Un
elemento muy importante en la cultura fenicia y concretamente en su
modelo religioso y ritual, eran los sacrificios y las ofrendas,
entendidos como un modo de tener contentos a los dioses omnipotentes.
En
muchas culturas antiguas, el sacrificio como acto ritual ha ocupado
un lugar de primer orden en el culto religioso, siendo concebido como
un acto de comunión con los dioses. A través del acto del
sacrificio, el creyente ofrecía a la divinidad una determinada
ofrenda a cambio del favor divino, o simplemente para aplacar la
furia del dios. El tipo de ofrenda era muy variada, pudiendo
consistir en piezas de ganado, aves, o productos de tipo
agropecuario, no obstante estos sacrificios podían llegar al
ofrecimiento de víctimas humanas.
En
todas estas prácticas jugaban un papel primordial los sacerdotes,
confirmado por los numerosos epitafios y exvotos. Eran ellos quienes
administraban los ritos de culto, incluidos los sacrificios en su
función de intermediarios entre los hombres y la divinidad. Ellos
eran quienes interpretaban los caprichos divinos y se los transmitían
al resto de los mortales con la consiguiente manipulación subjetiva.
Esta organización sacerdotal estaba perfectamente estratificada.
El
propio monarca y su esposa eran portadores de un carácter sagrado
que les situaba por encima del resto de los mortales, asimilándose a
la propia divinidad. Ambos participaban en numerosos ritos
representando al dios y su pareja como en la representación del
matrimonio sagrado ocupando el lugar de los dioses. Eran pues los
Grandes Sacerdotes, aunque esta consideración divina dependía de la
ciudad en cuestión. En esta organización sacerdotal, por debajo del
monarca y su reina, se encontraba un sacerdote principal o gran
sacerdote denominado Rab-kohenin, y una suma sacerdotisa, que estaban
por encima del resto de sacerdotes (kohen) y de toda una serie de
personal menor que se hallaban al servicio del templo, como
sirvientes, escribanos, músicos, panaderos, barberos y eunucos,
entre otros.
El
cargo de sacerdote era hereditario, pasando el puesto de padres a
hijos. Los sacerdotes portaban vestimentas que les diferenciaba del
resto, compuestas por largas túnicas decoradas con una banda de
color púrpura, posiblemente confeccionada en lino transparente. Otro
elemento distintivo de esta clase sacerdotal era la cabeza rasurada,
que cubrían con una especie de gorro de forma cilíndrica o cónica.
También habían sacerdotisas, como la "sacerdotisa de Tanit",
que desempeñaban funciones religiosas.
La
religión fenicia asimiló gran cantidad de elementos religiosos
cananeos, adoptando no solo el tipo de santuario o los ritos
cúlticos, sino también un sistema sacrificial, a veces cruel, pero
que como regla general, empleaba ofrendas básicas, como productos
agrícolas (aceite, leche, o vino) o animales (toros, ovejas,
corderos), que aplacara el apetito divino, además de esta forma
simple de sacrificio, con carácter excepcional se practicaban los
sacrificios humanos.
Son
varias las fuentes que mencionan ampliamente la práctica de
sacrificios humanos. El Antiguo Testamento se refiere al hábito de
los fenicios de entregar a sus hijos e hijas al fuego sagrado
(holocausto). Los textos de autores antiguos, como Diodoro de Siculo,
Plutarco, Clitarco o Tertuliano, afirman que los fenicios practicaban
un rito sacrificial denominado "mlk" (Molk).
En
un texto de Ugarit también se hace una alusión al sacrificio de
seres queridos para obtener el favor de Baal. Es posible que muchas
de estas afirmaciones posean elementos subjetivos, simplemente por su
origen, dada la propaganda antifenicia, o antipúnica, puesta en
marcha por los griegos y posteriormente por los autores romanos, en
un afán de presentar a estos pueblos como portadores de una barbarie
inhumana, siendo capaces de sacrificar a su propia prole.
El
Profesor Mohamed Hassine Fantar, explica el fenómeno del Molok como
una conspiración de desprestigio histórica llevada a cabo por los
griegos, principales competidores de los fenicios en el Mediterráneo
y sobre todo en Sicilia. Según él, la aparición en el tofet de
Cartago, de innumerables restos óseos infantiles calcinados, hay que
interpretarlo como una simple práctica funeraria de incineración,
depositados luego por sus progenitores en una necrópolis infantil
(el tofet), al ser seres puros eran depositados junto a la pureza
divina, es decir al lado del dios, solicitando así la pronta venida
de un nuevo descendiente.
Continuará...
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