15/3/21

Lamia (Naga)

 

El historiador griego Diodoro Sículo, cuenta que Lamia era una reina de Libia, hija de Poseidón (o Belo) y Libia, a la que Zeus amó. Hera, celosa, la transformó en un monstruo y mató a sus hijos (en otras versiones, mató a sus hijos y fue la pena lo que la transformó en monstruo).

Lamia fue condenada a no poder cerrar sus ojos, de modo que estuviera siempre obsesionada con la imagen de sus hijos muertos. Zeus le otorgó el don de poder extraerse los ojos para así descansar, y volver a ponérselos luego. Lamia sentía envidia de las otras madres y devoraba a sus hijos. Tenía el cuerpo de una serpiente y los pechos y la cabeza de una mujer (Naga).

A pesar de la venganza de Hera, hay algunas tradiciones que sostienen que la primera sibila era hija de Zeus y Lamia.

En la Antigüedad, las madres griegas y romanas solían amenazar a sus hijos traviesos con este personaje. El poeta romántico inglés John Keats dedicó al personaje un poema narrativo largo, que da nombre al libro Lamia y otros poemas. Se inspiró en La novia de Corinto, una historia que aparece en la Anatomía de la melancolía (1621) de Robert Burton, quien a su vez la tomó de la Vida de Apolonio de Tiana (4.25) de Filóstrato (160-249).

Según cuenta Filóstrato, Menipo, un joven aprendiz de filósofo, se dejó seducir por una misteriosa mujer extranjera que lo abordó cuando caminaba por las afueras de Corinto. La mujer insistió en que se casaran, y a la boda acudió el sabio Apolonio, quien tras observar detenidamente a Menipo declaró: “Tú, al que las mujeres persiguen, abrazas a una serpiente, y ella a ti”. La novia, en efecto, era una lamia o Empusa, y aunque al principio negaba su condición, acabó confesando que había seducido a Menipo para devorarle y beber su sangre, pues la de los mozos como él es pura y rebosa vigor.

Según opinión bastante extendida, la Lamia mitológica sirvió de modelo para las lamias o pequeños monstruos africanos, humanos de la cintura para arriba, que atraían a los viajeros con su agradable siseo y enseñando sus senos, para después matarlos y devorar sus cuerpos. La noticia más antigua de estos seres se encuentra en el discurso Quinto del orador Dión Crisóstomo, quien se refiere a ellas como "fieras líbicas", no lamias.

Posteriormente, las lamias aparecieron a menudo en los bestiarios como monstruo despiadado y salvaje. En la catedral de Pésaro (Italia) se conserva un mosaico del siglo VI en el que dos lamias aparecen representadas como pájaros con cabeza humana.

Keats describe su cambio con colores vibrantes:

Era una figura gordiana de un tono deslumbrante, moteado de bermellón, dorado, verde y azul; rayado como una cebra, pecoso. Mirada como un pavo real, y toda barro carmesí; y lleno de lunas plateadas... Ella se retuerce de dolor escarlata y un amarillo volcánico profundo tomó el lugar a medida que cambia de forma.


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