La próxima
Cumbre de la Tierra Río +20
-llamada oficialmente Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo
Sostenible- se celebrará del 20 al 22 de junio de 2012 en Río de Janeiro,
Brasil. Esta cumbre es un nuevo intento de Naciones Unidas en el comienzo de
milenio para avanzar sobre el compromiso de los Estados y la comunidad mundial
en los grandes cambios de este siglo XXI. Tendrá lugar veinte años después de
la primera cumbre histórica de Río de Janeiro en 1992 y diez años después de la
de Johannesburgo en 2002.
Las naciones del mundo
esperan llegar a consensos en temas relevantes como los siguientes:
- La financiación de mecanismos para combatir el cambio climático
UN–REDD (United Nations Collaborative Programme on Reducing Emissions from
Deforestation and Forest Degradation in Developing Countries, por su sigla
en inglés);
- Los nuevos compromisos de emisión
de Gases de Efecto Invernadero (GEI) como extensión al Protocolo de Kioto;
- Los nuevos modelos
eco–agroindustriales que garanticen la seguridad alimentaria mundial;
- Medidas que permitan mitigar la
escasez de agua y otros recursos naturales indispensables para la vida
humana;
- Instrumentos para revertir la
contaminación ambiental causada por las actividades económicas.
Una
agenda tan ambiciosa, sin embargo, viene acompañada del pesimismo de la
comunidad internacional ante los resultados que puedan emanar de la CNUDS , especialmente por los
nefastos resultados de las Conferencias de Partes que la preceden y porque los ojos del mundo realmente
se encuentran fijos en la crisis de deuda pública de los países europeos y en
los riesgos de contagio para el resto del mundo.
- La crisis
europea
Una vez terminada la
reunión del G–20 en Ciudad de México el pasado mes de febrero, y ante las alertas del Fondo Monetario
Internacional y
del Banco
Mundial (BM) se acentúa el pesimismo sobre las
perspectivas de la economía global.
La raíz de la
desaceleración en los países europeos —que se trasmite al resto de países por
las redes de una economía globalizada— está en que la inversión no se recupera.
Se ha dado un fenómeno “decrowding
out”, donde la inversión privada se paraliza ante la desconfianza
que produce el mal manejo de la política fiscal. Las brechas entre los
rendimientos negativos de los bonos soberanos de Europa y el riesgo que
perciben los inversionistas privados, afectan la inversión pública, y retardan
la recuperación de la economía mundial.
Zenghelis, en su informe publicado en abril, señala
la evidencia del fenómeno llamado “paradoja del ahorro”: la tasa de acumulación
del sector privado, especialmente del sector financiero, se elevó debido a que
disminuyeron los créditos por la incertidumbre en el manejo de la política
fiscal.
- Cambio
climático e inequidad mundial
El cambio climático ha
dejado de ser una simple preocupación. La economía global ya está sintiendo su
impacto.
Según el Banco Mundial, en
lo que va corrido del 2012 el precio de los alimentos ha aumentado en 8 por
ciento debido a la alteración de los ciclos del agua. El impacto no sólo se
siente en las economías emergentes y en los países con bajos ingresos sino en
el desabastecimiento de alimentos en los países de la OCDE.
Durante los pasados cinco
años se han acentuado las temporadas de sequías y de lluvias en los países del
trópico –países del sur– lo que desequilibró los servicios ambientales que
suministraban estos ecosistemas.
Los gastos derivados de la
atención de desastres “naturales” por cuenta del cambio climático ya
representan cerca del 3 por ciento del PIB para los países latinoamericanos.
Aunque los principales emisores de gases con efecto invernadero (GEI) han sido
los países desarrollados, su impacto se percibe en los países del sur –países
emergentes y con bajos ingresos– que deben destinar una porción mayor del
presupuesto a mitigar los impactos del cambio climático: una clara situación de
inequidad mundial.
- La solución
está en la economía verde
La respuesta de Naciones
Unidas a los retos ambientales ha consistido en una propuesta teórica que
seduce por su nombre y tranquiliza a los grandes capitales porque mantiene la
esperanza viva en el progreso tecnológico: la economía verde.
Dicha propuesta exige
transitar de un crecimiento basado en combustibles fósiles a otro basado en
procesos intensivos en innovación verde y en generación de energía limpia.
Para la economía verde,
las “fallas de mercado” y las “externalidades” que subyacen al conflicto entre
ambiente y crecimiento económico podrían superarse si la inversión privada se
concentra en proyectos que promuevan la eficiencia energética, la baja
utilización de carbono y un menor uso de recursos naturales. Sería un proceso
de crecimiento endógeno basados en innovaciones verdes.
La inversión en
infraestructura habría de ser la apuesta de las economías que se encuentran en
desaceleración, porque esta actividad derrama sus incentivos sobre el conjunto
de la actividad económica.
La sinergia
público–privada puede contribuir a recuperar la confianza de los
inversionistas, si se concentran en crear la infraestructura energética basada
en fuentes renovables.
La rentabilidad de esa
inversión estaría garantizada por la buena perspectiva de demanda de
electricidad mundial, la trayectoria de los precios en el mercado de futuros, y
los incentivos que hoy existen en distintos países para las industrias
“limpias”.
La inversión pública en
infraestructura energética de fuentes renovables, por su parte, garantiza la
seguridad energética de cada país, reduce el desempleo en forma duradera —a
diferencia de los empleos que crea la extracción de recursos naturales no
renovables— reafirma el compromiso con la reducción de emisión de GEI y genera
una corriente de impuestos para superar los problemas de deuda que hoy mantiene
la desconfianza de los inversionistas privados.
- Pocas
esperanzas
Los interesantes
planteamientos de la economía verde, sin embargo, dejan por fuera la influencia
creciente de Brasil, Rusia, India, Indonesia, China y Sudáfrica (el grupo
BRIICS), países que serán los mayores consumidores de energía para 2050, según la OCDE , pero cuya fuente
primordial –en un 85 por ciento– seguirán siendo los combustibles fósiles.
En materia de energías
renovables, las soluciones planteadas para Río+20 se refieren a los países con
altos ingresos, que son los que actualmente están en crisis, aunque el problema
ya comienza a trasladarse a los países emergentes.
Las tensiones entre economía,
ambiente y sociedad se ahondan cada vez más, las propuestas de desarrollo
sostenible son cada vez más difusas, la puja por la hegemonía mundial es cada
vez más intensa, y el deterioro en materia ambiental y social se perfila como
el costo que debe asumirse para mantener el nivel de consumo en los países con
altos ingresos y en los países de ingresos medios que comienzan a insertarse en
la economía global; eso sí, con la esperanza de que los avances en ciencia y
tecnología remediarán dichas externalidades.
Si bien los planteamientos
de la economía verde se concentran en reemplazar las fuentes de energías
fósiles por energías renovables para reducir los efectos del hombre sobre el
cambio climático, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de fuentes de
agua potable y la distribución desigual de la pobreza que seguirán agravándose,
como lo pone en evidencia el reciente informe de The Royal Society.
Diez años después de la
cumbre de Río, en Johannesburgo (2002), los informes señalaban que la pobreza
ha aumentado y que el medio ambiente se ha deteriorado más todavía.
MONOGRAFIA SOSTENIBILIDAD RIO+20
VER DOCUMENTOS DE LA UNIÓN EUROPEA
Boletín Oficial
RIO+20 CESE Ref. 52011AE1386
PDF http://eur-lex.europa.eu/LexUriServ/LexUriServ.do?uri=OJ:C:2012:143:0039:0041:ES:PDF
http://eur-lex.europa.eu/Result.do?idReq=3&page=3
http://eur-lex.europa.eu/en/index.htm
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