29/11/18

La Persea y Apofis

La Persea fue considerada el origen de la vida y el árbol sagrado de On en Heliópolis, estaba plantado en el recinto del Templo de Ra (dios Sol) y se documenta desde la XVIII Dinastía egipcia.

Ra fue el primero en inscribir su nombre en las hojas de Persea, crecía en el mundo de los Dioses y estaba guardada por el Gran Gato de On que lo defendía de los ataques de la Serpiente Apep o Apofis. Esta relación se recoge en los textos de los sarcófagos y el Libro de los Muertos del Imperio Medio.
En una de las concepciones del cielo, los antiguos egipcios describen el cielo como un enorme árbol de Persea, donde las estrellas no serían más que sus hojas y frutos. El sol salía entre sus hojas cada mañana y por la tarde volvía a ocultarse entre el follaje.

Persea es el nombre griego, pero los egipcios la conocían como Ished y se utilizaba como ofrenda en las tumbas. Actualmente hay una especie endémica en Maderira, Azores y Canarias llamada Persea Indica. Otro árbol de la misma familia de las Klauráceas es la Persea americana, conocido como aguacate.

Las glaciaciones del cuaternario provocaron el retroceso de la especie, que se extendía por las amplias zonas de la cuenca mediterránea, quedando confinada a la Macronesia, la región que comprende las islas Azores, Madeira, Cabo Verde y Canarias. Este bosque subtropical formado por diversas especies de hoja perenne era el que principalmente crecía en el archipiélago Atlante. Se conservaba gracias a la escasa actividad volcánica, a las temperaturas suaves y a la intensa humedad. Los vientos alisios favorecían la formación de nubes cuyo vapor de agua se condensaba sobre la vegetación.
Entre la flora de Aztlan, la planta más valiosa era la Persea, cuyas semillas se utilizaban como moneda de cambio, por sus múltiples usos. Además de contar con fines curativos, sus hojas se podrían masticar para tratar la mordedura de la serpiente y su raíz actuaba como excelente cepillo de dientes, su gomosa médula era una nutritiva golosina, la corteza del tallo se olía, y echada en el agua dulce de los ríos paralizaba a los peces para su captura.

La navegación más allá de la costa africana era factible, por lo que los egipcios pudieron mantener relaciones comerciales con territorios situados en el inmenso océano viajando con sus primitivas naves.

La primera mención escrita de una flota que partió de un puerto fenicio rumbo a Egipto data de 3.000 a.C. Con la expedición Ra I de 1.969 que zarpo de Marruecos, el explorador Thor Heyerdahl demostró que las embarcaciones de papiro de los antiguos egipcios habrían podido cruzar el Atlántico. Un año después, con la expedición Ra II llegaron a Barbados después de un viaje de dos meses tras recorrer 6.100 kms. Heyerdahl quería demostrar que los egipcios podían llegar a América y podían haber fundado las civilizaciones Azteca e Inca.
Hay puntos de unión entre las culturas egipcia y la maya, las bóvedas que los egipcios componían en el interior de las pirámides y en sus centros de culto, los umbrales y los pasajes que se empleaban y el llamado “arco maya”, no fue casual. Además estas técnicas también se usaron en las construcciones durante el Imperio Jemer en Camboya.

Fuente: Wikipedia

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