1. Es mentira que el
objetivo de la reforma sea crear empleo. Abaratar el despido en plena crisis
disparará aún más el paro, como hace nada admitían hasta los dirigentes del PP. Lo que busca esta reforma laboral es forzar una rebaja generalizada de los
salarios. Es el gran plan del Gobierno, convencido de que la única salida de la
crisis pasa por una devaluación de los derechos de los trabajadores y del
Estado del bienestar, ahora que ya no tenemos una peseta que devaluar.
2. Es mentira que la indemnización por despido
baje “sólo” de 45 a
33 días y que sólo cuente a partir del sábado. En realidad se rebaja a 20 días
con un máximo de doce meses de indemnización: ésas son, para todos, las nuevas
condiciones del despido “procedente” que ahora será el habitual.
3. Es también mentira que la reforma no
tenga efectos retroactivos. Cambian las condiciones laborales de todos los
empleados, los que ya tenían un trabajo y los que consigan un contrato a partir
de hoy.
4. Es completamente falso que este
decreto “garantice la seguridad de los trabajadores”, como pomposamente firma
en su preámbulo el presidente Rajoy. La reforma legaliza el mobbing: los empresarios podrán cambiar
unilateralmente el horario, las funciones e incluso el sueldo. Si no estás de
acuerdo con las nuevas condiciones, el despido es procedente: 20 días por año
de indemnización.
5. Pero la mayor mentira de todas es la
que el PP nos contó durante la campaña electoral. “Lo que necesita España no es
facilitar el despido sino fomentar la contratación”, decía Mariano Rajoy, decía Sáenz de Santamaría, decía Cristóbal Montoro, decía Javier
Arenas y decía González Pons. “Un gobierno previsible que diga
siempre la verdad”, nos prometieron antes de votar.
Ya
tenemos al primer condenado de la
Gürtel. Se llama Baltasar Garzón. El juez que destripó la
mayor trama de corrupción política de la democracia pierde la toga para
siempre. De propina, tendrá también que indemnizar con las costas al honesto
Francisco Correa, al honrado ‘don Vito’, que debe de estar hoy brindando con lo
más parecido al champán que haya podido encontrar en la cárcel de Soto del
Real. El capo de la Gürtel
tiene mucho que celebrar, algo incluso mejor que la venganza: la sentencia del
Supremo abre una grieta por la que todo el caso se pueda ir por el desagüe del
defecto de forma, igual que ya pasó hace veinte años con otras escuchas y otro
escándalo de corrupción del PP: el caso Naseiro. Un aplauso para los
magistrados del máximo tribunal de la justicia española que han hecho posible
un dislate tan simétrico, tan simbólico, tan difícil de explicar ante la
sociedad. Se lo han ganado a pulso, por unanimidad.
Cada día, los jueces
españoles ordenan grabar conversaciones de sospechosos y acusados. Algunas
sirven como prueba, otras se anulan por defectos de forma, otras son
irrelevantes y acaban descartadas. Sólo hay un caso en la historia de España
donde el magistrado que firma unas escuchas acaba juzgado. Garzón es, sin duda,
un bicho raro.
Las escuchas de la Gürtel las pidió la Policía , las apoyó la Fiscalía , las ordenó
Garzón y las dio por buenas el juez que siguió la investigación, Antonio
Pedreira. De entre todos los policías, fiscales y magistrados que respaldaron
la validez de esas escuchas, sólo una persona ha acabado en el banquillo.
Garzón es el único imputado.
Cada semana, en cualquier juzgado, hay
debates jurídicos sobre la competencia de un tribunal o de otro para llevar un
caso. Cuando las denuncias contra el franquismo llegaron a la Audiencia Nacional ,
otros dos jueces de la sala que estudiaron a quién correspondía instruir
apoyaron la tesis de Garzón. Si prevaricó en esta decisión, ¿no lo hicieron también
quienes le respaldaron? Pues no: Garzón es el único acusado.
Cada mes, se celebran en España
conferencias y cursos patrocinados por empresas donde jueces y fiscales
participan cobrando por su trabajo. Sólo uno de estos cursos ha provocado que
un juez español sea procesado por cohecho impropio. Garzón es, otra vez, el
primer y único acusado por cobrar una de estas clases magistrales.
Se ha dicho del nuevo
ministro de Defensa, Pedro Morenés, que antes de jurar el cargo presidía una
empresa de armamento. Es inexacto o, al menos, poco generoso con su completísimo perfil. Morenés –secretario de
Estado de Defensa con Aznar– ha sido presidente en España de MBDA, uno de los
mayores fabricantes de misiles del mundo. Y presidente de Segur Ibérica, una empresa de seguridad privada
que Defensa subcontrató para proteger a los atuneros españoles. Y presidente de
Kuitber, una consultora del sector de la defensa y la seguridad. Y consejero de
Aritex, una empresa que diseña componentes para el nuevo avión de transporte
militar europeo, el A400M. Y consejero de Instalaza, una fábrica
zaragozana de bombas de racimo que, después de que España prohibiese este tipo
de armamento especialmente criminal, presentó una demanda contra el Estado; Instalaza pide 40 millones de euros de indemnización “por
daño emergente y lucro cesante”.
Morenés también ha sido presidente de
Construcciones Navales del Norte S.L., los antiguos astilleros públicos de
Sestao, que el hoy ministro conocía muy bien de antes de su privatización, de
cuando fue consejero de la SEPI
y director comercial de la división de Construcción Naval del INI. Y
propietario único de Boguillas SL, una empresa que se dedica a la
“gestión y representación de intereses” y que el año pasado facturó 361.567
euros con sólo 19.646 euros en gastos de personal, según el registro mercantil entre
los últimos tres años, las ventas superan ampliamente el millón de euros. Y
también dueño de I-Sec Ibérica, una “consultoría” “en el sector
de la Seguridad ”.
Y consejero de Gamo Outdoor, un fabricante de rifles de aire comprimido; y de
Ingenio 3000; y de Repasa… Y me dejo varios cargos y unas cuantas empresas más.
Por alguna razón, toda esta información
no aparece en su biografía oficial, colgada en la web de La Moncloa.
Fuente: Ignacio Escolar http://blogs.publico.es/
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