18/9/19

Nag Hammadi (III)

Los sacerdotes y adelantados de la doctrina Ofita fueron primero los denominados Naasenos, conocidos con el término hebreo "naas", que significa Serpiente.
Después se autodenominaron gnósticos, proclamándose los conocedores del profundo conocimiento. A partir de ellos surgieron variaciones de una herejía que seguía siendo la misma, pues no hacían mas que designar con nombres distintos idénticas cosas.

Veneraban a la serpiente, de ahí que todos los templos bajo el cielo reciban el nombre de Naos, de Naas. En su honor se establece todo templo, iniciación y misterio, de modo que no es posible hallar bajo el cielo un solo rito de iniciación que no tenga lugar en un templo, y en él está el naas, de donde le viene el nombre de templo.

Enseñaban que la serpiente es la substancia húmeda, como opinaba Tales de Mileto, y que nada de lo que existe, inmortal o mortal, animado o inanimado, puede subsistir fuera de la serpiente. Todas las cosas le están sometidas, contiene en si misma la bondad de todas las demás cosas y otorga la belleza a todos los seres de acuerdo con su propia naturaleza y su peculiaridad, como si anduviese a través de todo como surgiendo del Edén. Y dividiéndose en cuatro principios, Edén es el cerebro, dicen, por cuanto está construído y trabado dentro de las membranas circundantes, que son como los cielos.

Afirmaban que el Paraíso es el hombre, pero solo la parte de la cabeza. Ahora bien, el rio que fluye del Edén, es decir, del cerebro, se divide en cuatro principios:

El nombre del primero es Fisón; este es el que circunda toda la tierra de Eilat, donde hay oro; un buen oro es el de aquella tierra. Allí se da también el carbunculo y la piedra verde. Esta es el ojo que, por el honor que le es debido y sus colores, da testimonio de lo dicho.

El nombre del segundo rio es Geón. Este circunda toda la tierra de Etiopía. Este es el oido, una cosa laberíntica.

El nombre del tercero es Tigris, el que discurre frente Asiria. Este es el olfato, pues tiene una corriente poderosa. Y discurre frente a Asiria, pues tras expeler el aire en la respiración, resulta que, inspirando el aire, aspira un pneuma mas rápido y fuerte. Tal es, dice, la naturaleza de la respiración.

El cuarto rio es el Eúfrates. Afirmaban que este es la boca, a través de la cual se realiza la salida de la oración y la entrada del alimento que alegra, nutre y da figura al hombre perfecto y espiritual.
Tal hombre carece de honor en el mundo, pero está colmado de honores en el cielo. Aquí está con los que no lo conocieron y con los que no lo conocen, algo así como la gota que rezuma de una vasija.

Y dicen del agua que está encima del firmamento, acerca de la cual dijo el Salvador: “Si supieras quien es el que te pregunta tú le pedirías a él, y te daría a beber agua viva”.
A este agua acude toda naturaleza y de ella escoge sus propias substancias, y para cada naturaleza sale de este agua lo propio, más que el hierro es atraído por la piedra magnética, o el oro por la espina de la raya o la paja por el ambar.
Si hay un ciego de nacimiento que no ha visto la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, por medio de nosotros recobrará la vista y verá. Como en un Paraíso lleno de plantas y toda clase de simientes, el agua discurre a través de todas las plantas y simientes; y observará como de una sola e idéntica agua seleccionan y absorben el olivo su aceite, la viña su vino, y así las demás plantas según su especie.
Nosotros somos, afirman, los espirituales, los elegidos por mediación del agua viva del Eúfrates que discurre por medio de Babilonia, los que avanzamos hacia lo que nos es propio entrando por la verdadera puerta, que es Jesús el Bienaventurado. Y entre todos los hombres nosotros somos los únicos cristianos. Junto a la tercera puerta, nosotros llevamos a su perfección los misterios, y allí somos ungidos como ocurrió con David, y con Saul, el que convivió con el malvado demonio de la concupiscencia carnal.
Continuará...

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