15/8/18

Maia y Maju (El culebro)


Mari, también llamada Maia (máya), era la diosa suprema de la antigua religión vasca, su símbolo cósmico era el Sol y su representación gráfica el disco solar llamado Lauburu. El lauburu puede variar de número de brazos pero el más extendido y conocido por todos los vascos es el de cuatro que forma una cruz. Los discos solares con alguna que otra modificación pueden encontrarse en todas las culturas euroasiáticas antiguas, desde la Península Ibérica hasta Alaska y en antiguas civilizaciones de América.

Mari tenía un compañero que se llamaba Sugaar "Serpiente Macho", se tradujo al romance medieval como "Culebro", que también era conocido con el nombre de Maju (máyu). El parecido entre el nombre de Maju y Maia, denota que Maju o Sugaar no eran más que la representación masculina de Mari, por lo que se expresaba de esta forma, que todo ser provenía y formaba parte de la naturaleza de Mari.
Mari, toma formas zoomórficas en sus moradas subterráneas (toro, carnero, macho-cabrío, caballo, serpiente, buitre, etc.) y forma humana fuera de ellas; una de estas es la de una mujer esbelta y bella, de largos cabellos, ataviada con una túnica roja que le llega a los pies, con una cinta de oro en la frente, sosteniendo un castillo de oro en su mano derecha y enroscado al rededor de sus piernas un herensuge (erénsugué; el dragón), sobre el que se alza la figura de Mari.
Sus moradas subterráneas se encuentran en los montes más altos del País Vasco (Anboto-ambóto, Oitz-óyts, Txindoki-chindóki...). Cambia de morada cada siete años y se convierte en una hoz de fuego que surca el firmamento generando un gran estruendo a su paso.

A diferencia del papel menor asignado a las diosas en las mitologías indoeuropeas patriarcales, Mari es la figura central de la cosmovisión pre-indoeuropea vasca, todos los demás seres y divinidades están supeditados a ella.
Además Mari también puede aparecer en formas muy diferentes, como un fenómeno atmosférico (tormenta, viento), como una sacerdotisa (sorgin) vinculada a espacios sagrados determinados (manantiales, cuevas o montañas), como un árbol, como una roca, etc. El sentido de estas metamorfosis y de su multi apariencia está en el hecho de que Mari no es ajena a la creación (como los trascendentes Dioses indoeuropeos y semitas), sino que ella misma es la creación, por tanto, todos los seres y fenómenos naturales no son más que distintas expresiones de una misma realidad: de Mari.

Esta religión contaba con una trinidad integrada por Mari y sus dos hijos Atarrabi (atárrabí; la representación del bien) y Mikelats (míkelách; la representación del mal), de los que surgían el resto de númenes y espíritus tanto benévolos como malévolos.
Las leyendas en torno a Mari, son común a un lado y a otro de los Pirineos. En estas leyendas quedan restos de antiguos dioses como Ortzi (órtsi; similar al Thor escandinavo) con sus variantes Urtzi (úrtsi), Ost, Ortz (orts), Egu (égu), In o Inko (ínko), que están presentes en la raíz de los nombres de los días de la semana vasca como Ostegun, día del cielo; jueves, o eguen (egú-en, jueves en vizcaíno) y de accidentes meteorológicos como por ejemplo inar (iñár; rayo de luz, chispa), inusturi (íñústurí; trueno), inontz (iñónts; rocío), ortziri (ortsíri; trueno) u osti (ósti; tormenta), entre otros. Un culto al cielo, ya que este es el significado del nombre Ortzi y sus variantes, de claro origen indoeuropeo e introducido en las tribus vascas posiblemente por los Celtas.

Antiguamente los vascos sólo disponían en su calendario de dos estaciones: Negua (negú-a; invierno) y Uda (úda; verano).
Udazkena (udáskená; "el final del verano"; otoño) y Udaberria (udáberri-á; "el nuevo verano", primavera) son estaciones que se añadieron posteriormente por influencia indoeuropea.

La semana vasca o Aste (áste; "comienzo de la lunación") regida por el ciclo lunar, comprendía inicialmente sólo tres días:
-Astelehena (astélééna; el primer día de la semana, lunes).
-Asteartea (astéárte-á; el día de la mitad de la semana, martes).
-Asteazkena (astéáskená; el último día de la semana, miércoles).

A esta semana vasca primigenia, por influencia indoeuropea se le añadió otros cuatro días:
-Osteguna (ostéguná; proveniente de: ost [cielo] + egu [égu; luz diurna], día de la luz diurna del firmamento, jueves).
-Ostirala (ostíralá; proveniente de: ost [cielo] + irargi [irárgui; variante de ilargi, luna], el día de la luna del firmamento, viernes).
-Larunbata (larúnbatá; proveniente de: lauren bat [láuren bat; cuarto de luna], el día de la media luna, sábado).
-Igandea (igándeá; el día del plenilunio, domingo).

Si bien durante la baja Edad Media la religión oficial ya era la cristiana, las dos religiones siguieron conviviendo dándose un proceso de mestizaje análogo al ocurrido en otras partes de Europa, en donde el culto cristiano se fue enriqueciendo con los ritos locales precristianos.
Es común ver en las lápidas de los cementerios del País Vasco que en lugar de utilizarse cruces cristianas, se siga con la costumbre de esculpir en las lápidas el lauburu, siguiendo de esta forma el rito antiguo de la religión de Mari.

Las zonas vascas que quedaban más aisladas de las autoridades eclesiásticas siguieron practicando abiertamente ritos como el Akelarre (akélarré; Campo del Macho Cabrío) en los que se rendía culto al macho cabrío, una de las representaciones zoomórficas de la diosa Mari.

El Akerbeltz (aker [ákerr; macho cabrío] + beltz [belts; negro]; macho cabrío de color negro), según las antiguas tradiciones, ahuyentaba los malos espíritus, las enfermedades y era símbolo de fertilidad. Hoy en muchos caseríos del País Vasco, siguiendo la tradición, entre los animales de la cuadra se dispone de un akerbeltz.
Fruto del desconocimiento de estos ritos y costumbres, dado su origen foráneo, y también por la necesidad de hacer desaparecer esta religión, las autoridades eclesiásticas de aquellas épocas asociaron los Akelarres con ritos de adoración a Satanás, ya que en la iconografía cristiana se asociaba este animal con el culto al diablo.


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