Después
de las devastaciones de los Cuatro Soles, Quetzalcóatl y
Tezcatlipoca son reconocidos por la recreación de la tierra y el
cielo como aliados.
De
acuerdo con el mito azteca de la creación, Quetzalcóatl y
Tezcatlipoca crean el cielo y la tierra al desmembrar al monstruo
Tlaltecuhtli, el señor de la Tierra. Se dice que Tlaltecuhtli se
combinó con otro monstruo, el gran cocodrilo que con su espalda de
cocodrilo dio forma a las montañas del mundo.
Una
de las versiones de este mito nos dice que Quetzalcóatl y
Tezcatlipoca descendieron del cielo para observar a Tlaltecuhtli. Al
hacerlo, vieron cómo el deseo de Tlaltecuhtli por la carne fresca
era tan grande que Tlaltecuhtli no solo tenía una mandíbula llena
de dientes afilados, sino que también tenía dentaduras rechonchas
en los hombros y las rodillas.
Después
de ver esto, los dioses estuvieron de acuerdo en que la creación no
podría completarse mientras el monstruo estaba vivo. Decidieron
destruir a Tlaltecuhtli.
Para
crear la Tierra, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca se convirtieron en
serpientes gigantes. Uno de ellos tomó la mano izquierda y el pie
derecho de Tlaltecuhtli, mientras que el otro tiró a Tlaltecuhtli
por la mano derecha y el pie izquierdo, y entre los dos
descuartizaron al monstruo. La parte superior del monstruo creó la
tierra, mientras que la parte inferior fue el cielo.
Sin
embargo, la destrucción de Tlaltecuhtli enfadaba a los otros dioses,
por lo que decidieron que para consolar a la tierra crecerían todas
las plantas que el hombre necesitaría para vivir. De su cabello
crecían árboles, flores y hierbas, y de su piel pasto y pequeñas
flores; sus ojos serían la fuente de las corrientes, lagunas y
pequeñas cuevas; su boca los grandes ríos y cavernas mientras que
su nariz sería la cresta de las montañas y valles.
La
leyenda dice que se podía escuchar el llanto del monstruo por la
noche, sediento de sangre y de los corazones de las personas. Se dice
que sus necesidades se calmaron con sacrificios y ofrendas de carne y
sangre, y lo hicieron benévolo con la gente, dando los frutos
necesarios para que la vida humana continúe.
Continuará...
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