La
Serpiente y el Árbol, al principio de su unida existencia como
símbolo del Ser Inmortal, eran imágenes divinas. El Árbol estaba
invertido, y sus raíces nacían en el Cielo surgiendo de la Raíz
sin Raíz del Ser-Todo. Su tronco creció y se desarrolló; al cruzar
los planos del Plerôma, proyectó transversalmente sus ramas
exuberantes, primero en el plano de la materia apenas diferenciada, y
luego hacia abajo, hasta que tocaron el plano terrestre.
Por
eso se dice en el Bhagavad-Gita que el Árbol de la Vida y de la
Existencia, Ashvattha, cuya destrucción es lo único que conduce a
la inmortalidad, crece con sus raíces arriba y sus ramas abajo. Las
raíces representan el Supremo Ser o Causa Primera, el Logos; pero
hay que ir más allá de estas raíces para unirse uno mismo con
Krishna, que dice Arjuna, es “más grande que Brahmâ, y la Causa
Primera... lo indestructible, lo que es, lo que no es y lo que está
más allá de ellos”. Sus ramas principales son el Hiranyagarbha
(Brahmâ o Brahman, en sus manifestaciones más elevadas, dice
Shrîdhara Svâmin y Madhusûdana), los más elevados Devas. Los
Vedas son sus hojas. Sólo aquel que va más allá de las raíces no
volverá, no reencarnará durante esta Edad de Brahmâ.
Sólo
cuando sus ramas puras tocaron el lodo terrestre del Jardín del
Edén, de nuestra Raza Adámica, se manchó este Árbol con el
contacto y perdió su prístina pureza; y la Serpiente de la
Eternidad, el Logos Nacido del Cielo, se degradó finalmente.
En
los tiempos antiguos, en los días de las Dinastías Divinas en la
Tierra, este reptil era considerado como el primer rayo de luz que
salió del abismo del Divino Misterio. Variadas fueron las formas que
se le dieron, y numerosos los símbolos naturales que se le
asignaron, a medida que cruzó los eones del Tiempo; pues desde el
Tiempo Infinito mismo (Kâla), cayó dentro del espacio y del tiempo
desenvueltos por la especulación humana.
Estas
formas eran cósmicas y astronómicas, deístas y panteístas,
abstractas y concretas. Se convirtieron por turno en el Dragón Polar
y en la Cruz, el Alfa Draconis de la Pirámide, y el Dragón
indo-budista, que siempre amenaza, pero que nunca se traga al Sol
durante sus eclipses. Hasta entonces, el Árbol permaneció siempre
verde, pues era regado por las Aguas de la Vida; el Gran Dragón
permaneció siempre divino, mientras se mantuvo dentro de los límites
de los campos siderales. Pero el árbol creció, y sus ramas
inferiores tocaron por fin las Regiones Infernales, nuestra Tierra.
Entonces la Gran Serpiente Nidhögg -aquella que devora los cadáveres
de los pecadores en la “Región de la Desdicha” (la vida humana),
en el momento en que se hunden en el Hwergelmir, el rugiente
hervidero (de pasiones humanas)- empezó a roer el Árbol del Mundo.
Los gusanos de la materialidad cubrieron las raíces, antes
saludables y poderosas, y ahora están ascendiendo más y más alto a
lo largo del tronco; mientras que la Culebra Midgard, enroscada en el
fondo de los Mares, rodea la Tierra y, con su aliento venenoso, la
hace impotente para defenderse.
Los
Dragones y Serpientes de la antigüedad tienen siete cabezas, una
cabeza por cada Raza, y cada cabeza, con siete cabellos en ella,
según dice la alegoría. Siempre así, desde Ananta, la Serpiente de
la Eternidad, que lleva a Vishnu por todo el Manvántara; desde el
Shesha original primordial, cuyas siete cabezas se convierten en “mil
cabezas” en la fantasía puránica, hasta la Serpiente accadiana de
siete cabezas.
Esto
simboliza los Siete Principios en toda la Naturaleza y en el hombre;
siendo el séptimo la cabeza más elevada o la del medio. Filón no
habla del Sábado judío mosaico en su Creación del Mundo, cuando
dice que el mundo fue completado con arreglo a la naturaleza perfecta
del número 6. Pues “Cuando aquella Razón (Nous) que es Santa de
acuerdo con el número 7, ha entrado en el alma (más bien en el
cuerpo vivo), el número se halla por ello prisionero, así como
todas las cosas mortales que este número forma”. También, el
número 7 es el día festivo de toda la tierra, el día del
nacimiento del mundo. No sé si alguien podrá celebrar como es
debido el número 7.
El
autor del Natural Genesis cree que el septenario de estrellas que se
ve en la Osa Mayor (la Saptarshis) y el Dragón de siete cabezas
proporcionan un origen visible del siete simbólico del tiempo en el
firmamento.
La
Diosa de las siete estrellas, como Kep era la madre del tiempo; de
donde Kepti y Sebti eran para los dos tiempos y el número. Así
pues, ésta es la estrella del Siete por nombre. Sevekh (Kronous), el
hijo de la diosa, tiene el nombre del siete o séptimo, también lo
tiene Sefekh Abu, que construye su casa en lo alto, como la Sabiduría
(Sophía) construyó la suya con siete pilares... Los tipos
primitivos de Cronos eran siete, y por esto el principio del tiempo
en el cielo está basado en el número y en el nombre del siete, a
causa de los indicadores estelares. Las siete estrellas al dar la
vuelta anual continuaban señalando, como si dijéramos con el dedo
de la mano derecha, y describiendo un círculo en el cielo superior y
en el inferior.
El
número 7 sugirió la idea de una medida, que condujo a lo que
pudiera llamarse división en setenas, y a marcar y hacer el mapa del
círculo en siete divisiones correspondientes, que se asignaron a las
siete grandes constelaciones; y de este modo fue formada la heptánoma
celestial de Egipto en el cielo.
Cuando
la heptánoma estelar se separó y dividió en cuatro cuartos, fue
multiplicada por cuatro, y los veintiocho signos ocuparon el lugar de
las siete constelaciones primordiales; siendo el zodíaco lunar de
veintiocho signos, el resultado que se obtuvo al contar veintiocho
días a la Luna, o un mes lunar.
En
el arreglo chino, los cuatro sietes se asignan a cuatro Genios que
presiden sobre los cuatro puntos cardinales, o más bien las siete
constelaciones del Norte constituyen el Guerrero Negro; las siete del
Oriente (otoño chino) forman el Tigre Blanco; las siete del Sur son
el Pájaro Bermejo; y las siete occidentales (llamadas vernales) son
el Dragón Azulado.
Cada
uno de estos cuatro espíritus preside sobre su heptánoma durante
una semana lunar.
El
generador de la primera heptánoma (Tifón, el de las siete
estrellas) tomó entonces un carácter lunar... En esta fase vemos
que la diosa Sefekh, cuyo nombre significa el número 7, es el Verbo
femenino, a logos, en lugar de la madre del tiempo, que era el Verbo
primitivo como diosa de las Siete Estrellas.
Continuará....
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