La guerra fría
dejó una profunda huella en nuestro planeta, entre 1945 y 1992 se
realizaron más de 2.000 detonaciones nucleares y el
material radiactivo de las explosiones se esparció y acumuló por todo el mundo.
Tanto es así, que cada uno de nosotros llevamos la huella indeleble de la era
nuclear en nuestros huesos, y el análisis de los
isótopos acumulados revelaría la época en la que nos
ha tocado vivir. Un equipo de investigadores suizos ha comprobado
que parte del plutonio y el cesio liberados en aquellas pruebas (y en
accidentes como Chernóbil y Fukushima) siguen suspendidos en la estratosfera y que
fenómenos como las erupciones volcánicas pueden ayudar a depositarlo.
Científicos del
Instituto de Física de las Radiaciones de Lausana han analizado las muestras de
aerosoles recogidas en la atmósfera desde 1970 y ofrecen conclusiones sobre la
concentración global de partículas radiactivas como consecuencia de las pruebas
nucleares, de accidentes como el de Chernóbil o el estallido del satélite
SMAP-9A a gran altura. El equipo, coordinado por José Antonio Corcho
Alvarado, concluye que la concentración de estas partículas es más alta de lo
esperado y que se depositan en la superficie muy despacio. Los ensayos
nucleares en los años 50, 60 y 70 introdujeron alrededor de 10.000 kgs. de
plutonio en la atmósfera y el accidente del satélite SNAP-9A introdujo
alrededor de 1 kg .
del isótopo plutonio-238. Casi la totalidad de este plutonio ha desaparecido de
la atmósfera en las últimas décadas, pero como se demuestra en nuestro
artículo, una cierta cantidad de este plutonio está todavía en la
estratosfera.
Para el
estudio, los científicos han analizado las muestras recogidas por aviones
militares seis veces al año. En las capas más bajas de la atmósfera, como la
troposfera, las partículas se fijan a pequeñas gotas y se depositan en la Tierra con cierta
rapidez. En la estratosfera, en cambio, estos isótopos permanecen durante
mucho tiempo. Hasta ahora se creía que era una cantidad despreciable pero, con
los datos recogidos desde 1970, el equipo de Corcho Alvarado demuestra
que es mayor de lo que se creía. "Aunque el tiempo de vida media de
las partículas en la estratosfera es de 2 a 5 años", asegura el investigador, hay
una cantidad determinada de partículas que tienen tiempos de vida en la
estratosfera mucho más largos, de varias décadas y hasta cientos de años.
Actualmente detectamos la fracción de partículas de plutonio-239 y 240 que
tienen tiempo de vida de varias décadas o superior.
De los 10.000
kgs. de material radiactivo vertidos a la atmósfera entre los años 50 y 70, los
científicos creen que ha sobrevivido en la estratosfera "entre uno y
varios kilogramos de plutonio". Estas partículas no suponen un riesgo para
la salud humana, pero en su día sí pudieron significar un riesgo en muchas
zonas del planeta. "Debido a la dilución de estos isótopos radioactivos en
la atmósfera, sus concentraciones son pequeñas y no suponen un riesgo para
la población", recalca Corcho Alvarado, "pero toda introducción incontrolada
de material radioactivo en el medio ambiente supone un riesgo". En el caso
del accidente del satélite SNAP-9A, en abril de 1964, que estalló a
gran altitud lanzando dos kilos de plutonio sobre la atmósfera, hubo "un
gran riesgo para la población". El análisis publicado en Nature
Communications demuestra que "todavía hay una cantidad residual de aquel
Plutonio 238 en la estratosfera".
Este plutonio
es transportado regularmente de la estratosfera hacia la troposfera de forma
natural y uno de los mecanismos que revela el estudio son las erupciones
volcánicas. Utilizando los datos de la erupción del
volcán Eyjafjallajökull en Islandia en 2010, los científicos
demuestran que este tipo de eventos "pueden producir un incremento de este
intercambio de la estratosfera hacia la troposfera y aumentar el transporte de
contaminantes como el plutonio-239 y 240". Los científicos proponen que el
estudio de estos isótopos puede servir también para conocer mejor cambios en
las masas de aire de cara a conocer mejor el clima.
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