6/12/11

Quiebra Familiar


DECLARARSE EN QUIEBRA 
FAMILIAR.
En el segundo trimestre de 2011 los concursos de acreedores que afectan a las familias han aumentado un 1,8% respecto al mismo periodo del año anterior, según la Estadística del Procedimiento Concursal que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE). En las economías familiares, el aumento de las quiebras, respecto al primer trimestre del año, ha sido del 10,4%, y ha alcanzado 277 casos. Hoy, en España, el 73% de las familias destina más de la mitad de sus ingresos mensuales a pagos financieros. A estos datos poco alentadores hay que añadir que el número de créditos concedidos por los bancos a familias y empresas ha descendido en el primer semestre de 2011 un 27,48%, en relación al mismo periodo de 2010.
El concurso de acreedores de personas físicas o quiebra familiar es un procedimiento judicial al que acuden numerosas familias para solucionar sus problemas financieros. El objeto del concurso es paralizar los pagos, los intereses de la deuda y las ejecuciones en curso para corregir el desequilibrio financiero mediante nuevos pactos con las entidades bancarias (los acreedores) y poder saldar las deudas con condiciones más ventajosas y plazos más amplios. Los juzgados de lo mercantil, a través de los jueces, abogados y administradores concursales, intentan que las familias salgan de su ahogo financiero para que sus acreedores puedan cobrar la deuda, de una manera ordenada.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística en su estudio de Condiciones de Vida de 2011 demuestra que el 21,8% de la población está por debajo del umbral de riesgo de pobreza, el 26,1 de los hogares tiene dificultades para llegar a fin de mes o que el 35,9 no tendría capacidad de asumir gastos imprevistos. Ante esta realidad, vivir con poco dinero es una necesidad imperiosa, todo un reto para una sociedad como la española.
Para muchos españoles los caprichos se han acabado desde hace tiempo. Irse de vacaciones, comer fuera de casa con asiduidad, etc. El mayor esfuerzo sigue siendo el pago de la vivienda y sus facturas, que supone un 30% del presupuesto según el INE. Después están los alimentos (14,4) y los transportes (12,4) para completar una extensa lista de gastos que ha de acortarse lo máximo posible para poder llegar a fin de mes.
Con estas premisas muchas personas, sobre todo jóvenes sin cargas familiares, se ven obligadas a compartir piso. Es el resultado de la ecuación que incluye sueldos bajos y viviendas caras, pero se trata de una solución mucho más compleja para las familias. Las que no pueden adquirir un inmueble han de buscar alquileres baratos, sobre todo en barrios periféricos, e incluso ofrecer habitaciones a otras personas para compartir gastos.
Cuando el dinero escasea es fundamental una buena planificación. Para ahorrar en la comida es aconsejable comparar precios entre diversos establecimientos, aprovechar las ofertas y buscar las marcas blancas. Comprar a los fabricantes directamente puede abaratarla al no haber intermediarios que, obviamente, han de cobrar una cantidad. En cuanto a los transportes, se puede usar la oferta pública para ahorrar combustible, el estacionamiento en áreas de pago o los peajes. Compartir coche entre varios trabajadores que vayan a la misma zona y una conducción eficiente energéticamente contribuirán a que el bolsillo no se resienta tanto.
Las inversiones en calefacción y aire acondicionado también han de ser reducidas, para lo cual es crucial programar una temperatura suave. El teléfono ha de ser utilizado con criterio, sin abusos, y una buena práctica es usar la línea fija, más económica y con tarifas planas competitivas incluso combinadas con internet. 
La compra de ropa y el ocio deberán ser apartados de gastos muy estudiados, dosificando al máximo los caprichos. Hay que priorizar los planes gratuitos como dar paseos en bicicleta o salir al campo, o los baratos como organizar encuentros con los amigos en las casas en vez de hacerlo en restaurantes o bares.
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