Que el año se inicie el 1 de Enero no se debe a un profundo estudio astronómico que determinase que esa era la mejor fecha, sino que fue propiciado por una rebelión que tuvo lugar en el año 155 a.C. en el asentamiento de Segeda (hoy Aragón), inicio de las famosas Guerras Celtibéricas.
Como
bien sabemos, los diferentes calendarios por los que nos hemos regido
y el que actualmente utilizamos, se diseñaron con el propósito de
ajustar, corregir y eliminar los desfases existentes en la medición
del tiempo.
En
el antiguo Calendario
Romano el año se iniciaba a principios del mes de Marzo (Martius, en
honor a Marte,
Dios de la Guerra).
Este mes también traía consigo la llegada de las siembras y al que
seguía un periodo de prosperidad, acompañado de la entrada de la
primavera.
Esto
propiciaba que tras iniciarse el año, el
15 de Marzo (conocido como el Idus
de marzo)
fuese el día escogido para elegir a los representantes y
administradores del Estado
(Senadores, Cónsules, etc..) pero, sobre todo, para tomar todas
aquellas grandes decisiones referentes a las guerras e intervenciones
que la República
Romana
estaba desplegando por aquel entonces.
Durante
la Primera
Guerra Celtíbera (181-179 a.C.),
se firmó un tratado en el que se prohibía fundar nuevas ciudades
fortificadas, pero esto no sirvió de excusa para que los
pobladores de Segeda quisieran levantar una muralla que rodease el
oppidum
y cuyo perímetro tenía 7,5 kilómetros.
Dicho asentamiento se encontraba en la zona geográfica en donde hoy
en día está
la Zaragozana población de Mara,
muy próxima a Calatayud.
El
gobierno de Roma tras conocer la noticia debía intervenir en el
asunto y mandar con la mayor premura un importante
contingente de hombres
para frenar lo que consideraban una intolerable insurrección. Pero
se encontraron con un inconveniente para llevar a cabo dicha
represión bélica: estaban en pleno invierno y faltaban
varios meses para el Idus de marzo,
la fecha en la que decidían todos los asuntos de Estado y guerra.
Si
esperaban a marzo, entre que se aprobaba, se reunía a los soldados
que formarían el ejército (30.000 miembros, jinetes y tropas
auxiliares) y se enviaban hasta allí se encontrarían de nuevo en
invierno, para
llevar a cabo todo el plan de ataque, éste debería producirse en
época estival, lo que les llevó a realizar un estratégico cambio
en el calendario por el que hasta entonces se regían, decidiendo
adelantar el inicio del año a Enero (Ianuarius, en honor al Dios
Jano).
Roma
adelantó tres meses en su calendario el año nuevo,
propiciando la toma de decisiones y el traslado del importante
contingente que se envió, iniciándose de este modo la Segunda
Guerra Celtibérica.
Las
crónicas antiguas de Apiano de Alejandría así lo recogen:
"Segeda
es una grande y poderosa ciudad de los celtíberos llamados belos,
adscrita a los pactos de Sempronio Graco. Sus habitantes se
propusieron que la gente vecina de ciudades más pequeñas
abandonasen sus lugares y se congregasen en su ciudad, a la que
rodearían de una muralla de cuarenta estadios de circunferencia,
obligando a esto al vecino pueblo de los titos. Enterado el Senado,
les prohibió construir la muralla,
y ordenó que se pagasen los tributos fijados por Graco, mandando al
mismo tiempo que se uniesen a las tropas romanas, pues así lo
disponía el tratado de Graco. Los de Segeda contestaron que,
respecto al muro, Graco había prohibido construir nuevas ciudades,
pero las antiguas podían fortificarse; en cuanto a los tributos y a
las tropas dijeron que los mismos romanos después de Graco se lo
habían condonado. Y así era en efecto; pero cuando el Senado
concede un favor así, añade siempre: estará en vigor en tanto que
así plazca al Senado y al pueblo romano".
Los
belos,
pobladores de Segeda, ante el ataque romano huyeron hacia el enclave
de los arévacos,
en el asentamiento
de Numancia,
donde se refugiaron y unieron fuerzas para encararse al enemigo
romano en la famosa y épica Guerra
Numantina.
Espectacular
observatorio astronómico localizado en Segeda
Santuario
celtibérico, el único calendario de ciclo lunisolar conservado
desde la antigüedad en todo el Mediterráneo, de planta romboidal y situado fuera de la muralla de Segeda, al aire
libre, sus muros se unían con esta plataforma monumental conformando
un ángulo de 130 grados, algo fuera de lo común para la
arquitectura de la época. Dicho ángulo se alineaba con un cerro
próximo, la Atalaya, y su dirección marcaba el solsticio de verano,
el día más largo del año.
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