No cabe duda sobre la capacidad de las naves fenicias para realizar el viaje transpacífico utilizando las corrientes marinas y los vientos regulares, estuvieran al servicio de los hebreos, de los egipcios o de los persas.
Los Fenicios formaban las tripulaciones de las flotas egipcias y asumían su dirección técnica. Enterados por sus jefes egipcios y hebreos de los problemas y de los beneficios de la navegación al Extremo Oriente (Asia), era muy natural que organizaran sus expediciones también por cuenta propia.
Se puede preguntar cómo sus flotas tenían acceso al Mar Rojo y al Océano Índico, cuando su país sólo ocupaba una pequeña franja del litoral mediterráneo. Las respuestas son varias. Los fenicios ocupaban el Golfo Pérsico, de donde llegaron al actual Líbano, sus primeras expediciones pueden haber tenido lugar antes de esta migración. También se agruparon en las tierras de Somalia. En el siglo VI, Fenicia fue incorporada a la Persia de Ciro, y ellos podían salir por el Golfo Pérsico en flotas oficialmente persas pero de hecho fenicias. Durante más de un milenio y bajo varias denominaciones, las flotas fenicias cruzaron el Mediterráneo, el Atlántico, el Mar Rojo y el Océano Indico. Sus marineros podían muy bien haber dejado inscripciones fenicias en los países que visitaban, aún cuando realizaban las expediciones por cuenta de un rey no fenicio.
Las naves egipcias podían desplazar 6.500 toneladas, como la de Ptolomeo IV Philopator (222-205 a.C.); de hecho, el historiador hebreo Flavio Josefo habla de barcos que, además de su tripulación, llevaban 600 pasajeros y mercancías.
(Paul Herman: Las aventuras de los primeros descubrimientos, Barcelona, Labor 1967; Jacques de Mahieu: La agonía del dios-sol, Buenos Aires, Hacchette, 1977).
Ibarra Grasso ha comparado los navíos de comercio del Mediterráneo oriental del siglo III a.C. con las naves pintadas en la alfarería mochica al norte del Perú. Estos barcos son prácticamente idénticos y se caracterizan principalmente por un puente continuo de proa a popa cargado de jarras llenas de vino, de aceite, etc. Es de destacar que este tipo de naves sigue circulando en el Mar Egeo y en Indochina, pero jamás se han reconocido en el Perú. A un protohistoriador actual le tocó descubrirlo en las pinturas mochicas y darle su explicación.
(Dick Edgar Ibarra Grasso: La representación de América en mapas romanos de tiempos de Cristo, Buenos Aires, 1970; Al-Masudi: Kitab al tanbih wa’l-Israf en Michael Jan de Goeje: Bibliotheca Geographorum, t. 8. Leiden, Brill 1870- 1889).
Los barcos egipcios o fenicios que salían del Mar Rojo habían de seguir el itinerario tradicional por Malabar, Taprobana (Ceilán) y el Chryse Chersonesos (Península de Malaca) hasta Zabai en Borneo, y desde allí aprovechar la corriente del Pacífico Sur hasta Kattigara, que para fines de cálculo situaremos en el Perú; la vuelta se haría por la corriente ecuatorial hasta Borneo y desde allí por el mismo camino que el de ida. La longitud de estos trayectos sería de unos 39.000 km. (21.058 millas) de ida y de 34.000 km. (18.358 millas) de vuelta. En total, 73.000 km. (39.416 millas náuticas).
Herodoto de Alicarnasso (Los nueve libros de la Historia IV; G.E. Gerini: Early Geography of Indo-China. Journal of the Royal Asiatic Society 1897), escribe que las naves de su época solían navegar 70.000 orguías (brazas) con la luz del día y otras 60.000 de noche; en total, 130.000 orguías en una singladura, cada veinticuatro horas, y utiliza este dato para calcular la anchura del Mar Negro.
El autor Paul Gallez utilizó el mismo método para estimar la duración de los viajes a Kattigara. Las 130.000 orguías equivalen a 240 km., que Hennig reduce a 200 km. para dejar un margen a las eventualidades de la navegación. Sobre esta base, el viaje de los 73.000 km. supone 365 días de navegación efectiva.
(Richard Hennig: Terra Incognitae I, 4 vol. Leiden, Brill, 1950; Georges Grosjean y Rudolf Kinauer: Kartenkust und Kartentnicht vom Altertum bis zum Barock. Bern y Stuttgart, Hallwag, 1970).
Se ha dicho que el viaje de ida y vuelta sería de unos 73.000 km. (39.416 millas), y resulta que calculando las distancias sobre un mapa moderno entre Suez y Panamá, pasando por Adén, Freemantle y Wellington, la distancia real es 15.765 millas en el viaje de ida, es decir, más de 31.000 millas náuticas incluyendo el regreso.
Paul Gallez llegó a la conclusión de que, los Fenicios llegaron a América, por lo menos en el primer milenio antes de nuestra era.
Se han encontrado una serie de elementos considerados como fenicios en varios lugares.
Dick Edgar Ibarra Grasso ha identificado dos naves fenicias en las estelas centrales del templo de Sechim, en el Valle de Casma, en la costa peruana (La representación de América en mapas romanos de tiempos de Cristo, Buenos Aires, 1970, pp. 175-177) se considera que estas ruinas datan de hace 3.000 años. Otros monolitos de la zona representan una gran nave oceánica y un sextante. (Julio C. Tello: Arqueología del valle de Casma. Lima, 1956).
Más extraordinarios son los descubrimientos de Bernardo Silva Ramos, presidente del Instituto Geográfico de Manaos, que ha recorrido la selva amazónica durante más de veinte años buscando, fotografiando y copiando 2.800 inscripciones rupestres, reconociendo la mayor parte de ellas como fenicias y otras como griegas.
Continuará...
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