11/7/17

Pequeña Edad de Hielo (I)


Entre los siglos X y XIV la región del Atlántico norte atravesó una época más cálida de lo habitual. La subida de las temperaturas permitió incluso que los Vikingos colonizaran Groenlandia. Este periodo es conocido como óptimo climático medieval, sin embargo tras este periodo cálido las temperaturas fueron cayendo sumiendo especialmente el norte de Europa en una Pequeña Edad de Hielo.

Este cambio climático, entre los siglos XIV y XIX, no sólo afectó la vida de la gente, también tuvo sus consecuencias en el curso de la historia mundial.
Una época de temperaturas anormalmente bajas que hizo que los hielos de los glaciares arrasaran pueblos enteros en los Alpes y se extendieran por los Pirineos, y que los ríos y canales de media Europa se congelaran. Las temperaturas bajaron en todo el planeta, pero especialmente en la zona del Atlántico Norte, aunque hubo un periodo de máximo entre 1.560 y 1.660. Cien años de malas cosechas, hambrunas, guerras y epidemias.
Fue principalmente durante esos difíciles cien años, en la Fase Fría de la Pequeña Edad de Hielo, en los que la Monarquía Hispánica marcaba el ritmo del mundo, y el oro y la plata de América se repartía, de una manera u otra, por toda Europa.

La influencia de este clima llegó incluso al sur de Europa. En España el Ebro se congeló siete veces entre los siglos XVI y XVIII. En Sierra Espuña, a treinta kilómetros de Murcia, se conserva una red de neveros para la producción y conservación de hielo durante todo el año, que después se distribuía a las ciudades y villas del Reino de Murcia.

La crisis general del siglo XVI y XVII en Europa estuvo marcada por la angustia económica generalizada, malestar social y una disminución significativa de la población. Una causa importante de los problemas de Europa en estos tiempos fue la contracción, inducida claramente por el clima, de la producción agrícola. El descenso de producción de alimentos, y como consecuencia el desabastecimiento de los mercados, se vio inmediatamente afectada negativamente por la reducción de la temperatura. Las consecuencias de estos cambios climáticos no se hicieron esperar empeorando el estado nutricional de la población e incrementándose las epidemias, el hambre, los disturbios sociales y finalmente las guerras y la migración de la población.
Aunque la producción agrícola disminuyó, la población siguió aumentando, lo que llevó a una mayor demanda en el suministro de alimentos y a un aumento, por ejemplo, en el precio del grano (elemento básico en la dieta). La inflación en los precios del grano provocaron dificultades para muchos. La gestión inadecuada de esa difícil situación por parte de las autoridades, ayudada a veces por la manipulación interesada de la población descontenta, desencadenaron graves problemas y conflictos sociales que acabaron algunos de ellos en rebeliones y revoluciones. Muchos de estos disturbios llevaron indirectamente a los conflictos armados y el número de guerras aumentó 41 por ciento durante esa Fase Fría.
El hambre se hizo más frecuente. La nutrición se deterioró hasta tal punto que la altura media de los europeos encogió 2 cm. a finales del siglo XVI. Como las temperaturas empezaron a subir de nuevo a partir de 1.650, mejoró la producción agrícola y en consecuencia, también lo hizo la alimentación y con ello la altura media.

Las dificultades económicas, el hambre y la guerra llevaron a las personas a emigrar. Europa vivió un incremento de migración a la vez que los disturbios sociales se incrementaban. Esta migración generalizada, junto con la disminución de la salud por la mala alimentación, facilitó la propagación de epidemias, y el número de plagas alcanzó su punto máximo durante el periodo 1.550-1.670. Como resultado de las muertes de la guerra y el hambre, la tasa de crecimiento anual de la población se redujo drásticamente.

Al comienzo del siglo XVII se alcanzó el mínimo de temperaturas, lo más crudo de la Pequeña Edad de Hielo, eso tuvo especiales consecuencias en China. Este periodo especialmente frío y seco hizo que los periodos de cultivo se acortaran, provocando grandes hambrunas en el interior y el norte de China por decenios. La incapacidad de las autoridades para dar soluciones, que se limitaron a aplicar subidas de impuestos, provocó que las revueltas populares acabaran generalizándose.
La revuelta que finalmente sería exitosa fue la encabezada por Li Zicheng a comienzos de la década de 1.630, cuando miles de campesinos, hambrientos e incapaces de pagar los altos impuestos, sin miedo ya a los ejércitos Ming, siguieron a los rebeldes hasta que en 1.644 llegaron a Pekín, la capital. Los rebeldes tomaron la ciudad con facilidad frente a un ejército sin paga ni avituallamiento desde hacía tiempo y finalmente consiguieron penetrar en la Ciudad Prohibida gracias a un traidor, que les abrió las puertas desde dentro. Mientras los rebeldes entraban en la Ciudad, el último emperador Ming, Chongzhen, se ahorcó en un árbol del jardín imperial.

Continuará...

Pequeña edad de hielo en España: 

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