Santiago de Compostela. Desde Brigantia envía a sus hijos Emeco e Ibero a conquistar Irlanda, y la isla toma su nombre de Hibernia / Hiberia de Ibero. Estos Scoti pasaron a ocupar el norte de Gran Bretaña y fundaron otro linaje real, del que descendieron todos los reyes de Escocia.
Gatelo no se menciona en el LGÉ y entra en la historiografía gallega como una figura importada de las crónicas de Escocia, y no como un préstamo directo de la tradición irlandesa (Pereira González, 2005: 295).
Pereira González ha sugerido que Gatelo es una fusión de una serie de personajes del LGÉ - Goidel Glas, Breogán y Mil.
APROPIACIÓN DEL MITO
La apropiación de los elementos de la narrativa irlandesa y la consecuente incorporación de las figuras de Gatelo y Scota a un mito de origen escocés, se llevó a cabo en el contexto de las migraciones irlandesas a Escocia desde el siglo V, el subsiguiente establecimiento de la dinastía de Dal Riada (siglo VI-IX) y la creación del reino de Alba en el siglo IX. El mito de Scota y Gatelo proporcionó al nuevo reino de Escocia una ascendencia prestigiosa desde Grecia y Egipto y una antigua monarquía.
La formación de la narrativa de origen escocés se animó, sin duda, por las disputas angloescocesas sobre la soberanía. En el siglo XIII, Eduardo I reclamó el trono vacante de Escocia, en 1299 el caso fue llevado a la corte de Roma para ser resuelto, con las dos partes presentando versiones contradictorias de la historia escocesa.
El caso inglés fue basado en las leyendas de Geoffrey de Monmouth, en que Bruto el troyano se presenta como el ancestro fundador de Gran Bretaña. Bruto dividió la isla entre sus hijos, concediendo Inglaterra al hijo mayor, Legrus, Gales a Camber, y Albany (Escocia) a Albanctus. Como descendiente de Legrus, el primogénito, Edward, podría reclamar el poder sobre los otros dos reinos. En respuesta, los escoceses argumentaron su descendencia de Scota y Gatelo, representantes de un pueblo mucho más antiguo, que había salido de Egipto antes de la llegada de Bruto a Gran Bretaña.
Gatelo empezó a desaparecer de la historiografía gallega a partir del siglo XVIII, y fue superado en el siglo XIX por la creciente popularidad de la figura de Breogán, un fenómeno relacionado con la subida del Celtismo y el Rexurdimento.
Ya que los intelectuales gallegos buscaron vínculos con otras naciones celtas, la asimilación de los elementos con referencia directa al LGÉ fue cada vez más importante, haciendo que la popularidad de Gatelo disminuyera frente al ascenso de Breogán, un personaje del LGÉ capaz de proporcionar un enlace directo hacia un patrimonio “Celta”.
Desde el siglo XVIII la ascendencia Celta se utilizó como base para las pretensiones nacionalistas de varias regiones del Atlántico, entre ellas Irlanda, Gales, Escocia y Bretaña.
En Galicia no sería hasta el siglo XIX, cuando los nacionalistas comenzaron a hacer reclamaciones similares y José Verea Aguiar fue el primero en sugerir que la moderna población gallega era descendiente directa de los celtas (Pereira González, 2007: 304).
La referencia a un pasado celta y a una historia distinta de la del resto de España jugó un papel importante en el proceso de definición de la nación gallega. Como parte de este proceso, algunos trataron de construir una antigua edad gloriosa de la nación gallega, pero una época gloriosa necesita sus héroes. Así Galicia, carente de una tradición literaria indígena temprana, tuvo que sacar estos personajes míticos del rico repertorio irlandés. Un ejemplo de esto es el personaje de Breogán, una creación literaria irlandesa del LGÉ que sólo se hizo conocido por primera vez en Galicia en el último cuarto del siglo XIX a través de las publicaciones de Benito Vicetto (1865) y Manuel Murguía (1865, 1888) y fue popularizado por el poeta Eduardo Pondal en el poema Queixumes Dos Pinos (De Toro, 1995: 231).
Aunque lo presenta como fundador de Brigantia, y constructor de la torre epónima, Breogán ocupa un papel relativamente secundario en el LGÉ, no es ni un antepasado epónimo fundador, al igual que Goidel, ni un conquistador de Irlanda, al igual que Íth.
En el LGÉ Breogán no tiene ninguna conexión explícita con Galicia, pues la localización de Brigantia nunca fue identificada en él. Sólo fue en época moderna cuando se propuso, por los historiadores escoceses, su ubicación en Galicia (Santiago de Compostela). Quizá fue la correlación de la torre de Breogán, una invención literaria irlandesa, con un punto de referencia físico actual en Galicia (la torre de Hercules), lo que hizo de Breogán una figura más adecuada para la apropiación cultural, en lugar de Míl o sus hijos, que no habían dejado recordatorio físico de su presencia en Galicia.
Como primer rey de Galicia personificó el antiguo derecho a gobernar, y esto junto con sus conexiones con Irlanda, hizo de él un candidato ideal como símbolo para la re-imaginación céltica y atlántica de la identidad gallega.
Extracto: Revista de Arqueología antigua.
El Libro de las Invasiones, la creación, utilización y apropiación de un artefacto cultural.
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