Los
indios Hopi (Moki) vivían en el suroeste de Estados Unidos, en el
altiplano de las Montañas Rocosas donde se unen los estados de
Colorado, Utah, Nuevo México y Arizona. Se les denominó indios
“pueblo” porque vivían de manera sedentaria en pueblos de casas
de abobe y de piedra.
El
objetivo fundamental de sus prácticas mágicas y religiosas era
solucionar la escasez de agua y dominar las inhóspitas fuerzas de la
naturaleza en la región. Adornaban con frecuencia sus piezas de
alfarería y representaban dibujos con imágenes de una casa, que
según la cosmología india representa el universo, junto a una
serpiente.
La
forma de animación espiritual de la naturaleza era una danza de
máscaras que se manifestaba como danza de animales, de culto a los
árboles y finalmente, como danza con serpientes vivas.
Los
motivos más utilizados en alfarería eran el pájaro y la serpiente
que entre los Hopi era considerado como el símbolo de culto más
influyente. La alfarería encontrada con estos motivos, y que aún se
seguía fabricando a finales del siglo XIX, procedía de técnicas
prehistóricas independientes de la introducida por los españoles.
La
iconografía de la serpiente aparece en vasijas recientes, igual que
en vasijas prehistóricas, enroscada y con la cabeza emplumada.
Los
recipientes se situaban en unos adoratorios subterráneos llamados
kiwa en donde la serpiente ocupaba una posición central dentro del
culto como símbolo del rayo de la tormenta.
En
algunos lugares como Oraibi y Walpi, los indios realizaban una danza
con serpientes vivas, la danza duraba varios días y se utilizaban
serpientes de cascabel. Los participantes pertenecían a dos clanes:
el del antílope y el de la serpiente.
En
el mes de Agosto, cuando tienen que llegar las tormentas, se
capturaban serpientes de cascabel a las que no se les quitaban sus
colmillos venenosos, la ceremonia tenía lugar en el desierto y
duraba 16 días. Luego se las trasladaba al kiwa donde los caciques
de los clanes del antílope y de la serpiente las guardaban
cautelosamente. Allí se les hacía pasar por ceremonias, la más
sorprendente era la del lavado, se trataba a la serpiente como si
fuera un iniciado sumergiendo su cabeza a la fuerza en una especie de
agua bendita que contenía todo tipo de hierbas medicinales. Luego se
las arrojaba sobre un dibujo de arena delineado en el suelo que
mostraba a las cuatro serpientes de la tormenta, y en el centro un
cuadrúpedo.
En
otro kiwa, un segundo dibujo de arena, mostraba un cúmulo de nubes
del cual emergían cuatro rayos en forma de serpientes de diversos
colores, que correspondía a los cuatro puntos cardinales. Arrojada
violentamente sobre la primera pintura de arena, la serpiente acababa
destruyéndola. El objetivo era obligar a la serpiente a actuar como
propiciadora de los rayos y generadora de la lluvia. Serían como
santos de la lluvia vivientes y zoomórficos.
El
último día de la ceremonia eran trasladadas a un arbusto. En la
parte final de la ceremonia, los indios se acercaban al arbusto,
atrapaban a la serpiente viva, la acariciaban un rato y luego la
soltaban a la llanura como mensajera de sus plegarias.
Para
cada serpiente había un grupo de tres indios, uno la agarraba
rápidamente y se la colocaba en la boca, otro revoloteaba un plumero
para desviar la atención del reptil y un tercero era el cuidador y
atrapaba a la serpiente en caso de que se deslizara de la boca de su
portador. Duraba media hora y se hacía al ritmo de unos cascabeles y
caparazones de tortugas con piedras que los indios llevaban atados a
las rodillas.
Cuenta
la leyenda que Tiyo, un joven Hopi, fue a buscar el lugar de donde
venían las aguas de las lluvias y descubrió la Danza de la Culebra.
Se narra la búsqueda de la fuente del Río Colorado, y que con la
ayuda de la Mujer Araña, la Gran Culebra, le enseñaría la fuente
del río y sería iniciado después de superar las pruebas en el
"Clan de la Culebra". Luego retornaría a su casa junto a
su mujer "Doncella Culebra" y enseñaría a los Hopi a
bailar la Danza de la Culebra.
Parece
ser que este culto se remonta a leyendas cosmológicas que hablan del
semidios Ti-yo que desciende al inframundo en busca de la fuente
originaria del agua. Tras pasar por diferentes lugares llega al gran
kiwa de las serpientes donde se encuentra el baho mágico para la
invocación de la lluvia. Ti-yo regresa también con dos serpientes
hembras con quienes engendra hijos serpiente, criaturas peligrosas
que obligan a las tribus a emigrar.
La
serpiente no es sacrificada sino convertida en mediadora y enviada
junto a las almas de los muertos para que en forma de rayo, provoque
la tormenta en el cielo. Y está totalmente prohibido comer
serpiente.
Estos
rituales fueron estudiados por Aby M. Warburg (1.866-1.929) pionero
en la investigación de la historia cultural mediante el análisis de
las imágenes y la interpretación de los símbolos, considerado
fundador de los métodos contemporáneos en iconología.
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