21/7/17

Arqueología China (II)

                                                 Hombre de Pekín

Algunos paleontólogos chinos han asegurado que el chino moderno y posiblemente otros grupos étnicos, son descendientes del Hombre de Beijing, un homínido que ya caminaba erguido, tenía capacidad para hablar y podía utilizar las manos como herramientas. Sin embargo, la investigación genética no sostiene tal hipótesis.
Los estudios más recientes demuestran que la diversidad genética del chino moderno encaja a la perfección en el patrón general de la población mundial. Esto parece demostrar que no hubo la pretendida mezcla entre los inmigrantes humanos modernos a Oriente y el Hombre de Beijing, y confirma que los chinos provienen (como todos) de África, lo que concuerda con la ahora popular hipótesis del origen único. En todo caso, el Hombre de Beijing era ya un cazador-recolector que se alimentaba de caza mayor (especialmente ciervos), a la que perseguía con antorchas y palos, y que también sabía talar árboles, labrar y utilizar herramientas sencillas de piedra (con las que tallaba otras más especializadas de hueso y madera para cortar carne y pieles). Asimismo, conservaba el fuego con que se calentaba y cocinaba (aunque seguramente no lo encendía) y llegada la necesidad, practicaba el canibalismo.

Entre los homínidos y antepasados humanos encontrados en China; se podrían citar también el Hombre de Dali, que vivió en Yunnan entre 230.000 y 180.000 años; el Hombre de Fujian, hace unos 200.000 años; el Hombre de Maba, en Cantón, hace unos 130.000 años, o el Hombre de Dingcun, en la provincia de Shanxi, hace unos 100.000 años. Todos ellos, y especialmente el último, eran ya mucho más evolucionados física y mentalmente que los anteriores y utilizaban herramientas, aún de piedra, con mucha mayor precisión y destreza. Aunque el Homo Sapiens como tal, hizo su aparición en China hace unos 40.000 años.

El llamado «Hombre de la Caverna Superior», del mismo complejo arqueológico de Zhoukoudian en que también se halló al Hombre de Beijing vivió hace 18.000 años y ya mostraba un grado mucho más complejo de evolución respecto a otras culturas del sur del país. Seguía siendo cazador y recolector, pero también pescaba y sabía pulir, tallar, perforar e incluso teñir sus manufacturas. Entre sus restos se han encontrado, por ejemplo, agujas de coser, herramientas teñidas, enterramientos rociados con hematina (lo que indicaría que ya practicaba algún tipo de rito religioso y culto a los antepasados) y conchas de moluscos marinos (de lo que se deduce su actividad comercial o bien que realizaba expediciones a larga distancia).

Por entonces, el sur comenzó a acercarse al grado de evolución de los grupos humanos del norte. Hace unos 10.000 años se empezó a cultivar arroz en la cuenca del río Yangtzé y poco después, mijo en el norte de la provincia de Henan. En el VIII milenio a.C., las culturas de la zona del valle del río Amarillo se hicieron sedentarias. Un milenio después comenzaría la domesticación de animales. Fue aquel el comienzo de lo que actualmente conocemos como «civilización china», los primeros vestigios neolíticos de la civilización Han, que acabaría asimilando en mayor o menor medida a las otras culturas surgidas en el sur y oeste del país.
A esas alturas del Neolítico ocurrieron cambios importantes para los chinos primitivos cuando grandes grupos empezaron a vivir en asentamientos, cultivando la tierra y domesticando a los animales, al mismo tiempo que elaboraban herramientas con piedras pulidas y construían en hondonadas chozas en forma de colmena y cubiertas con techos de paja.

Los restos de este tipo de asentamientos se han encontrado, principalmente, en el área de los grandes bancos del río Amarillo, en las planicies del norte de China, donde a pesar de la severidad del invierno, se dan buenas condiciones para la agricultura y que, de hecho, es una zona muy semejante a otras cunas de las civilizaciones fluviales arcaicas, tales como Mesopotamia o el Valle del Nilo egipcio. Allí, entre los milenios VII y VI a.C., surgieron las primeras civilizaciones plenamente neolíticas, Peilikan y Cishan, ya sedentarias y basadas en la agricultura (mijo, principalmente), la ganadería (perros, cerdos y pollos), la recolección (nueces y frutas del bosque) y la caza (ciervos y animales más pequeños), ya producían cerámica (no decorada) y vivían en aldeas con almacenes subterráneos y cementerios de tumbas sencillas en las que, junto al cadáver, se enterraban herramientas y cerámica.

Continuará... 

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