28/10/18

La Serpiente en el rito Hopi


Los indios Hopi (Moki) vivían en el suroeste de Estados Unidos, en el altiplano de las Montañas Rocosas donde se unen los estados de Colorado, Utah, Nuevo México y Arizona. Se les denominó indios “pueblo” porque vivían de manera sedentaria en pueblos de casas de abobe y de piedra.

El objetivo fundamental de sus prácticas mágicas y religiosas era solucionar la escasez de agua y dominar las inhóspitas fuerzas de la naturaleza en la región. Adornaban con frecuencia sus piezas de alfarería y representaban dibujos con imágenes de una casa, que según la cosmología india representa el universo, junto a una serpiente.

La forma de animación espiritual de la naturaleza era una danza de máscaras que se manifestaba como danza de animales, de culto a los árboles y finalmente, como danza con serpientes vivas.
Los motivos más utilizados en alfarería eran el pájaro y la serpiente que entre los Hopi era considerado como el símbolo de culto más influyente. La alfarería encontrada con estos motivos, y que aún se seguía fabricando a finales del siglo XIX, procedía de técnicas prehistóricas independientes de la introducida por los españoles.
La iconografía de la serpiente aparece en vasijas recientes, igual que en vasijas prehistóricas, enroscada y con la cabeza emplumada.
Los recipientes se situaban en unos adoratorios subterráneos llamados kiwa en donde la serpiente ocupaba una posición central dentro del culto como símbolo del rayo de la tormenta.

En algunos lugares como Oraibi y Walpi, los indios realizaban una danza con serpientes vivas, la danza duraba varios días y se utilizaban serpientes de cascabel. Los participantes pertenecían a dos clanes: el del antílope y el de la serpiente.
En el mes de Agosto, cuando tienen que llegar las tormentas, se capturaban serpientes de cascabel a las que no se les quitaban sus colmillos venenosos, la ceremonia tenía lugar en el desierto y duraba 16 días. Luego se las trasladaba al kiwa donde los caciques de los clanes del antílope y de la serpiente las guardaban cautelosamente. Allí se les hacía pasar por ceremonias, la más sorprendente era la del lavado, se trataba a la serpiente como si fuera un iniciado sumergiendo su cabeza a la fuerza en una especie de agua bendita que contenía todo tipo de hierbas medicinales. Luego se las arrojaba sobre un dibujo de arena delineado en el suelo que mostraba a las cuatro serpientes de la tormenta, y en el centro un cuadrúpedo.

En otro kiwa, un segundo dibujo de arena, mostraba un cúmulo de nubes del cual emergían cuatro rayos en forma de serpientes de diversos colores, que correspondía a los cuatro puntos cardinales. Arrojada violentamente sobre la primera pintura de arena, la serpiente acababa destruyéndola. El objetivo era obligar a la serpiente a actuar como propiciadora de los rayos y generadora de la lluvia. Serían como santos de la lluvia vivientes y zoomórficos.
El último día de la ceremonia eran trasladadas a un arbusto. En la parte final de la ceremonia, los indios se acercaban al arbusto, atrapaban a la serpiente viva, la acariciaban un rato y luego la soltaban a la llanura como mensajera de sus plegarias.
Para cada serpiente había un grupo de tres indios, uno la agarraba rápidamente y se la colocaba en la boca, otro revoloteaba un plumero para desviar la atención del reptil y un tercero era el cuidador y atrapaba a la serpiente en caso de que se deslizara de la boca de su portador. Duraba media hora y se hacía al ritmo de unos cascabeles y caparazones de tortugas con piedras que los indios llevaban atados a las rodillas.

Cuenta la leyenda que Tiyo, un joven Hopi, fue a buscar el lugar de donde venían las aguas de las lluvias y descubrió la Danza de la Culebra. Se narra la búsqueda de la fuente del Río Colorado, y que con la ayuda de la Mujer Araña, la Gran Culebra, le enseñaría la fuente del río y sería iniciado después de superar las pruebas en el "Clan de la Culebra". Luego retornaría a su casa junto a su mujer "Doncella Culebra" y enseñaría a los Hopi a bailar la Danza de la Culebra.
Parece ser que este culto se remonta a leyendas cosmológicas que hablan del semidios Ti-yo que desciende al inframundo en busca de la fuente originaria del agua. Tras pasar por diferentes lugares llega al gran kiwa de las serpientes donde se encuentra el baho mágico para la invocación de la lluvia. Ti-yo regresa también con dos serpientes hembras con quienes engendra hijos serpiente, criaturas peligrosas que obligan a las tribus a emigrar.
La serpiente no es sacrificada sino convertida en mediadora y enviada junto a las almas de los muertos para que en forma de rayo, provoque la tormenta en el cielo. Y está totalmente prohibido comer serpiente.

Estos rituales fueron estudiados por Aby M. Warburg (1.866-1.929) pionero en la investigación de la historia cultural mediante el análisis de las imágenes y la interpretación de los símbolos, considerado fundador de los métodos contemporáneos en iconología.

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