9/2/18

Shemsu Hor (Discípulos de Horus)

En el Papiro de Turín y en otros textos históricos, los Shemsu Hor (los compañeros de Horus), constituyen uno de los enigmas más inquietantes de la prehistoria egipcia. Las alusiones a estos personajes son vagas e imprecisas, pero su interpretación en tiempos muy anteriores a la Primera Dinastía egipcia pudo concretarse en el diseño estelar de la Gran Esfinge y de otros monumentos.

La cronología de los hechos, no coincide con la datación de la Esfinge propuesta por Robert Bauval, alrededor del 10.500 a.C. Por otra parte, si aceptamos las divisiones de la historia de la humanidad para el Antiguo Egipto y situamos a los habitantes de esta región en la Edad de Piedra (IV milenio a.C.), nos preguntamos ¿cómo es posible que estos hombres y mujeres recién salidos de las cavernas fueran capaces de construir algo ni remotamente parecido a la Gran Esfinge de Giza?. Algo nos dice que la cronología sobre la historia de la humanidad está equivocada, o que anteriormente existió otra “humanidad”, una especie de civilización madre altamente evolucionada desde el punto de vista tecnológico y probablemente espiritual.

El historiador Heródoto (s. V a.C.) recogía por boca de los sacerdotes de Tebas una historia de Egipto bien distinta a la que conocemos hoy. El cronista griego se refería a un episodio en el que los sacerdotes tebanos le mostraron 345 estatuas que parecían representar a imponentes dioses. Sin embargo, los religiosos apuntaron que no se trataba de dioses, sino que cada coloso simbolizaba cada una de las generaciones de grandes sacerdotes que les precedieron, hasta completar 11.340 años de “gobiernos de los hombres” y que antes de estos hombres, los dioses eran quienes reinaban en Egipto, morando y conversando entre los mortales, y teniendo siempre cada uno de ellos un imperio soberano (Los Nueve Libros de la Historia, Libro II, Cap. CXLIV).
Por lo anterior, se infiere que los sacerdotes de Tebas distinguían claramente dos rangos de reyes de Egipto: los humanos, que habían gobernado el país desde hacía 11.340 años y los dioses, que no sólo gobernaron físicamente Egipto durante un periodo igual o mayor, sino que lo hicieron mezclándose con aparente naturalidad entre los habitantes.

Por su parte, Manetón (s. III a.C.), sacerdote e historiador egipcio que vivió durante los reinados de Ptolomeo I y Ptolomeo II, establecía cuatro dinastías anteriores a Menes (dos de dioses, una de semidioses y otra de transición), adjudicando el origen de la civilización egipcia al gobierno de 7 grandes divinidades –Ptah, Ra, Shu, Geb, Osiris, Seth y Horus–, que permanecieron en el poder durante 12.300 años.
A continuación, gobernó una segunda dinastía encabezada por el primer Toth e integrada por 12 faraones divinos (1.570 años de gobierno), tras los cuales ascendieron al poder 30 semidioses, generalmente identificados con los Shemsu Hor y simbolizados por halcones, que gobernaron el país durante 6.000 años. Tras éstos, siempre según Manetón, se produjo un periodo de caos, hasta que finalmente, Menes encauzó la situación y logró la unificación de Egipto.
La egiptología ortodoxa incluye estas cronologías en la categoría de los mitos, no en la de los sucesos históricos comprobables. Al fin y al cabo, las fuentes que nos ofrecen información sobre los Shemsu Hor son ciertamente escasas. Claro que también podemos extraer información sobre los Compañeros de Horus y sobre los dioses que gobernaron Egipto, de las obras que nos legaron estos misteriosos personajes, construcciones que en todos los casos, se erigieron siguiendo un plan estelar, como ha quedado atestiguado por los estudios arqueo-astronómicos de estos monumentos.
De confirmarse la datación extrema de la Gran Esfinge o, cuanto menos, la propuesta por Bauval, los arquitectos de estas imponentes maravillas sin duda tendrían más de celestes que de humanos.

Los Shemsu Hor son mencionados por Manetón en su obra Aegyptíaka. Hace referencia a los semidioses que gobernaron después de los primeros dioses, entre ellos el propio Horus. Si bien no hace referencia tácita a los Shemsu Hor, el período del reinado (6.000 años) y el puesto en la lista real de estos semidioses, parecen identificarlos con ellos.
Si realizamos una pequeña suma con la duración de los reinados de los sucesores de los Shemsu Hor, podremos llegar a la conclusión de que, de haber existido, esta especie de semidioses tendrían que haber gobernado la Tierra en algún momento alrededor del año 10.000 a.C.

Algunos autores antiguos, como Eusebio, creían que tal desmesurado numero de años se debía a que los egipcios llamaban año a lo que el resto de los mortales denominaban mes lunar. Sin embargo, esta interpretación que no se fundamenta en ningún argumento, no tiene ningún sentido. Según estas antiguas fuentes, después de los dioses, los héroes reinaron 1.255 años, dando paso a otra línea de reyes que gobernó durante 1.817 años. Más tarde gobernaron unos 30 de reyes más, procedentes de Menfis, que ocuparon el trono durante 1.790 años. Seguidamente reinaron 10 reyes de la ciudad de Tis durante 350 años, y después de éstos llegaron los Shemsu Hor, llamados en las crónicas como manes y héroes, que durante 5.813 años reinaron en el Valle del Nilo. Finalmente, llegó al trono de Egipto el primer rey dinástico, de nombre Menes que gobernó el Valle del Nilo desde el año 3.100 a.C.
En total, estás cronologías suman 11.025 años, que a la vista de los investigadores modernos parecen algo increíble. A decir verdad, no existe ni una sola prueba arqueológica que remita a los egiptólogos a probar la existencia de una civilización desarrollada en los albores del X milenio antes de nuestra Era, precisamente el mismo momento en que muchos han visto la existencia de la Atlántida de Platón. De hecho, si aceptamos esa cronología, coincide con el período en el que se estima que pudo desaparecer la civilización atlante y en el que pudo haberse erigido el monumento de la Esfinge, cuya antigüedad está en duda.
Desde este punto de vista, debemos lanzar una reflexión, esbozada ya por algunos investigadores. Si no existió ninguna cultura capaz de construir grandes monumentos en el año 10.000 a.C., pero muchos de éstos giran en torno a esta mítica fecha, ¿qué es lo que incitó a los antiguos egipcios a reordenar sus construcciones reflejando vínculos estelares con este momento de la antigüedad?, ¿qué sucedió alrededor del año 10.000 a.C. para que los egipcios miles de años después, rememoraran ese momento dejando constancia de ello para la eternidad?

Autores como Robert Bauval o Graham Hancock, piensan que los Shemsu Hor fueron los portadores de una sabiduría iniciática que durante siglos se mantuvo en el más absoluto de los secretos, los seguidores de Horus tuvieron un papel más importante de lo que se había pensado hasta ahora.
Bauval y Hancock defienden que gracias a este selecto grupo de sabios, los antiguos egipcios pudieron erigir grandes construcciones para las que se requería una talla tal en conocimientos de tipo astronómico y matemático, que resultan imposibles de encontrar en una civilización aparentemente primitiva como la egipcia del 2.500 a.C., fecha en la que supuestamente se levantaron las grandes pirámides.

Los Shemsu Hor pudieron ser, según escribió en 1.894 el célebre egiptólogo francés Gastón Maspero, quienes edificaron realmente la Esfinge, empleando en ello todo su conocimiento y sabiduría. Y de ellos ya hablan los textos jeroglíficos más antiguos de los que se dispone. Inscripciones en pirámides de la V dinastía en Saqqara se refieren a ellos indistintamente como “los brillantes” o “los resplandecientes”. Curiosamente se trata del mismo apelativo que recibieron los Elohim bíblicos mencionados en el libro de Enoch. Particularmente el término “El” puede traducir ese vocablo hebreo, precisamente como “los resplandecientes” (seres de luz). Tanto si se trata o no de los mismos seres, los egipcios decían que los Shemsu Hor conocían el hierro (un metal divinizado en la época).

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