23/3/20

Los Dragones Armenios


El Monte Ararat, sagrado para los armenios aunque ubicado en Turquía, aparece en muchas tradiciones y leyendas armenias como sede de misteriosas tribus de Dragones, criaturas que moraban muy cerca de la cima de esa impresionante montaña, elevada a más de 5.100 metros sobre el nivel del mar.

Según esos relatos, los dragones eran seres con una inteligencia muy desarrollada, y poseedores de una gran destreza en el uso de la magia y la hechicería.
También se cuenta que tenían un tamaño gigantesco y una voz atronadora, y aunque no hay consenso a la hora de definir cuál era su verdadera apariencia, en general se les describe como enormes serpientes. No obstante, las leyendas armenias subrayan que los dragones tenían la capacidad de cambiar su apariencia a voluntad, de ahí que a menudo no se les distinguiera de los hombres.
Esto explicaría que en muchos relatos se asuma con naturalidad que hubo matrimonios entre humanos y dragones, de los cuales nacieron híbridos con cualidades extraordinarias, como los tres hijos de la reina Anush, esposa humana de un jefe dragón.
En la lengua armenia, al dragón se lo llama Vishap, una voz de origen persa que significa “con saliva venenosa”. Vishap calificó también a Azhi Dahaka, un dragón de tres cabezas y figura demoníaca de la mitología persa.

Por su parte, la mitología armenia hace la distinción entre “el jefe de los dragones” y otros dragones; porque el dragón engendra y se multiplica. Razón por la cual antiguas y bellas canciones hablan de misteriosas historias en las que un dragón y su prole viven cerca del Massis (Monte Ararat). Y las de un malvado dragón que secuestra a una hermosa princesa que se llama Tigranuhi, hasta que el hermano de la princesa, el legendario rey Tigranes combate con la bestia, lo mata con su lanza y rescata a la doncella.

Otra historia refiere el caso de la Reina Satenik, la hermosa esposa del rey Artaxias, a quien hechizó un tal Argavan, jefe de la tribu de los dragones, y tuvo una relación amorosa con él.
La historia sugiere que Argavan indujo a Artaxias a participar de un banquete en su honor en el palacio de los dragones. En plena fiesta y traicioneramente, atentó contra su invitado real, Artaxias escapó de la trampa con vida porque conservó a su reina infiel y murió de muerte natural.

Otras leyendas armenias cuentan que el dragón o los hijos de los dragones acostumbraban a robar niños y reemplazarlos con un pequeño espíritu maligno de su propia prole, que por lo general es siempre malvado.

Una víctima de estos dragones y Devs (seres elementales) armenios fue Artavasd, hijo del rey Artaxias, quien fue amigo de Aníbal en su exilio y fundador de Artaxata. Cuenta la historia que durante su corta vida, Artavasd, se mantuvo siempre leal a sus extraños ancestros. Hasta que un día desapareció inesperadamente porque se arrojó por un precipicio del Massis. Los espíritus de la montaña o los mismos dragones lo recogieron y se lo llevaron con ellos.

La más importante entre todas estas leyendas es la de Vahagn, el dios armenio del fuego, los truenos y los relámpagos quien ameritó el apodo de “cosechador de dragones” por haber combatido a los dragones tal como lo había hecho Indra, la antigua deidad védica. Los detalles de estos combates se han perdido en el tiempo, pero se cree que en aquellos días los dragones habrían sido los aliados de Vrtra.

Las canciones épicas mencionan a Anush como esposa de un dragón y madre de los hijos del dragón. Ella vivía en un barranco en el pico más alto del Massis.
Los registros permiten conjeturar que además del dragón había también una raza de hombres-dragones, nacidos de la unión de dragones con esposas humanas. No se tiene certeza de ello, sin embargo no se sugeriría nada raro ya que la historia de las creencias humanas está repleta de esos “padres serpientes” de hombres notables.

Igual que otras culturas del mundo, los armenios asociaron los violentos fenómenos meteorológicos con el dragón. En un curioso pasaje, Eghisheh (siglo V) compara la ira de Yesdigerd I a una tormenta y al dragón en el centro de la misma. Eznik habla de la “ascensión del dragón” con lo que aparentaban ser bueyes en el cielo, y esta aserción concuerda con las crónicas armenias del medioevo acerca de la elevación del dragón, un evento acompañado siempre por truenos, rayos y lluvias torrenciales.


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