12/2/19

Doctrina Secreta - Ofitas II


La Serpiente y el Árbol, al principio de su unida existencia como símbolo del Ser Inmortal, eran imágenes divinas. El Árbol estaba invertido, y sus raíces nacían en el Cielo surgiendo de la Raíz sin Raíz del Ser-Todo. Su tronco creció y se desarrolló; al cruzar los planos del Plerôma, proyectó transversalmente sus ramas exuberantes, primero en el plano de la materia apenas diferenciada, y luego hacia abajo, hasta que tocaron el plano terrestre.

Por eso se dice en el Bhagavad-Gita que el Árbol de la Vida y de la Existencia, Ashvattha, cuya destrucción es lo único que conduce a la inmortalidad, crece con sus raíces arriba y sus ramas abajo. Las raíces representan el Supremo Ser o Causa Primera, el Logos; pero hay que ir más allá de estas raíces para unirse uno mismo con Krishna, que dice Arjuna, es “más grande que Brahmâ, y la Causa Primera... lo indestructible, lo que es, lo que no es y lo que está más allá de ellos”. Sus ramas principales son el Hiranyagarbha (Brahmâ o Brahman, en sus manifestaciones más elevadas, dice Shrîdhara Svâmin y Madhusûdana), los más elevados Devas. Los Vedas son sus hojas. Sólo aquel que va más allá de las raíces no volverá, no reencarnará durante esta Edad de Brahmâ.
Sólo cuando sus ramas puras tocaron el lodo terrestre del Jardín del Edén, de nuestra Raza Adámica, se manchó este Árbol con el contacto y perdió su prístina pureza; y la Serpiente de la Eternidad, el Logos Nacido del Cielo, se degradó finalmente.

En los tiempos antiguos, en los días de las Dinastías Divinas en la Tierra, este reptil era considerado como el primer rayo de luz que salió del abismo del Divino Misterio. Variadas fueron las formas que se le dieron, y numerosos los símbolos naturales que se le asignaron, a medida que cruzó los eones del Tiempo; pues desde el Tiempo Infinito mismo (Kâla), cayó dentro del espacio y del tiempo desenvueltos por la especulación humana.
Estas formas eran cósmicas y astronómicas, deístas y panteístas, abstractas y concretas. Se convirtieron por turno en el Dragón Polar y en la Cruz, el Alfa Draconis de la Pirámide, y el Dragón indo-budista, que siempre amenaza, pero que nunca se traga al Sol durante sus eclipses. Hasta entonces, el Árbol permaneció siempre verde, pues era regado por las Aguas de la Vida; el Gran Dragón permaneció siempre divino, mientras se mantuvo dentro de los límites de los campos siderales. Pero el árbol creció, y sus ramas inferiores tocaron por fin las Regiones Infernales, nuestra Tierra. Entonces la Gran Serpiente Nidhögg -aquella que devora los cadáveres de los pecadores en la “Región de la Desdicha” (la vida humana), en el momento en que se hunden en el Hwergelmir, el rugiente hervidero (de pasiones humanas)- empezó a roer el Árbol del Mundo. Los gusanos de la materialidad cubrieron las raíces, antes saludables y poderosas, y ahora están ascendiendo más y más alto a lo largo del tronco; mientras que la Culebra Midgard, enroscada en el fondo de los Mares, rodea la Tierra y, con su aliento venenoso, la hace impotente para defenderse.

Los Dragones y Serpientes de la antigüedad tienen siete cabezas, una cabeza por cada Raza, y cada cabeza, con siete cabellos en ella, según dice la alegoría. Siempre así, desde Ananta, la Serpiente de la Eternidad, que lleva a Vishnu por todo el Manvántara; desde el Shesha original primordial, cuyas siete cabezas se convierten en “mil cabezas” en la fantasía puránica, hasta la Serpiente accadiana de siete cabezas.
Esto simboliza los Siete Principios en toda la Naturaleza y en el hombre; siendo el séptimo la cabeza más elevada o la del medio. Filón no habla del Sábado judío mosaico en su Creación del Mundo, cuando dice que el mundo fue completado con arreglo a la naturaleza perfecta del número 6. Pues “Cuando aquella Razón (Nous) que es Santa de acuerdo con el número 7, ha entrado en el alma (más bien en el cuerpo vivo), el número se halla por ello prisionero, así como todas las cosas mortales que este número forma”. También, el número 7 es el día festivo de toda la tierra, el día del nacimiento del mundo. No sé si alguien podrá celebrar como es debido el número 7.

El autor del Natural Genesis cree que el septenario de estrellas que se ve en la Osa Mayor (la Saptarshis) y el Dragón de siete cabezas proporcionan un origen visible del siete simbólico del tiempo en el firmamento.
La Diosa de las siete estrellas, como Kep era la madre del tiempo; de donde Kepti y Sebti eran para los dos tiempos y el número. Así pues, ésta es la estrella del Siete por nombre. Sevekh (Kronous), el hijo de la diosa, tiene el nombre del siete o séptimo, también lo tiene Sefekh Abu, que construye su casa en lo alto, como la Sabiduría (Sophía) construyó la suya con siete pilares... Los tipos primitivos de Cronos eran siete, y por esto el principio del tiempo en el cielo está basado en el número y en el nombre del siete, a causa de los indicadores estelares. Las siete estrellas al dar la vuelta anual continuaban señalando, como si dijéramos con el dedo de la mano derecha, y describiendo un círculo en el cielo superior y en el inferior.

El número 7 sugirió la idea de una medida, que condujo a lo que pudiera llamarse división en setenas, y a marcar y hacer el mapa del círculo en siete divisiones correspondientes, que se asignaron a las siete grandes constelaciones; y de este modo fue formada la heptánoma celestial de Egipto en el cielo.
Cuando la heptánoma estelar se separó y dividió en cuatro cuartos, fue multiplicada por cuatro, y los veintiocho signos ocuparon el lugar de las siete constelaciones primordiales; siendo el zodíaco lunar de veintiocho signos, el resultado que se obtuvo al contar veintiocho días a la Luna, o un mes lunar.

En el arreglo chino, los cuatro sietes se asignan a cuatro Genios que presiden sobre los cuatro puntos cardinales, o más bien las siete constelaciones del Norte constituyen el Guerrero Negro; las siete del Oriente (otoño chino) forman el Tigre Blanco; las siete del Sur son el Pájaro Bermejo; y las siete occidentales (llamadas vernales) son el Dragón Azulado.
Cada uno de estos cuatro espíritus preside sobre su heptánoma durante una semana lunar.

El generador de la primera heptánoma (Tifón, el de las siete estrellas) tomó entonces un carácter lunar... En esta fase vemos que la diosa Sefekh, cuyo nombre significa el número 7, es el Verbo femenino, a logos, en lugar de la madre del tiempo, que era el Verbo primitivo como diosa de las Siete Estrellas.

Continuará....

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