28/5/17

Ruta de la Seda (III)


La expansión mongola por todo el continente asiático, desde 1.207 hasta 1.360, contribuyó a la estabilidad política y a restablecer la Ruta de la Seda (a través del Karakorum). 
También puso fin al monopolio del Califato islámico sobre el comercio mundial. Debido a que los mongoles pasaron a dominar las rutas comerciales, ello permitió que más comercio entrase y saliese de la región. Las mercancías que a ellos no les parecían valiosas si eran vistas a menudo como muy valiosas en el Oeste; como resultado, los mongoles recibieron a cambio gran cantidad de bienes de lujo occidentales, aunque nunca abandonaron su estilo de vida nómada. Poco después de la muerte de Genghis Khan, la Ruta de la Seda quedó en manos de sus hijas.

Los viajes de Marco Polo abrieron los ojos occidentales a algunas de las costumbres del Lejano Oriente. Aunque no fue el primer europeo en recorrer la ruta, pues Mateo Polo y Nicolo Polo (tío y padre de Marco) habían realizado un viaje similar antes de invitarle a tomar parte en la segunda expedición al khanato de China. También había sido precedido por numerosos misioneros cristianos en Oriente, como Guillermo de Rubruck, Benedicto de Polonia, Giovanni da Pian del Carpine y André de Longjumeau. Otros enviados más tardíos fueron Odorico de Pordenone, Giovanni de Marignolli, Juan de Montecorvino, Niccolò de Conti, o Ibn Battuta, un viajero marroquí musulmán que pasó por el actual Medio Oriente y que recorrió toda la Ruta de la Seda, desde Tabriz, entre 1325-1354.
En el siglo XIII hubo intentos de una alianza franco-mongola, con intercambio de embajadores y fallidas colaboraciones militares en Tierra Santa durante las últimas cruzadas, aunque al final los mongoles, después de haber destruido las dinastías de los abásidas y los ayubidas, con el tiempo se convirtieron al islam, y firmaron en 1.323 el Tratado de Alepo con el superviviente poder musulmán, el sultanato mameluco de Egipto.

Algunos estudios de investigación indican que la peste Negra, que devastó Europa a finales de la década de 1.340, podría haber alcanzado Europa desde Asia central (o China) a lo largo de las rutas comerciales del Imperio mongol.
Los viajeros portaban agentes patógenos a poblaciones que no habían adquirido inmunidad a ciertas enfermedades, por lo que una epidemia podría tener consecuencias dramáticas. El caso más famoso es el de un brote de peste en el siglo XIV, la plaga estalló en China hacia el año 1.330, esta usaba como vectores a los roedores y de los roedores a las pulgas y de las mismas a los seres humanos, siendo altamente contagiosa y letal. Durante mucho tiempo, la plaga apareció solo en la provincia sureña china de Yunnan.
A principios del siglo XIV las tropas mongolas dispersaron las pulgas infectadas, a continuación la peste se propagó rápidamente y los barcos comerciales (principalmente venecianos) complementarios a la Ruta de la Seda que partían de Kaffe (asediada por los mongoles) en la península de Crimea transportaron en el año 1.348 la peste a la Europa mediterránea y luego llegó al centro de Europa. Esta propagación rápida de la plaga que recibe el nombre de peste negra, fue causada por el comercio de pieles que portaban pulgas.

En Junio de 2014, la Unesco eligió un tramo de la Ruta de la Seda como Patrimonio de la Humanidad con la denominación “Rutas de la Seda: red viaria de la ruta del corredor Chang’an-Tian-shan”. Se trata de un tramo de 5.000 kilómetros de la gran red viaria de las Rutas de la Seda que va desde la zona central de China hasta la región de Zhetysu, situada en el Asia Central, incluyendo 33 nuevos sitios en China, Kazajistán y Kirguistán.

El experto en prehistoria André Leroi-Gourhan considera esta ruta como un espacio de intercambios activo desde el Paleolítico. Heredera de la Ruta del jade, cuyos restos se remontan a hace 7.000 años. Sin embargo, la ruta no se menciona en las crónicas chinas hasta el siglo II a.C.
Este itinerario sería el resultado de la curiosidad del emperador chino Wu (gob. 141-87 a.C.) de la dinastía Han por los pueblos civilizados lejanos, que se decía que habitaban en las regiones occidentales más allá de las tribus bárbaras. Los griegos, y luego los romanos, comenzaron a hablar del «país de los Seres» desde el siglo IV a.C. para designar a China.

22/5/17

Ruta de la Seda (II)

Las Rutas de la Seda (en amarillo) y la Ruta de las Especias (en azul) fueron una compleja red comercial que dio la oportunidad de intercambiar bienes y cultura.

El eje Roma-Changan marcaba el principio y el final de una gran cadena de intercambios, cuyos eslabones enlazaban a territorios que hoy corresponden a Turquía con Siria, a Irak con Persia, al Cáucaso con las fronteras de la India y China; y cuyos centros comerciales, en los que se realizaban las últimas y las primeras transacciones, dependiendo si se avanzaba hacia Changan o hacia el Caspio, eran las ciudades próximas al valle de Fergana (Bukhara, Khiva y Samarkanda) o las situadas en el inhóspito desierto de Takla-Makan, cuyos oasis eran bien conocidos por los conductores de las caravanas; especialmente los de las ciudades de Tashkurgán, Kashgar, Yarkand y Jotán en las que, por imperativos del clima, estaban obligadas a detenerse durante un período de tiempo siempre incierto hasta alcanzar el límite oeste de la verdadera China de entonces: la Puerta de Loulan.

Con el apogeo del Islam bajo la Dinastía Omeya (661-750), que quería controlar las más importantes líneas comerciales a China, tomó la mitad occidental de la Ruta de la Seda, y esta se vio interrumpida, ahogando el comercio de otras naciones con precios elevados y altas tasas. Este fue el principio del fin.
El aspecto más importante del entramado comercial de esta ruta, era el papel de intermediarios que ejercían los comerciantes islámicos, que conscientes de los beneficios económicos que dejaba este trasiego comercial, no permitieron la entrada de comerciantes europeos o asiáticos en la ruta, convirtiéndose en los elementos que hacían funcionar el sistema. Las caravanas procedentes de Siria y Mesopotamia cruzaban todo el continente asiático para adquirir a bajo precio los productos que después venderían a precios desorbitados a los comerciantes o intermediarios europeos. Para ello, las caravanas hacían uso de una red de albergues llamados caravansarays para pernoctar, protegerse y proveerse.

La pimienta, originaria de la India, se extendió por Indonesia y Malasia en torno al año 600 a.C. Los chinos la distribuían por las rutas de la seda, siglos después fue traída a Europa por el comerciante griego Eudoxo de Cícico, que embarcó en una expedición al continente asiático y trajo piedras preciosas, azafrán, clavo, jengibre y pimienta, iniciándose así su comercialización.
Los romanos mantuvieron su uso culinario y afrodisíaco exportándolo inicialmente a Egipto, Norte de África para posteriormente llevarlo a los territorios de Iberia. A partir de este momento la pimienta fue considerada la especia más valiosa por su gran resistencia ya que podía almacenarse muchos años sin sufrir deterioro. Su comercio estaba controlado por Genoveses y Venecianos, que la importaban por vía marítima desde las Indias Orientales para posteriormente distribuirla por todo el Mediterráneo.
Tras la caída de Constantinopla en manos turcas, en 1.453, se paraliza casi todo el comercio de las codiciadas especias, especialmente el de la pimienta, por lo que numerosos navegantes del siglo XV salen al mar con el fin de trazar nuevas rutas, como la ruta africana abierta por el portugués Vasco de Gama o el intento de Cristóbal Colón que culmina con el descubrimiento de América.
En España en los inicios de la Edad Media empezó a utilizarse la pimienta como medio de pago de deudas, impuestos o rentas, e incluso podía entregarse como dote para las hijas de nobles y comerciantes.

La pimienta era el producto de mayor importación en Europa, llegando a consumirse del orden de 3 millones de kilos anuales, que se empleaban tanto en cocina como en aplicaciones terapéuticas, la molécula piperina es un eficaz insecticida y antiparásitos, pero solo las clases adineradas podían permitirse su consumo. Algunos historiadores llegaron a considerar esta especia como uno de los factores más importantes de desarrollo comercial de la época preindustrial.

Para el mundo islámico, la Ruta supuso una excelente fuente de ingresos que se convirtió en la base de su economía. Para Europa, una sangría económica irrenunciable (los productos eran insustituibles). Como respuesta a este hecho, Europa se lanzó a buscar nuevas rutas marítimas, originando la era de los descubrimientos.

Una nueva situación política en China protagonizada por las dinastías Tang, Song y Yuan desde el siglo VII hasta mediados del siglo XIV, y una nueva realidad económica y cultural en Occidente hicieron posible el restablecimiento de nuevas relaciones entre los dos mundos gracias a que, junto a las mercancías, empezaron a intercambiarse también las ideas, los conocimientos artísticos, los idiomas y las religiones. Desde entonces, las Rutas de la Seda dejaron de ser caminos exclusivos de los comerciantes y de los militares, y empezaron a ser transitados cada vez con más frecuencia por intelectuales y por monjes de las principales religiones del mundo, que supieron también, como si fueran ávidos comerciantes del espíritu, intercambiarse entre ellos las enseñanzas de Buda, Confucio, Jesucristo y Mahoma.

Continuará...

19/5/17

Ruta de la Seda (I)

La Ruta de la Seda se originó durante el siglo I a.C., siguiendo a los esfuerzos de los yuezhi y xiongnu en la cuenca del Tarim para consolidar un camino hacia el mundo occidental y la India, tanto a través de asentamientos directos en el área de la cuenca como de relaciones diplomáticas con los países de los Dayuan, Partos y Bactrianos más al oeste.

Las momias encontradas en la cuenca del Tarim, localizadas a unos 200 km. al este de Yingpan, en la Ruta de la Seda datan de 1.600 a.C. en la época del antiguo reino de Loulan, sugieren la existencia de contactos muy antiguos entre el Oriente y el Occidente. Estos restos momificados podrían haber sido de personas que hablaban lenguas indoeuropeas, lenguas que se siguieron usando en la cuenca del Tarim, en la moderna región de Xinjiang, hasta su sustitución por las influencias túrquicas del norteño Imperio xiongnu, y por influencias del oriente de China de la dinastía Han, que hablaban lenguas Sino-tibetanas.

El término "Ruta de la Seda" fue creado por el geógrafo alemán Ferdinand Freiherr von Richthofen, quien lo introdujo en su obra Viejas y nuevas aproximaciones a la Ruta de la Seda, en 1877. La seda era la mercancía más prestigiosa que circulaba por ella, cuya elaboración era un secreto que solo los chinos conocían.
Los romanos (especialmente las mujeres de la aristocracia) se convirtieron en grandes aficionados de este tejido, que lo obtenían antes del comienzo de nuestra era a través de los Partos, quienes se dedicaban a su comercio. Muchos productos transitaban estas rutas: piedras y metales preciosos (diamantes de Golconda, rubíes de Birmania, jade de China, perlas del golfo Pérsico), telas de lana o de lino, ámbar, marfil, laca, especias, porcelana, vidrio, materiales manufacturados, coral, etc. etc.
China importaba principalmente, oro, plata, piedras preciosas, marfil, cristal, perfumes, tintes y otros textiles provenientes de Europa y de los reinos por donde transitaba la ruta y de otros que tenían sus propias rutas comerciales que engarzaban, en algún punto, con la misma Ruta. China exportaba mayormente seda, pieles, cerámica, porcelana, especias, jade, bronce, laca y hierro.

En época de Heródoto (475 a.C.), el Camino Real Persa recorría 2.857 km. desde la ciudad de Susa, entre los ríos Karkheh y Dez (a unos 250 km. al este del Tigris hasta el puerto de Esmirna en Turquía) en el mar Egeo. La pista era mantenida y protegida por el Imperio aqueménida (500-330 a.C.) y tenía estaciones postales y puestos de descanso a intervalos regulares. Al tener caballos de refresco y jinetes disponibles en cada uno de ellos, los correos reales podían llevar mensajes recorriendo todo el camino en nueve días, un trayecto que a los viajeros normales les llevaba cerca de tres meses. Este Camino Real vertebraba el Imperio, conectando con muchas otras rutas, algunas de ellas, como las rutas a la India y al Asia central, también protegidas por los aqueménidas, que fomentaban el contacto regular entre la India, Mesopotamia y el Mediterráneo.
Hay menciones en el bíblico Libro de Esther de los despachos que se enviaban desde Susa a las lejanas provincias de la India y del reino de Kush durante el reinado de Jerjes el Grande (485-465 a.C.).

El primer paso importante en la apertura de la Ruta de la Seda entre Oriente y Occidente llegó con la expansión del imperio de Alejandro Magno en Asia central. En 329 a.C. Alejandro fundó la ciudad de Alejandría Escate o «Alexandria más lejana» en la desembocadura del valle de Fergana en el actual Tayikistán. La ciudad se convirtió más tarde en un punto de parada importante en la Ruta de la Seda septentrional.

Los griegos se mantuvieron en Asia central durante los siguientes tres siglos, primero a través de la administración del Imperio seléucida y luego con el establecimiento del reino grecobactriano en la región de Bactria. Continuaron expandiéndose hacia el este, sobre todo durante el reinado de Eutidemo I (230-200 a.C.), que extendió su control más allá de Alejandría Escate hasta llegar a la Sogdiana. Hay indicios de que pudo haber conducido expediciones hasta Kashgar, en el Turkestán chino, dando lugar a los primeros contactos conocidos entre China y Occidente alrededor del año 200 a.C.. El historiador griego Estrabón escribió: «extendieron su imperio incluso hasta los Seres (China) y los Phryni».

Continuará...

13/5/17

Pentalasia (II)

A medio camino entre Mesopotamia (cuencas del Tigris-Éufrates) y Egipto (cuenca del Nilo), limitada al Sur por el desierto árabe y al Norte por las montañas kurdas y turcas, floreció la primera cultura proto-civilizada, con el río Jordán y el Mar Muerto como columna vertebral.

Las sociedades humanas de Pentalasia primero y de las cuencas del Nilo, el Indos y el Río Amarillo después, experimentaron un desarrollo material y demográfico impresionante gracias a la agricultura, la ganadería, la técnica, el uso de metales y la invención del arado, la rueda y el carro. A la sombra de los enormes zigurats sumerios nacieron instituciones tan familiares y actuales como el dinero, el préstamo, la usura y la esclavitud por deuda, así como los primeros sistemas bancarios, entorno a los activos económicos (excedentes de granos de cereales, tierras, herramientas, armas, metales, arte, piedras preciosas) controlados por el Palacio o el Templo.
Dice el historiador británico Paul Johnson que ninguna civilización de Próximo Oriente prohibió la usura debido a que estas sociedades consideraban que "la materia inanimada estaba viva, como las plantas, los animales y las personas, y que era capaz de reproducirse a sí misma". El dinero, por tanto, debía por fuerza ser capaz de reproducirse igual que un ser vivo, y muchos pueblos que se habían negado a divinizar al hombre, a los animales y a la Naturaleza, confirieron en cambio cualidades divinas a las primeras formas de dinero y riqueza puramente material.
Las tribus agricultoras eran sedentarias, dando lugar a los primeros centros urbanos civilizadores de la historia, mientras que las tribus pastorales eran todavía nómadas y tendían a llevar una conducta predatoria sobre las primeras. Una de estas tribus pastorales, que ha tenido una influencia desproporcionada sobre el planeta y la humanidad, fue la de Abraham.

Abraham, el patriarca fundador del monoteísmo abrahámico (que incluye el judaísmo, el cristianismo y el Islam) habría vivido alrededor de 1.700 a.C. y era un pastor-ganadero y hombre de negocios. Su lugar de nacimiento fue "Ur de los Caldeos", que seguramente se corresponde con la ciudad-estado sumeria de Ur, actual sur de Iraq. Abraham y su gente salieron del país, probablemente expulsados por los sumerios, y emprendieron una migración que los llevó primero a Harán (actual sur de Turquía) y luego a la población de Shechem (la actual Nablus, Cisjordania), en Canaán, situada en un importante nudo de rutas comerciales donde se vendían uvas, aceitunas, trigo, ganado, cerámica y otras mercancías.
El Antiguo Testamento nos cuenta que Canaán fue azotada por una hambruna, de modo que Abraham y su gente pusieron rumbo al rico Egipto, cruzaron el embudo de Sinaí-Suez y fueron bien acogidos.

Los fenicios, un pueblo semita, comenzaron a florecer en 1.200 a.C. en lo que hoy es Líbano, el norte de Israel y el sur de Siria. Se supone que es la misma época en la que Moisés recibió la Torá en el Monte Sinaí. Protegidos por montañas de las civilizaciones del interior de Pentalasia, los fenicios se expandieron por todo el Mediterráneo, dominaron la fachada atlántica tanto de Europa como de África y probablemente llegaron hasta América. Era la Edad del Bronce, y para fabricar bronce se añade estaño al cobre. Hubo en todo el Mediterráneo una "fiebre del estaño", que los fenicios terminaron por dominar, llegando a la próspera Tartessos y a las "Islas Casitérides" (británicas, concretamente Cornualles y las Islas Sorlingas, ricas en el metal) y protegiendo celosamente la Ruta del Estaño, especialmente en su punto más vulnerable: el estrecho de Gibraltar.
Grandes marineros y comerciantes, se dedicaron también a la leña, aprovecharon sus enormes bosques y exportaron grandes cantidades de madera de cedro, especialmente hacia Egipto, para construir barcos, sarcófagos y carros.
El hecho de que, utilizando el Levante como base, los fenicios pudiesen dominar costas tan alejadas fue en parte debido a la misma configuración geográfica de su tierra, con largas cadenas montañosas que tienden a aislar su costa del resto del continente asiático, proyectando sus pueblos hacia el mar, o bien protegiendo naturalmente a pueblos que invaden desde el mar asentándose en la costa.

Pronto empezó a hacerse evidente que el Imperio Bizantino era incapaz de controlar sus posesiones asiáticas sin ayuda del resto de Europa. Anatolia estaba cayendo en manos de los turcos selyúcidas y la Cristiandad necesitaba seguir manteniendo un pie en Pentalasia. Respondiendo a una petición del emperador bizantino Alejo I Comneno, el Papa Urbano II proclamó en 1.096 la Primera Cruzada, con el ideal de rescatar los Santos Lugares de la conquista islámica y liberar a los cristianos orientales y el objetivo pragmático de dominar una franja de un enorme valor estratégico y económico, así como reabrir el comercio internacional en el Mediterráneo. Los reinos españoles del Norte, que ya mantenían su propia cruzada contra las también españolas Taifas musulmanas, habían contado cada vez más con la ayuda de caballeros extranjeros (especialmente francos), y el Papa ya había hecho un llamamiento internacional para reconquistar Tarragona en términos similares a los de una cruzada.

La noticia de la nueva empresa conjunta corrió como la pólvora por Europa Occidental y los ejércitos cristianos, hechizados por la fama legendaria de las riquezas de Oriente, ansiosos de alzar su cruz sobre la media luna, recorrieron los Balcanes, la cuenca del Danubio y los dominios bizantinos hasta llegar a Tierra Santa. En 1099, los europeos (esencialmente francos, germanos, ingleses, flamencos, normandos, bizantinos, venecianos, genoveses y armenios) llegaron a Jerusalén, y sin mediar asedio la tomaron al asalto.
Cuando la noticia del éxito de la cruzada llegó a Europa, muchos de los que no habían querido alistarse o que habían vuelto a sus casas antes de la victoria definitiva, fueron objeto de burla y escarnio por parte de sus familiares y conocidos, y hasta se les amenazó con la excomunión.

La conquista de Jerusalén anunció un nuevo orden en la Europa mediterránea y en Próximo Oriente. Por un lado, los cristianos avanzaron hacia las cadenas montañosas que dominaban las costas levantinas y establecieron rápidamente toda una infraestructura de fortalezas, así como varios Estados en toda la franja del Levante: el Reino de Jerusalén, Condado de Trípoli, Principado de Antioquía, Condado de Edessa y Principado de la Cilicia Armenia (también denominada Armenia Menor). En las problemáticas fronteras entre estos reinos cristianos y los dominios musulmanes, así como en los enclaves estratégicos surgieron las famosas órdenes religioso-militares europeas del Levante (Caballeros Hospitalarios, Santo Sepulcro, Temple, Teutónica, San Lázaro, etc.)


10/5/17

Pentalasia (I)


Pentalasia es una región donde coinciden las influencias de cinco espacios marítimos diferentes y probablemente sea la zona más estratégica del mundo entero. Dentro de Pentalasia, existe una franja particularmente crítica, el litoral oriental del Mediterráneo, el llamado Levante o Bilad al-Sham (Gran Siria), una curva que va desde el delta del Nilo hasta la provincia turca de Cilicia (que fue un reino armenio hasta la invasión turca), dominando el eslabón crucial donde Eurasia se convierte en África y el Mediterráneo en el Mar Rojo.
El Levante tiene una impresionante historia de choques, guerras y conflictos entre tribus, razas sociedades, civilizaciones, religiones, superpotencias, estilos de vida y formas de ver el mundo, que llega a nuestros días más turbulenta que nunca.

Durante el Paleolítico, el Mediterráneo era muy distinto. Chipre estaba unido al continente, Córcega y Cerdeña formaban una sola isla, Malta, Sicilia y la Península Itálica formaban una sola continuidad territorial, el Adriático y el Egeo quedaron muy reducidos, no existían el Bósforo ni los Dardanelos (convirtiendo al Mar Negro en un lago interior), y el Mediterráneo entero casi quedaba dividido por la mitad en un angosto estrecho que separaba a Túnez de Italia. Florecieron en el Levante ―especialmente en lo que hoy es el Estado de Israel, pero también en Siria, Palestina y otros lugares― numerosas comunidades humanas de la raza neandertal-oriental.
Parece claro que cuando de África volvió a salir otra oleada migratoria humana, se encontró con estos neandertales israelíes y se mezcló hasta cierto punto con ellos, en tiempos tan antiguos como hace 80.000 años. Estos "humanos modernos" luego procedieron al norte a través del Valle de Jordán, colonizando el continente eurasiático, que por aquel entonces estaba habitado por diversas razas y variedades Erectus y Neandertal. En virtud de esta mezcla, toda la humanidad eurasiática tiene porcentajes variables de aportes neandertales en su genoma. Algunos paleoantropólogos hasta sugieren que Israel fue el único sitio donde los neandertales y "hombres modernos" convivieron y se cruzaron pacíficamente. En Europa, el Neandertal y el Cromagon lucharon hasta que las últimas comunidades puras propiamente neandertales se extinguieron en Gibraltar hace 24.000 años.

Mientras que la espiritualidad Cromagnon, procedente de un imaginario cazador, plasmó la figura humana y animal en sus pinturas rupestres y estatuillas, y lo haría posteriormente en obras de arte muy evolucionadas, la espiritualidad del Neandertal oriental (encarnada después en el judaísmo, el cristianismo primitivo y el Islam) las consideraría profanas, representando en cambio motivos vegetales, minerales, caligráficos, simbólicos y abstractos.
Los herederos indoeuropeos del Cromagnon eran dados a adorar a dioses concretos, fuertemente personalizados y caracterizados, como si hubiesen encarnado sobre la Tierra, e incluso humanizaban fenómenos y entidades de la Naturaleza, como el viento, los bosques y los ríos. También consideraban que los dioses podían poseer a los hombres transitoriamente, infundiéndoles inspiración. Por el contrario, la espiritualidad oriental se veía más inclinada a la adoración de dioses abstractos, lejanos, sin rasgos, monolíticos, inhumanos y que parecían "no ser de este mundo".
Resulta revelador que la menos oriental de las religiones orientales, es decir, el cristianismo, adorase precisamente a Cristo, es decir, a Dios humanizado, Dios hecho carne y caminando sobre la Tierra. Reconocer que Dios impregnó la materia con su esencia y encarnó en la Tierra era como el paso anterior a la santificación de la materia y de la misma Tierra (cuyo papel se corresponde en el imaginario cristiano con la Virgen María). A fin de cuentas, si la materia es como un cáliz que contiene la esencia divina, ese cáliz también se ve divinizado.

El nuevo sistema de vida, llamado civilización, junto con una nueva filosofía, una nueva espiritualidad, nuevos oficios y nuevas formas de organización social, se expandió alimentada por nuevas migraciones procedentes de Asia Central, e impulsando el peso demográfico de todas las tribus que lo adoptaban.
Las industrias pétreas (puntas de flecha, etc.) se hicieron cada vez más pequeñas, culminando en los microlitos de culturas locales como el Kebariense Geométrico, y hace 11.000 años, surgió el primer poblado humano permanente en Jericó, un antiguo emplazamiento de cultos rituales lunares al norte del Mar Muerto. El poblado se rodeó de una muralla de piedra y se dotó de una torre: había nacido la primera ciudad conocida del registro arqueológico. La Revolución Neolítica seguirá creciendo y Europa será colonizada a través del Mediterráneo, el Danubio y posteriormente las estepas del Este.

Continuará...

7/5/17

Rebelión de Bar Kojba


Simón Bar Kojba o Kokhba también Barcokebas o Barcoqueba (en hebreo, שמעון בר כוכבא), fue el líder judío que dirigió en el año 132 d.C., la conocida Rebelión de Bar Kojba contra el Imperio Romano, estableciendo un estado judío independiente que dirigió durante tres años como Nasí (Príncipe), hasta ser derrotado por los romanos en el año 135.
En las cartas y documentos de su administración, algunos de su puño y letra, aparece en hebreo y arameo como Shim'on o bien como Bar Kos'ba (Sm'wn bn Kwsyb' o br Kwsbh), y también en griego como Simon Chosiba.

Justino, contemporáneo y originario de la zona, afirmó que castigaba a los cristianos que no se avenían a negar que Jesús era el Mesías, y se refería a él como Bar Cojebas.
Un siglo después, Eusebio de Cesarea en su Crónica le acusaba de persecuciones contra los cristianos que no apoyaban la rebelión, y en la Historia Eclesiástica lo llama Jojebas.

El historiador romano Dion Casio (155-229), atribuye esta revuelta a la decisión de Adriano de fundar en el lugar de Jerusalén una ciudad romana llamada Aelia Capitolina (Aelia por su propio nombre y Capitolina en honor al dios romano Júpiter). Por otro lado, las fuentes judías, si bien reconocen como cierta esta resolución, asignan mayor prioridad a los decretos dictados por Adriano que prohibían el Brit Milá (circuncisión), el respeto del Sabat y las leyes de pureza en la familia.
La intención de Adriano era incorporar a los judíos en la cultura greco-romana, y para la cultura griega y romana, la circuncisión era una mutilación intolerable. La tradición judía relata en el Midrash Tanjuma un encuentro entre Rabí Akiva y el gobernador Turno Rufo (Turnus Rufus), donde este le solicita la explicación sobre la circunsición.

Una legión adicional, la Legio VI Ferrata, se trasladó a la provincia para mantener el orden, y los trabajos comenzaron en el año 131 después que el Gobernador de Judea, Turno Rufo realizara la ceremonia de fundación de Aelia Capitolina.
El Taná Rabí Akiva, que sin ser nombrado Nasí dirigía el Sanedrín, convenció a los demás miembros para que apoyaran la rebelión y declararan al comandante elegido, Simón Bar Kojba, como el Mesías, de acuerdo con el versículo bíblico Números 24:17: ..."Descenderá una estrella de Jacob" (Bar Kojba significa "hijo de la estrella" en arameo).

En el año 132 la rebelión se expandió en todo el país, derrotando a la X Legión Romana con base en Jerusalén y destruyendo a la XXII Legión que había acudido desde Egipto.
Un Estado soberano judío se restauró en los siguientes dos años. La administración pública estaba encabezada por Simón Bar Kojba, que tomó el título de "Nasí" (Príncipe o Presidente de Israel). Se anunció la «Era de la redención de Israel», se realizaron contratos y se emitieron monedas de cobre y plata en gran cantidad con la correspondiente inscripción.
Rabi Akiva presidía el Sanedrín, se celebraban los servicios religiosos y se reanudaron los korbanot (sacrificios rituales de animales u otras ofrendas). Se presume que se intentó restaurar el destruido Templo de Jerusalén.

La rebelión tomó a Roma por sorpresa. Adriano llamó a su General Sexto Julio Severo de Britania y convocó múltiples legiones. Las pérdidas romanas fueron muy grandes, entre ellas una legión completa, la Legio XXII Deiotariana.
A los tres años de que se iniciara la rebelión, las luchas culminaron brutalmente en el verano del año 135 d.C. Después de perder Jerusalén, Bar Kojba y el resto de su ejército se retiraron a la fortaleza de Betar, que fue sitiada y tomada. El Talmud de Jerusalén relata que el número de muertos fue enorme. Según Dion Casio, murieron cerca de 580.000 judíos, 50 ciudades fortificadas y 985 aldeas fueron arrasadas.

Adriano intentó destruir de raíz la identidad judía, que había sido la causa de continuas rebeliones. Prohibió la Torá, el calendario judío, mandó ejecutar a numerosos rabinos y los rollos sagrados fueron quemados en una ceremonia en el Monte del Templo.
En la zona del antiguo templo instaló dos estatuas, una del dios Júpiter y otra de él mismo. Administrativamente eliminó la provincia romana de Judea fusionándola con otras regiones en la provincia de Siria-Palestina tomando el nombre de los filisteos, antiguos enemigos de los judíos, y fundó la ciudad de Aelia Capitolina en el sitio de Jerusalén, prohibiendo a los judíos que entraran en ella. Para humillarlos aún más, sobre la puerta principal de la ciudad se colocó la estatua de un cerdo. Actualmente existen restos de la fase romana en la Ciudad Vieja de Jerusalén.

Los historiadores modernos atribuyen a la Rebelión de Bar Kojba una importancia histórica decisiva. La destrucción masiva y las pérdidas de vidas hace que se considere el inicio de la definitiva diáspora judía en esa fecha. A diferencia de la primera Guerra Romano-Judía (66-70 d.C.), la mayoría de la población judía fue asesinada, esclavizada o exiliada, y la religión judía prohibida.
En el siglo IV Constantino I permitió a los judíos entrar en Jerusalén para lamentar su derrota una vez al año el 9 de Av en el Muro occidental.
A mediados del siglo XX, la Rebelión de Bar Kojba se convirtió en un símbolo de la resistencia nacional en Israel.

El movimiento juvenil sionista Beitar toma su nombre de la fortaleza, y el fundador del Estado moderno judío, David Ben-Gurión, originalmente llamado David Grün, tomó su nombre hebreo de uno de los generales de Bar Kojba.

Fuentes: Wikipedia


1/5/17

El Templo de Salomón


Bajo los muros de Jerusalem, al Este de la Puerta de Damasco, hay una enorme caverna redescubierta en 1.856. Sus 9.000 m2 de galerías nos ofrecen la oportunidad de sumergirnos en la historia de los orígenes del Templo de Salomón.
Los judíos llaman a estos subterráneos la Cueva de Sedequías, último rey de Judá. Según el relato popular, este monarca, haciendo caso omiso de las advertencias que Yahvé transmitía a sus profetas, decidió rebelarse contra Nabucodonosor quien reaccionó con extrema violencia, invadiendo el reino y destruyendo el Templo de Jerusalem. Durante el asalto, Sedequías quiso huir de la ciudad, pero al encontrar los caminos cortados, optó por escapar a través de la cueva que hoy lleva su nombre. Aseguraban entonces que uno de sus pasadizos era tan prolongado que llevaba a Jericó. Sin embargo, los soldados caldeos siguieron las huellas del monarca, hasta darle captura.
En un rincón de esta caverna aflora un pequeño manantial que fluye gota a gota, conocido por el nombre de «Las lágrimas de Sedequías». Cuentan que cuando el monarca fue apresado, sus lágrimas tocaron el suelo en ese lugar, y desde entonces no han cesado de brotar. Nabucodonosor castigó a Sedequías sacándole los ojos, así que el rey judío quedó sumido en la misma oscuridad que hoy domina su caverna.
Otro antiquísimo relato identifica estos subterráneos con «las canteras de Salomón», pues se supone que de esas piedras tomaron los sillares necesarios para edificar el Templo. El poeta Yehuda Amijai (1924-2000) escribió: “De sus profundidades, Salomón extraía sus piedras como oraciones provenientes del abismo”.

El Templo de Jerusalén (hebreo: בית המקדש, Beit Hamikdash) o el Templo de Salomón, fue el santuario principal del pueblo de Israel y contenía en su interior el Arca de la Alianza, el Candelabro de los siete brazos y demás utensilios empleados para llevar a cabo el culto hebraico. Se localizaba en la explanada del monte Moriá, en la ciudad de Jerusalén, donde se ubican en la actualidad la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa.

El Primer Templo fue construido por el rey Salomón (960 a.C.) para sustituir al Tabernáculo como único centro de culto para el pueblo judío. Fue saqueado por el faraón Sisac (Sheshonq I) en 925 a.C. y destruido por los babilonios durante el segundo asedio de Nabucodonosor II en 587 a.C.
El Segundo Templo, mucho más modesto, fue completado por Zorobabel en 515 a.C. (durante el reinado del persa Darío I) y seguidamente consagrado. Tras las incursiones paganas de los seleúcidas, fue vuelto a consagrar por Judas Macabeo en 165 a.C. Reconstruido y ampliado por Herodes, el Templo fue a su vez destruido por las tropas romanas al mando de Tito en el año 70, en el Sitio de Jerusalén, durante la revuelta de los zelotes. Su principal vestigio es el Muro de las Lamentaciones, también conocido como Kotel o Muro Occidental.
La escatología hebrea establece que el Tercer Templo de Jerusalén será reconstruido con el advenimiento del mesías del judaísmo.

Según la Biblia, la construcción del Templo de Salomón se realizó en el siglo X a.C., para sustituir el Tabernáculo que desde el Éxodo y durante siglos, era utilizado como lugar de reunión y para rendir culto a Dios. El Tabernáculo preservaba el Arca, que luego llevó a Jerusalén el rey David, depositada en el monte Moriá, sobre una plataforma de unos 40 por 100 metros.
El Templo propiamente dicho, según la descripción de la Biblia, era un edificio orientado sobre un eje longitudinal en dirección Este-Oeste. El edificio debió tener una longitud interior aproximada de 27 metros, 9 metros de ancho y una altura de 13,5 metros (60×20×30 codos). Sus dimensiones, por tanto, eran comparables a las de una capilla, el culto por lo general se llevaba a cabo desde su exterior. A ambos lados de la entrada del templo fueron erigidas dos columnas, llamadas Jaquín y Boaz.
Los sacerdotes y el rey entraban en el Templo a través de una gran puerta enchapada en oro, de 10 metros de alto y 4 de ancho. Tras esa puerta se encontraban tres recintos. Un vestíbulo era seguido por otros dos recintos. El primero de esos recintos era denominado Hejal (Lugar Santo o Santuario), que era iluminado a través de ventanas altas. La anchura y longitud de esta estancia guardaba una proporción de 1:2, lo que significa que la planta del Hejal estaba compuesta por un doble cuadrado. El forjado de piedra se encontraba cubierto por un solado de madera de cedro. Las paredes y vigas del forjado del Hejal estaban recubiertas por láminas de cedro libanés.
La tercera cámara, denominada Dvir o Kodesh Ha-Kodashím era el lugar más sagrado del Templo de Salomón. En latín se la conoce como Sancta Sactorum y en español como "Santo de los Santos". Este último recinto se encontraba a un nivel más alto que el Hejal y solo podía accederse a él subiendo una escalera. El Dvir tenía la forma de un cubo de aproximadamente 10×10×10 metros (20×20×20 codos). En su centro se encontraba el Arca de la Alianza (gran arcón hecho de madera de acacia, cubierta con planchas de oro y con cuatro anillas a las esquinas en las que eventualmente se ponían varas para transportarla; dentro del Arca se preservaban las Tablas de la Ley, entregadas por Dios a Moisés, y las Tablas a su vez llevaban grabados los Diez Mandamientos, sirviendo de conexión entre Dios e Israel).

El patio interior del Templo era rodeado por un muro formado por tres capas de bloques de piedra cubiertas por vigas de madera de cedro. En este patio interior podían entrar los peregrinos y las masas de fieles, pero el Dvir o Santuario del Templo solo era accesible a los sacerdotes y el monarca de turno.
La construcción del Templo de Jerusalén fue el evento más importante del reinado de Salomón, gracias al cual su nombre será recordado, en la Biblia el Templo acapara la mayoría de los escritos donde aparece el rey Salomón. Su fama ha trascendido los tiempos y como edificio ideal concebido por Dios, constituye hasta hoy un importante referente y fuente de inspiración.
Tras la muerte de Salomón, el templo sufrió profanaciones debido a invasiones extranjeras y también a la introducción de deidades sirio-fenicias. Con todo, fue reedificado bajo sus condiciones originales durante los reinados de Ezequías y Josías.
Las tropas del rey Nabucodonosor II lo destruyeron en 586 a.C., llevando cautivos a gran parte de los habitantes del Reino de Judá a Mesopotamia, cosa que dio lugar al exilio y cautiverio de los hebreos en Babilonia.
Con el retorno del cautiverio y el liderazgo de Zorobabel se hicieron los arreglos necesarios para reorganizar el Reino de Judá y reconstruir el Templo, desaparecido hacía ya siete décadas (Esdras 2). Primero se levantó y dedicó el altar de Dios en el punto exacto donde se encontraba su predecesor. Luego se limpiaron los escombros carbonizados en lo que había sido el sitio de Primer Templo. Finalmente, en el segundo mes del segundo año (535 a.C.), y ante la emoción y el júbilo del público allí congregado (Libro de los Salmos 116-118), se pusieron los cimientos del Segundo Templo.
Los samaritanos buscaban frustrar el propósito de construir el Templo y enviaron mensajeros a Ecbatana y Susa, lo que ocasionó que los trabajos de reconstrucción fueran retardados y eventualmente suspendidos. Siete años después de este episodio, Ciro el Grande, quien había permitido y ordenado la reconstrucción del Templo, murió y fue sucedido por su hijo Cambises, luego Esmerdis ocupó el trono por ocho meses. Por último ascendió Darío I (521 a.C.) y, en el segundo año de su reinado, se retomaron los trabajos de reconstrucción del Templo hasta su finalización.
Se desarrolló a partir del estímulo, los consejos y las premoniciones de los profetas Hageo y Zacarías. En la primavera de 516 a.C., veinte años después del retorno desde el cautiverio en Mesopotamia, el Templo estaba listo para su consagración. Según el Libro de Esdras (6:15), el Templo fue terminado por completo el tercer día del mes de Adar, en el sexto año del reinado de Darío I.

En el año 19 a.C., el rey Herodes el Grande comenzó una masiva renovación y expansión del Templo. Fue prácticamente demolido y se construyó uno nuevo en su lugar. La nueva estructura es referida algunas veces como el Templo de Herodes, pero generalmente se lo siguió llamando Segundo Templo. Los rituales de sacrificios fueron retomados en él. La superficie ocupada por el nuevo edificio ocupaba una explanada de 500 metros de largo por 300 metros de ancho.

El 25 de Septiembre de 2007, el arqueólogo Yuval Baruch, junto con la Autoridad de Antigüedades de Israel, anunciaron el descubrimiento de una de las canteras que proporcionaron a Herodes las piedras para el Templo. En esa cantera fueron encontradas monedas, piezas de alfarería y postes de hierro, datados hacia 19 a.C.. Otro arqueólogo, Ehud Nesher, confirmó que los contornos largos de las rocas evidencian que se trató de un proyecto público masivo en el que probablemente trabajaron cientos de esclavos.

En el Segundo Templo ya no estaban el Arca de la Alianza, las Tablas de la Ley y la medida de maná, los Urim y el Thumim, la serpiente de bronce (destruida por Ezequías ya en el Primer Templo) y la vara de Aarón. Estos objetos sagrados desaparecieron después de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor.
Al igual que en el Tabernáculo, el Kodesh Hakodashim (Santo de los Santos) estaba separado por cortinas, había una sola Menorah en el Hejal, además de una mesa para los panes de la preposición y un altar de los inciensos; se conservaban también vasijas de oro que pertenecieron al Templo de Salomón y, aunque habían sido llevadas a Babilonia, fueron luego devueltas al Templo por Ciro.
El Segundo Templo se diferenciaba de su predecesor porque presentaba árboles en su patio y poseía además un área reservada para los gentiles.

En el 66 d.C., la población judía se rebeló en contra del Imperio romano. Cuatro años después, las legiones romanas bajo las órdenes de Tito reconquistaron y luego destruyeron la mayor parte de Jerusalén y el Segundo Templo. El arco de Tito, levantado en Roma para conmemorar la victoria en Judea representa los soldados romanos llevándose la Menorah del Templo.

En 135 d.C., Jerusalén fue arrasada de nuevo por el Emperador Adriano.
Lo único que ha quedado son restos del muro de la explanada. De todas formas sigue siendo desde entonces el sitio de referencia más sagrado para el judaísmo. Según la teología judía, con el advenimiento del Mesías el Templo será restaurado, se tratará del Tercer Templo de Jerusalén. Para tal propósito en Israel se han delineado planos detallados e incluso elaborado una gran Menorah.

Fuentes: Wikipedia - AñoCero